Algunos vecinos de Tasarte ya tienen muebles nuevos, pero este barrio de La Aldea todavía está rodeado de lodo, tristeza y grandes piedras que intentan quitar los tractores. Son los estragos de la riada del 21 de diciembre.

Los efectos de la riada aún son visibles en las casas, en las calles y en el ánimo de unos vecinos que llevan un mes limpiando Tasarte de lodo, piedras y destrucción. El barrio de La Aldea era ayer un revoltijo de tractores, carpinteros y operarios en plena reconstrucción de las 13 casas anegadas el 21 de diciembre por una tromba de agua.

Y así, entre vuelcos de mortero, los afectados recibieron a la consejera de Agricultura del Gobierno de Canarias, Pilar Merino, y al alcalde del municipio, Tomás Pérez, que visitaron la zona para interesarse por los damnificados. "Estamos esperando que manden las perras", les explicó a las primeras de cambio Ramón Segura Ramírez, un vecino de 66 años que sufrió en sus carnes las peores consecuencias de la catástrofe: quedó atrapado en el barro y se rompió las piernas. La desgracia no paró ahí, porque una de las heridas se complicó y le amputaron la extremidad izquierda.

"No sabemos cuánto nos van a dar ni cuándo", añadió el coordinador de la plataforma de afectados, Juan Ramón Díaz, que lamenta la "lentitud de la burocracia administrativa" para responder ante este tipo de situaciones urgentes.

Sin embargo, el alcalde agregó que todas las ayudas están en trámite y llegarán en breve, entre ellas los 57.000 euros aprobados por el Cabildo de Gran Canaria y las diferentes partidas del Gobierno de Canarias, que en el mejor de los casos alcanzarán los 8.500 euros por núcleo familiar, entre otros subsidios, como es el caso de los 6.000 euros previstos para los coches destrozados. "Aquí hacen falta meses de trabajo para que Tasarte se parezca a lo que era", añadió el regidor.

Y en esas estaban los lugareños y los operarios del Cabildo, que retiraban piedras gigantescas en donde antes había una vivienda de varios pisos. "Sentí un temblor, me asomé a la ventana y vi que el agua se llevaba la casa de mi hermana como si fuese un papel", recuerda Salvador Díaz Alonso, de 71 años. Él tuvo más suerte, porque la riada sólo arrasó la parte baja de su hogar, incluida la carpintería y las máquinas de faena.

Más arriba, al comienzo de la calle El Palillo, por donde bajó el torrente de agua, los restos inservibles de otra carpintería también estaban a la intemperie, mientras un albañil remendaba un maltrecho pilar que a punto estuvo de ceder y causar una desgracia. Ambos talleres de madera permanecen desolados, sin visos de recuperar la actividad a corto plazo, aunque en ellos ya se trabaja duro para tapar los boquetes que dejaron las piedras tras impactar contra las paredes.

Quizá la casa que más cerca está de encontrar la normalidad es la de Ramón Segura Ramírez, el vecino que perdió una pierna al ser arrastrado por la corriente. En ella ya no hay restos de lodo, al menos en las dependencias principales, y los carpinteros ya montan el nuevo mobiliario, que ha costado unos 6.000 euros. Todo gracias a sus seis hijos, sus siete nietos y los vecinos, que han traído mantas, cortinas y otros enseres para arrimar el hombro ante la desgracia. "Hay que salir adelante aunque esto no se olvide", manifiesta su esposa, Bonifacia Segura Suárez, mientras se sienta en la cama con Ramón. Le dieron el alta del hospital el pasado lunes. Su prioridad era volver a Tasarte, un pueblo de 800 habitantes.