Ante la proximidad del 50 aniversario del inicio del desarrollo turístico del sur, que cambió tomates por urbanizaciones y que permitió el despegue de la economía de la isla, me piden unas notas 'históricas' que me dispongo a hilvanar centrándome en lo que mejor conozco, pero sin obviar el presente y el futuro.

Corrían los 80 cuando decidimos poner los cimientos de un sueño; la tarea no era fácil, los herederos del Condado habían vendido a terceros varias parcelas en Meloneras que tuvimos que recomprar, una a una, recorriendo media Europa, ¡Hasta un chino era dueño de una! Lo fácil entonces, lo que no tenía riesgo, era hacer más de lo mismo: construir y vender apartamentos, con lo cual hoy sería algo parecido a Playa del Inglés.

Sin embargo, optamos por lo más difícil, decidimos hacer un gran resort turístico, innovador, singular, algo que prestigiase a Gran Canaria aunque el camino fuese más largo, costoso y arriesgado. Incluso iniciamos contactos con la UIA -Unión Internacional de Arquitectos- en París, para convocar un concurso internacional de ideas siguiendo la senda que a principios de los sesenta marcó, con mucho acierto, la familia del Castillo, pero nos encontramos la primera piedra en el camino, la entrada en vigor de la Ley de Costas del 88, que nos obligó a iniciar las obras sin más dilaciones porque en otro caso nos exigirían, perdiendo los derechos, una servidumbre de protección litoral de 100 metros de ancho, sin que semejante determinación supusiera garantía alguna de mayor calidad, sino más bien lo contrario porque obligaría a compactar más las edificaciones al concentrarse en menor superficie.

Con la elección del título de este artículo lo que queremos destacar es la oportunidad que tenemos -si la Administración cambia el chip y quita los palos de la rueda- de completar el 'Resort Meloneras' -un "destino con nombre propio" dentro del destino Gran Canaria, al decir de algunos- con la Marina Puerto Deportivo que reclaman los clientes, y el sentido común, ante la imposibilidad actual de contar con atraques y equipamientos para el turismo náutico, -llevamos esperando que nos la dejen hacer más de diez años-; de un centro comercial abierto, que hoy tendría la temática del Baobab y vinculado al hotel para firmas de medianas superficie, -otros diez años de demora-; de equipamientos lúdicos y de naturaleza y culturales de mucha calidad en el ámbito de la antigua Meloneras 2 B -tres años de espera, aunque en este caso la demora no es solo imputable a la Administración- que permanece sin edificar; mejora del litoral para estabilizar playas y dotarlas de los equipamientos dignos con los que cuentan todos los destinos competidores, -doce años de retraso- etcétera, de tal suerte que todo lo que los turistas -y los canarios- demandan lo encuentren en el entorno, -desplazándose a pie- que ya cuenta con campo de golf en primera línea de litoral, un bulevar comercial, casino, Palacio de Congresos, extensas zonas verdes plantadas de palmeras canarias con superficie muy superior a la exigida por las leyes, y un parque hotelero construido en los últimos diez años que no deja de recibir galardones de prestigiosas instituciones por la excepcional acogida que tienen entre nuestros visitantes.

Y mientras tanto, iniciamos otro proceso inversor para adquirir cadenas hoteleras propiedad de alemanes -con veinte establecimientos en cinco países europeos, siete de ellos en Gran Canaria, y actualmente con hoteles también en República Dominicana- con lo cual sintonizábamos con una aspiración largamente sentida por la sociedad canaria, tomar el control de la industria hotelera, puesto que aquí de forma muy recurrente se decía que los canarios habían hecho las urbanizaciones pero los hoteles se los quedaban los extranjeros.

Como se trataba de hoteles con cierta antigüedad nos apresuramos a invertir en costosas obras de rehabilitación, esas que ahora la Administración incentiva con más aprovechamientos en plazas alojativas, con lo cual se da la injusta paradoja de que por hacer lo debido, cuando había que hacerlo, sufrimos el perjuicio de tener que competir con quienes por hacerlo tarde son premiados con los generosos incentivos que les da la Ley de Medidas Urgentes por rehabilitar con mucho retraso sus establecimientos.

Hace muchos años que nos anticipamos al futuro e hicimos lo que hoy se sabe que se necesita y lo hicimos sin estar obligados y ni siquiera incentivados por la Administración, incluso renunciando voluntariamente a más de 5.000 camas en Golf Meloneras.

