La figura de Sventenius, convertida en metal, reposa, libreta en mano, junto a la plaza de los nenúfares. Su cuerpo yace enterrado en un bosque de laurisilva, mientras que su trayectoria vital se exhibe en el principal centro de interpretación del vergel canario. Pero por encima de estos recuerdos, su legado se ve y se palpa en cada piedra, en cada cactus, pino o helecho del jardín botánico Viera y Clavijo; su sueño de crear un modelo para la conservación de la flora de Canarias.

"Su dedicación y amor a las Islas y sus endemismos hizo posible que en tan sólo siete años, y con muchos menos recursos de los que hoy disponemos, fuera capaz de hacer esta obra maravillosa", afirmó el consejero de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, Juan Salvador León, durante el acto de homenaje al creador de este edén que reúne en 27 hectáreas la inmensa riqueza botánica del Archipiélago.

Eric Ragner Sventenius murió a las puertas del Jardín Canario, como se le conoce popularmente, mientras descansaba una tarde del año 1973, en que, como era su costumbre, acudía a la llamada del canto de los pájaros y el sonido de la naturaleza. El domingo, cuando se cumplen cien años de su nacimiento en la ciudad sueca de Skirö, se le rindió tributo con varias ofrendas florales; una en su estatua y otra junto a la tumba donde el naturalista sueco se convirtió en parte de la obra viva de un bosque de laurisilva. Además, se inauguró una exposición sobre su vida y trayectoria profesional, mientras que, en su recuerdo, el violonchelista Joseph Racz interpretó unas piezas de Bach en la Fuente de los Sabios. La sociedad canaria lo recuerda en señal de agradecimiento. Así lo hicieron saber nombres ilustres de la cultura como el de Pepe Dámaso, que asegura que este experto en la flora de la región macaronésica le recuerda, en el amor desinteresado por la naturaleza, a la figura de su maestro, César Manrique. Mientras, Juan Manuel López, biólogo jefe del parque recordaba una de sus anécdotas más humanas. A principios de la guerra civil española, a Sventenius le encargaron la gestión de una colonia sueco-catalana en Teyà, donde se atendía a los niños más hambrientos y donde se encontró con una niña que escondía su comida para que comieran sus padres y hermanos. A partir de entonces, más allá de reprenderla, el humanista sueco le dobló su ración.

"Era un hombre muy especial, culto, inteligente y con muchas ideas en la cabeza", señaló David Bramwell, actual director del parque, que recuerda con ternura sus paseos por el monte cuando el maestro le orientaba en su tesis doctoral. "El objetivo de Sventenius era hacer comprender a los hijos de las Islas Canarias los valores y la belleza de su propio suelo", finalizó el discípulo, que dirige este espacio para la naturaleza desde 1974.