La asociación Unión Gallística de Gáldar, creada en 1959, mantiene viva la tradición de las peleas de gallos, una afición que cuenta con muchos adeptos en las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Los nueve socios de la entidad norteña cuentan con una gallera legalizada en la zona de Lomo Tercero, donde pasan el día preparando a los hermosos y peleones ejemplares.

Flavio Mendoza, uno de los socios, asegura que pasa el día casi completo en la gallera, atendiendo a sus cerca de 30 gallos, ya que están preparando el Campeonato de Canarias que se celebrará el próximo 30 de mayo, festividad de la Comunidad Autónoma, con el objetivo de revalidar el título de campeones regionales logrado por la asociación el año pasado.

La preparación de los gallos de pelea es ardua, ya que no todos los ejemplares sirven para las riñas. Desde que nacen, los pollos tienen que tener cualidades como si fuera un atleta para ser seleccionados.

Después comienza la preparación, con el precuido y el cuido en el espacio que se asemeja a un terrero de lucha, del que disponen en la gallera.

Roberto Sosa, ayudante de Flavio, señala que los gallos por naturaleza son muy celosos, y ellos aprovechan ese celo para obtener buenos animales de pelea, destacando que tienen una fuerza sobrenatural, por lo que en las riñas, se corre el riesgo de perder magníficos ejemplares.

"Da mucha pena, ya que los crías y pasas mucho tiempo con ellos, pero esto es así, sabemos que la muerte de algunos gallos es algo inevitable", asevera Roberto Sosa.

EN SOLITARIO. Cuando crecen, cada ejemplar pasa a vivir en una especie de apartamento, ya que no pueden estar juntos en un mismo recinto porque se matan

Cada día, se les entrena, utilizando los ovillos o la potala importada de Sudamérica para taparles las espuelas y que no se hagan daño en la preparación a la que son sometidos para su posterior participación en las riñas que se organicen.

Las peleas de gallo no dejan dinero, ya que según explica Mendoza, las apuestas en estas competiciones están prohibidas, por lo que sólo les mueve la afición a una tradición isleña de hace muchos años y que supone un gran desembolso de dinero de los criadores en la alimentación y preparación de estos animales tan especiales.