L a vida ha dibujado un extraño círculo alrededor de Esteban Quesada. En 1976 trabajaba para Iberia en el polvoriento aeródromo de El Aaiún, en el Sahara Occidental, hasta que tuvo lugar la "expropiación", como llama él a la irrupción marroquí. Esteban regresó entonces a Gran Canaria y se estableció en un barrio, Ojos de Garza, que crecía en las proximidades del aeropuerto de Gando. Ahora es uno de los afectados por la futura desaparición de la barriada para la construcción de la tercera pista. "Esto es así. Me vine por el aeropuerto y ahora me voy por el aeropuerto", proclama estoico.

Él, como otros cuatro mil vecinos, asiste con algún alivio al acuerdo entre el Gobierno de Canarias y AENA que les garantiza en principio el traslado a Montaña de Las Tabaibas en unas condiciones dignas. Pero hay algo que no despegará nunca del barrio y es el sufrimiento acumulado en doce años de incertidumbre. "Tengo nervios, tengo que dormir con pastillas y me ha entrado azúcar", expone Esteban, el hombre cuya vida está marcada por el ir y venir de los aviones.

Cuando Edemira Espino abre la puerta de su casa en la calle Juan Ramón Jiménez de Ojos de Garza se ve tras ella a una enorme rana de cerámica que también hace las veces de maceta para un pequeño helecho y que quizás piense llevarse consigo cuando tenga lugar el eventual traslado a Las Tabaibas. "Yo quiero una casa como la mía, una casa terrera", antepone. Esta es la promesa de las administraciones implicadas. Ayer, el Consejo de Gobierno de Canarias dio cuenta del protocolo y subrayó que se dará prioridad y celeridad al nuevo proyecto de urbanización. Edemira, como tantos otros, piensa también en los achaques que quedan en la pista de su vida y la de su familia: "Mi marido y yo somos diabéticos y él está siempre atacado con esto. Han sido unos años dolorosos". Doce en concreto, más de una década en el aire, como el avión que está a punto de tomar tierra en Gando mientras Edemira cierra la puerta.