Desde 2008 no se mueve prácticamente una piedra ni en Gáldar ni en ningún otro punto del hemisferio norte, pero aún así quedan, como fósil de los años de las vacas gordas, 25 personas adscritas a Urbanismo y que forman parte de un extenso entramado municipal que incluye prestaciones que o bien son propias de otras instituciones o en Gáldar tienen un tamaño importante.

Atención temprana, centros de día, 15 personas dedicadas a la ayuda a domicilio... para dar forma a una cuasi empresa que el actual alcalde achaca a un enchufismo que, asegura, no quiere hacer pagar a una población "que ya lo está pasando mal sin necesidad de que nosotros se lo hagamos pasar peor".

De ahí que se niegue en rotundo, "porque no me da la gana", a solventar el déficit con más impuestos, salvo las propias de las tasas que por diversos conceptos suban como consecuencia del encarecimiento del servicio como ocurre con el incremento de los precios por tonelada de basura depositada en los vertederos insulares. Teodoro Sosa es consciente del "mal ambiente" que se ha creado con este majo y limpio, y considera que "nadie me va a pagar el hacer las cosas con el fundamento de no arruinar el Ayuntamiento".

¿Y en la calle? De forma general hay dos sentimientos encontrados. Los que creen que es necesario rebajar estos costes y que apoyan la decisión impo- pular de acometerlos y los que de alguna manera también quedan afectados por tener una relación de parentesco con alguien de la plantilla, un fenómeno que, dada las proporciones entre habitantes y trabajado- res, toca a muchos, cuando no a un familiar más o menos cercano sí a un amigo.

Pero en cualquier caso, siempre a un conocido.