La vida de Chano el Guapo ha estado siempre unida al mar. Miembro de una prole afincada en el sureste, Quintana escogió la playa de La Garita de los años 40 para hacer su vida con el océano por compañero. De él comió durante años, y a él nunca le dio la espalda. Cuando las casetas del núcleo cayeron, el Guapo se fue al Corral de la Yegua. En este rincón de basalto levantó cuatro paredes que convertiría en hogar.

Pero junto a su bonhomía y popularidad, si había algo que le caracterizaba era su gusto por la bebida. Como él mismo relató a este diario el 10 de abril de 2005, las chispas que cogía le hacían protagonizar simpáticas anécdotas con sus convecinos, siempre con un carácter bonachón y nada agresivo. "Recuerdo cuando le hicimos un homenaje y subió al escenario todo templado", apuntaban ayer en el grupo de Facebook llamado La Garita y sus gentes "o como cuando se daba con piedras y puñetazos en el pecho y gritaba: 'Soy Chano el Guapo, vivan el vino y las mujeres. Fuera los Betancores". Otros conocidos, como María Calderín, recordaban "las cantinelas que le dedicaba al alcalde Paco Santiago cuando este vivía en la playa" o "su pasión por las pelis del oeste y CSI".

A el Guapo también se le atribuye el papel de galán cuando La Garita era una urbanización de suecos, pero su vinculación con los extranjeros se limitó a trabajar para un matrimonio con tres hijos a los que cuidaba. Con ellos se fue a Liverpool, pero se llevó un desengaño "porque en el saco de papas que me llevé para vender me metieron marihuana y me cayeron seis meses y un día".

Tras unos años en Inglaterra, retornó a su hogar, de cuyo océano rescató a decenas de personas casi ahogadas. Hasta a monjas salvó. Luego la vida le siguió pasando factura. Sufrió un atropello que lo llevó al hospital y dañó seriamente uno de sus brazos. "Él dijo que moriría en La Garita y así ha sido", recordaba otro residente en la zona, Remigio Rodríguez. Su pérdida, unida a la del sacerdote Paco Bello en 2009, deja a Telde sin otro referente.