Lo que hemos aprendido es que la vida de nuestros abuelos era muy dura. Muuuy dura. Ahora tenemos más mimos", sentencia Fabián Enrique Rivero Herrera, de diez años, en quinto de primaria y escritor de premio.

La una de la tarde en la plaza de Valleseco. Sombra de plátanos y el goteo de la fuente que está detrás del banco donde se sientan el presente y el futuro literario del municipio.

El Ayuntamiento falló su segundo concurso Mi abuelo cuenta. Y un concentrado de pequeños escritores y dibujantes se puso en ello. El resultado es la ampliación de los fondos de la biblioteca municipal y una deliciosa producción en el que se detallan amores de antier, trabajos de sol a sol, penurias y sabrosos e inolvidables chascarrillos.

Y si bien hubo diversos premios todos son número uno. Se sientan en el banco con la abuela Paulina Teresa Rodríguez Falcón, de 79 años, 39 nietos y cuatro bisnietos y lo que comienza por una sesión de resúmenes de texto culmina en más material para próximas entregas.

La historia de abuelos, se viene a resumir en la tertulia, es tan abundante como la capacidad de generar nietos, biznietos y tataranietos, y todo ello a partir de un simple "adiós negritilla", que le largó Águedo Marrero, el entonces pretendiente de Paulina, a la ahora abuela de la escritora Ana Delia, formándose amores que carburaron en familias.

"Hum, entre los dos andaba el juego", dice la escritora. Aquél piropo "dio para una catarata de 12 hijos, él de Carpinteras, ella del Zumacal, acechándose a las doce, en la misa mayor".

Águedo marchó con el novio de la hermana de Paulina de serenata al Zumacal. El cuñado cantó: "Dos hermanas duermen en una cama de alambre. Mucho me gusta la chica, pero más me gusta la grande". Y venga parranda entre el personal literario y también pictórico, como Isabel González Marrero, que con sus cinco años se hizo con la modalidad de dibujo por una entrega de su abuelo de pie "en una exposición de capazos" tomada en una época, "que nos hace pensar que somos unos privilegiados".