Karl Hjelmeland encendió una vela en memoria de Anita Berget, la turista de 55 años fallecida en la madrugada de ayer como consecuencia de la explosión de gas del miércoles en el Hotel Cordial Mogán Playa. Hjelmeland, cura de la Iglesia Noruega de Gran Canaria, ubicada en Arguineguín, resaltó ayer la tristeza que vivía el marido de Anita, y de su hijo y nuera, llegados a toda prisa desde el país nórdico y a los que acompañó en el hospital Doctor Negrín en la mañana de ayer.

"Viven una tristeza contenida", que él califica como muy propia de una cultura que contrasta con la latina en estos trances. Y cierta rabia al conocer que precisamente el día del accidente era el mismo de la partida tras pasar una semana al sol de Mogán, un municipio que acoge una nutrida comunidad de 2.000 noruegos con residencia fija.

El sacerdote subrayó el dramatismo de las circunstancias del fallecimiento de su compatriota, "pero hay que reflexionar que se trata de un accidente que muy bien pudiera haber ocurrido en Noruega, porque la seguridad allá y aquí es igual, y así lo vemos nosotros, como un incidente que como tal no es una cosa especial. Lo importante ahora es dar el mayor de los consuelos y arropar a su marido y a toda su familia".

De igual manera lo veían en el Club Noruego, que se encuentra también en Arguineguín. Marius Mazzinghi, hijo de "noruega-danesa", aseguró que los residentes estaban entre "sorprendidos y tristes, aunque no externalizan esos sentimientos". Los noruegos, sentencia, "son caminantes solitarios, de senderos largos. No les gusta volver a sacar las tragedias, y excepto que la protagonice alguien muy, muy cercano, apenas hablan de ellas". Marius recordaba el caso de la reciente matanza de Oslo. "El público noruego exigió parar la cadena de informaciones que generó aquella desgracia. Se le hacía insoportable".

De vuelta a la iglesia decenas de nórdicos pasaban por el comedor anexo a dar cuenta de los norske vafler, los populares gofres, "símbolos del calor de corazón, y que son marca de cada iglesia noruega", según explica el padre Hjelmeland. Un poco más arriba, en la Den Norske Skole Gran Canaria, unos 200 alumnos salían de clase, en el colegio que la comunidad tiene en la isla. Son 200 casi canarios a los que, como a sus padres, "les fascina la isla, sus tradiciones, costumbres, sus romerías -en las que participan, y una forma de vida que contrasta con las prisas y los nervios del país natal. Prefieren el mañana-mañana de aquí, y su clima, que lo hace todo más sencillo. Y no. No va a cambiar el concepto de Canarias en mi país", asegura Karl, "porque si algo tenemos es que entendemos perfectamente las circunstancias de las cosas".