La panadería artesanal Amaro-Lina de Ingenio hace y vende pan de puño desde hace 250 años. El horno y el negocio fueron fundados por el tatarabuelo de Amaro Rodríguez, su actual dueño desde hace 16 años. A sus 40 años, representa la sexta generación, sustituyendo a su tía Catalina González, que fue quien le enseñó a ser panadero y todavía sigue trabajando el pan de puño y leña al modo tradicional.

"La elaboración del pan de puño y leña es un proceso sacrificado. Pero, como me gusta y gracias a Dios nos da de comer, estoy muy satisfecho", manifestó ayer Amaro Rodríguez, que desde los siete años está en el oficio. El panadero destaca la importancia "de conservar la tradición y no trabajar con elementos químicos, sino hacerlo lo más natural posible".

Por su parte, la veterana Catalina, que lleva más de 70 años haciendo pan de puño, también asegura que le gusta mucho la panadería. "Empecé a los siete años cuando todavía no alcanzaba el lebrillo por necesidad y para atender a mis hermanos", agregó. Lina reconoce el gran cambio que se ha producido en la elaboración del pan, porque antes había que moler y cernir la harina, buscar el agua y transportar el pan en cestas o en burros y ahora todo ha mejorado. "Ahora me gusta mucho", dijo.

La panadería Amaro no está sufriendo la crisis. "Los restaurantes y bares sí compran menos, pero en cambio las familias compran más, así que mantenemos el ritmo del negocio", indicó su dueño. "Además, ahora el Cabildo y el Ayuntamiento de Ingenio, nos han abierto las puertas con el proyecto de lograr una marca para el pan de puño de Ingenio y potenciar la comercialización en toda la isla", indicó Rodríguez.

La panadería ya vende el 60% de sus panes fuera de Ingenio y tiene capacidad para duplicar sus ya 1.200 unidades de puño. Además de la de Amaro, el proyecto incluiría a las panaderías de El Puente, Olivares y Artiles, que podrían vender 15.000 panes una vez dispongan de la marca de calidad y se coordinen.