Miles de jóvenes salen cada fin de semana por el sur, por zonas como San Agustín, Playa del Inglés y Meloneras, que se llenan de personas que prefieren llevar su propio avituallamiento para gastar menos y disfrutar del buen tiempo y la charla antes de llegar al punto cero, las discotecas donde la música ensordecedora y las luces llevan a otra dimensión. La noche comienza en una avenida, un parque, una plaza o entre los coches y, tras unas horas, hacia las dos de la madrugada, empiezan la peregrinación rumbo al local de turno. Pero mientras unos duermen plácidamente, las calles se vuelven un hervidero de voces, música y alcohol hasta la mañana siguiente, perturbando el descanso de turistas y residentes. El peor escenario de este choque de intereses se produce en el centro comercial Plaza, de Playa del Inglés, donde muchos jóvenes y adolescentes tras horas tomando copas, pierden el control de sus actos.

Aunque no todos terminan igual. Son conscientes de la molestia y se colocan en zonas deshabitadas, como Adrián, Jonathan, Felipe y Ginés, que acaban de aparcar su coche a unos metros de la discoteca de moda en Meloneras. Mientras que esperan a algunos amigos más despliegan su particular chiringuito, ponen un poco de música y se sirven una copa. Rondan los 26 años pero llevan haciendo botellón desde antes de cumplir la mayoría de edad. Justifican la práctica por dinero. Por falta de dinero: "las copas cuestan 6 euros de media", explica Ginés. Adrián tiene una opinión más rotunda, "si uno cobra mil euros, ¿cómo se va a dejar 90 en una botella en una discoteca?". No es por costumbre ni rebeldía, es simplemente, a su juicio, una manera de pasar un buen rato. Y, aunque saben que eliminar el botellón es imposible, consideran que deberían habilitar una explanada, como en algunos puntos de la Península, para que la gente como ellos pueda beber.

A pocos metros estaciona una furgoneta. Es un pequeño grupo que trae consigo el kit de noche: ron, refresco, hielos y varias sillas. Migdalia, Sandra, Irene y Sebastián siempre han salido por Plaza. Hace poco cambiaron el bullicio del Kasbah por Meloneras porque "hay muchos niños y están acabando con la zona, se pelean, vomitan...". Dicen que en el Inglés apenas se ven ya jóvenes de su edad.

En los aparcamientos de Plaza y los alrededores, la noche da la bienvenida a voz en grito a niños y no tan niños. En las escalinatas Marta, Jorge y Carlos pasan el rato mirando el follón que hay un poco más abajo. Algunos son menores y hay muchos policías nacionales vigilando la entrada. No les han dejado pasar dentro y esperan a que salga el resto del grupo e ir a otra parte. Pero la tranquilidad se ve interrumpida por una pelea entre varios chicos, una noche más.

Los jóvenes dicen que el botellón del sur y su desmadre, es perro viejo, y que ellos no son los primeros ni los últimos. Los centros comerciales marcan la ruta que empieza con una copa y termina en una enorme borrachera.