Los catorce primeros asesinatos en el pozo del Llano de las Brujas se realizaron con "extremada brutalidad y ensañamiento", en "una especie de fiesta de la sangre". Los represaliados del franquismo recibieron dos o más disparos en la frente, en la nuca o en la parte superior del cráneo. La segunda tanda de ejecuciones, con otras 10 víctimas, siguieron un patrón criminal diferente: un solo disparo en el lateral del cráneo. Una vez asesinados, todos fueron arrojados al fondo de un pozo de 55 metros.

Estos son datos "científicos y contrastables" del estudio de los huesos de los 24 cadáveres rescatados en el pozo del Llano de las Brujas, en Arucas. El informe fue presentado anoche por Francisco Javier Velasco Vázquez, bioantropólogo y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Verónica Alberto Barroso, arqueóloga, en la segunda conferencia de las IV Jornadas de la Memoria Histórica de Canarias, en la que se están dando a conocer las investigaciones de los crímenes franquistas en Arucas.

El estudio bioantropológico ha desvelado que los 24 muertos eran hombres, que el 70% de ellos tenía entre 25 y 40 años (el más joven tenía entre 22 y 25 años y el más viejo entre 55 y 60) y que 23 murieron por disparos en la cabeza. El otro posiblemente también falleció de esa manera, pero no se puede precisar porque el cráneo estaba muy deteriorado por las fracturas de la caída.

Los estudios de los huesos no permiten por sí solos identificar a las 24 víctimas de la represión franquista, pues no existen historiales médicos, dentales o testigos directos de la matanza para cotejar los resultados. Sin embargo, ayudarán a despejar las dudas que puedan surgir en la identificación por el ADN, un estudio que será presentado mañana y que pretende saber la identidad de cada uno de los 24 muertos.

TORTURAS. El estudio de los huesos también ha revelado que hubo torturas y golpes antes de la ejecución, al menos en algunos casos. Los análisis de las dentaduras reflejan fracturas no producidas por la caída al pozo y de los huesos del brazo se han encontrado evidencias de que algunos estaban atados en el momento de ser arrojados al pozo.

El momento de más "sadismo y brutalidad", según la arqueóloga, se produjo durante las primeros catorce ejecuciones, pues los asesinos actuaron con "saña", disparando en la cabeza de sus víctimas más veces de las necesarias y probablemente cuando ya estaban muertos.