El Pembrokeshire era un barco inglés de 6.500 toneladas de registro. Venía con un cargamento de café y cacao y se dirigía a Inglaterra. De nueva construcción, matriculado en la ciudad de Belfast y perteneciente a la compañía naviera La Mala Real Inglesa, el Pembrokeshire llevaba a bordo 83 marineros y tres pasajeros, al mando del capitán Chas L. Willats.

Unas semanas antes de tener a las Canarias frente a su estribor y ver los primeros destellos del faro de Maspalomas había estado en los puertos de Santos, Río de Janeiro y Bahía Blanca, desde donde había partido el 26 de octubre de 1915. Era la segunda vez que el expresado buque hacía escala en el puerto de Gran Canaria.

Sobre las cinco de la madrugada del lunes 16 de noviembre de 1915, el barco navegaba por sotavento cerca de la playa de Tenifé, junto a la desembocadura del barranco de Tirajana. Navegaba a una velocidad de trece millas por hora. En ese momento estaba en el puente el primer oficial, quien declararía que una densa neblina le impedía ver la costa. Al parecer fue la causa del accidente que poco después hizo que el barco, desviado de su rumbo, embarrancara en un lecho de arena de la citada playa,

A los pocos momentos de recibirse la noticia, varios remolcadores salieron con rumbo al lugar del siniestro. Entretanto, el crucero alemán Carmania, de vigilancia por estas aguas a causa de la I Guerra Mundial, donde se libraba una batalla por el control del Atlántico, acudió al pronto auxilio del barco junto con otro buque, de bandera inglesa. Fueron los primeros en llegar al lugar. Una vez allí, procedieron al amarre del mismo para evitar que se fuera a tierra.

Las tareas de rescate duraron varios días. En la mañana del jueves 17 pudo sacarse un ancla de la proa del buque siniestrado, llevándola hasta la popa. Allí se tendió una rejera de alambre, según relatara el periodista Ribarroja, que ofreció detalles del suceso a la prensa de la época.

Un día después se trajo de la consignataria otra ancla, con lo que se procuró mantener en posición conveniente el buque, con la proa hacia Las Palmas. Los trabajos de salvamento fueron dirigidos por Macatheurs, ingeniero de la Grand Canary, quien al llegar al lugar del siniestro sugirió que lo primero que habría que hacer era proceder a la descarga de mercancía que transportaba el barco.

El mismo día del siniestro, ya cerrada la noche, una docena de jornaleros enviados por la consignataria, así como miembros de la marinería inglesa, comenzaron las tareas de descarga, desembarcando en dos lanchones cientos de sacos de cacao y café. El barco también traía tabaco, algodón en rama.

A la espera de que subiera la marea, los mencionados correíllos y los remolcadores permanecieron por la proa a fin de tirar del buque. El estado de la mar era inmejorable durante ese día fijado para la definitiva maniobra de rescate. Y así fue cuando cerca de las once de la noche, a falta de dos horas para la pleamar, el buque entró en movimiento. Inmediatamente después se dio la orden de tirar de sus remolques hasta que el Pembrokeshire, ayudado también de sus máquinas, salió a flote.