Silencio sepulcral al comienzo, llantos de impotencia y dolor a mitad de ceremonia y un emotivo aplauso a modo de despedida al final. Los sentimientos colmaron ayer hasta los topes el sentido entierro de María Dolores Cano Gutiérrez en el antiguo nicho número 64, junto al ya inutilizado crematorio hindú y ocupado hasta este jueves por sus abuelos.

Más de un centenar de personas se acercaron hasta el camposanto de San Lázaro para darle su último adiós a la vecina del Valle de Jinámar que esta última semana había estado luchando en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) del Hospital Insular de Las Palmas de Gran Canaria para sobreponerse a las heridas sufridas por las quemaduras que le provocó el accidente de la Suelta del Perro Maldito de Valsequillo.

La comitiva partió justo a las cuatro de la tarde del tanatorio Fucasa, adonde el cuerpo de María Dolores había sido trasladado al mediodía del miércoles. Dos vehículos tintados de verde oscuro abrían paso a la familia de la finada, que a duras penas soportaba el trance y pedía amablemente intimidad, y a un amplio grupo de amigos y vecinos de Loli, como la conocían en el número 23 de la calle Fernando Sagaseta del Valle de Jinámar.

Los vehículos hicieron una primera parada en la rotonda del cementerio donde se encuentra un pequeño pozo. Allí se ofició un pequeño responso por parte de uno de los monjes de la Resurrección que se encarga de dar sepultura, junto a los empleados de Canaricem, en el recinto. Entre los asistentes al acto se encontraban el alcalde de Valsequillo, Francisco Atta, el exalcalde de esa localidad Francisco Sánchez y el consejero de Política Social y también exalcalde de Telde Francisco Santana. Otro exregidor conocido, Francisco Santiago, acudió al acto en compañía de la concejala Gloria Cabrera Calderín.

Todos ellos compungidos y manteniendo un discreto segundo plano ante una familia que ya no pudo aguantar más la presión cuando el ataúd con los restos de María Dolores era introducido en el nicho y varias hermanas rompieron a llorar.

El empleado de la funeraria solicitó después un aplauso de despedida para la finada, que a comienzos del próximo año iba a convertirse en abuela, ya que su hija Dácil se encuentra embarazada de cinco meses.

"Lo que pasó está bien claro", se limitó a apuntar un familiar mientras recordaba, tras darle sepultura a Mari, que ya se han iniciado contactos con algunos letrados. "De todas formas, la prioridad número uno para esta familia ahora son los hijos de ella. Los dos son mayores de edad, pero requieren de atención y cuidado", expresó.