"Nunca pasé hambre gracias a que sabía coser". A Juana Cabrera el destino le dotó de dos cosas para la supervivencia: una habilidad innata con las manos y una salud de hierro. De ambas cosas aún puede dar fe, especialmente de la segunda, lo que le ha llevado a cumplir ya la friolera de 105 años sin sufrir prácticamente achaque alguno. El Ayuntamiento de Telde le rindió ayer un emotivo homenaje a través de su alcaldesa. María del Carmen Castellano se dio un salto hasta la morada de Cabrera, situada en Tablero del Conde, en el Valle de Jinámar, para darle un ramo de flores y agasajarla con motivo de la celebración del Día Mundial de las Personas Mayores.

"Usted es la abuela de Telde", le apuntaba mientras la anfitriona recordaba sus años mozos con los periodistas y subrayaba que seguía soltera y sin compromiso. "A ver si me buscan un novio", les pedía entre risas. Nacida el 20 de febrero de 1906 en Agua de Bueyes (Fuerteventura), Juana vivió una infancia cómoda, con una familia adinerada hasta que las cosas empeoraron y tuvo que marchar con su padre y hermanos a Lanzarote. Años después acabaría en Gran Canaria, sirviendo en una casa por cinco pesetas al mes en la dura España de la posguerra. Un problema de tensión le privó de la visión en un ojo hace apenas 12 años, "pero del resto, nada de nada", decía Victoria Perdomo, la persona que junto con Carmelo Medina lleva años cuidándola. Por mucho que se le preguntó, la buena de Juana se guardó para sí el secreto para firmar tan longeva existencia.