No ha sido fácil, lo normal hubiese sido tirar la toalla por aburrimiento y desánimo porque hasta renunciando por nuestra iniciativa a derechos reconocidos en el planeamiento para favorecer una mayor calidad y sostenibilidad del amplio Resort Meloneras, fueron muchos -y aun perduran- los obstáculos del 'sistema' que regula estas cosas en Canarias, -'sistema', que también tiene nombre y apellidos que no suenan en los medios- que quiere que se demuestren obviedades -tarea imposible-, que siempre quiere más trámites, más planes que se eternizan y que nada resuelven hasta que no se aprueben otros muchos planes que desarrollen el primero que, a su vez, tiene que adaptarse a una Ley sobrevenida y que antes de que se cumpla, interpretándola con sentido común, quiere que se sustituya por otra Ley que diga más claro que lo que ya la razón debía entender y así sucesivamente. Si entramos en detalles necesitaríamos no una página sino un libro.

Que un determinado proyecto, aunque sea reconocido por todos como deseable, necesario y sostenible -incluso 'de interés general'- pueda ejecutarse en unas fechas más o menos aproximadas, por no tropezar con ninguno de los múltiples instrumentos de ordenación territorial, urbanística, o normas sectoriales que tienen que ver con el asunto, es prácticamente una utopía, ya que, o contraviene alguno que debe ser modificado, o suspendido otro, o requiere de algún instrumento más, inexistente al tiempo, pero que es el que tendría "la última palabra", y que nunca llega o llega muy tarde.

No dudo de la buena voluntad de algunos responsables -aunque a veces lo ponen difícil- pero tampoco dudo de la incapacidad de la mayoría. Para no cansarles, yo firmaría el 80% de cualquier manifiesto de 'indignados'.

Si no podemos competir en precios con los destinos emergentes, tenemos que competir con mayor calidad, más imaginación, más innovación, más sensatez, menos voluntarismos, menos engreimiento -algunos creen que desde aquí pueden reorientar las tendencias mundiales de un sector tan dinámico como el turismo-, y más seguridad jurídica para recuperar el prestigio que tuvimos como destino inversor.

La "prima de riesgo" que marca la diferencia de la duración de los trámites -duplicados, solapados, innecesarios muchos de ellos- en Canarias respecto al 'bono' del resto de la Europa no ombliguista, no admite más presión y aquí hace falta un capital que en Canarias no existe; tenemos que atraer inversores que asuman la profunda rehabilitación de lo obsoleto -que es mucho- y de la implantación de equipamientos de calidad, si se quiere realmente alcanzar esos objetivos, más allá de unas pocas actuaciones puntuales insuficientes por sí solas para parar la degradación del destino. Las buenas intenciones no bastan, ni la existencia de un 'sistema' manifiestamente sobredimensionado tampoco.

En la actualidad Meloneras proporciona unos 5.000 puestos de trabajo directos -diez veces más que los que hubiese generado una urbanización extrahotelera- y si nos dejan seguir convirtiendo en realidad los proyectos "en espera" podrían duplicarse los empleos. Aún así seguiremos padeciendo la lacra del desempleo, máxime en el periodo que atravesamos de tremenda contención de inversiones en obras públicas que a nosotros -y a muchos canarios- nos ha obligado a mirar al extranjero, en nuestro caso a contratar obras públicas en Senegal y Colombia, por el momento.

Sé que cuando algunos lean estas líneas desde 'el sistema', dirán aquello de que quiero 'barra libre', que quiero 'desregularizar'; craso error, el reconocimiento a su inteligencia quedaría en entredicho, si Canarias se degrada todos perdemos y mucho más los que más hemos invertido aquí.

Lo que quiero es sentido común y que se regule como tenga que hacerse pero sin caer en exigir que se pruebe lo que es obvio -que es algo así como tener que demostrar la inocencia- sin trámites infundados, sin esa obsesión burocrática que todo lo cifra en densos documentos que al final casi nadie lee. Planes sí, pero justos y operativos, no como los del 'sistema' que nunca dan una respuesta concreta sino que todo lo difieren a otros planes futuros voluminosos, que nunca arrancan, y que si arrancan se paran para finalmente caducar o morir por obsoletos antes de que se aprueben y se publiquen.

No quiero ni desregulación 'salvaje' ni 'medio pensionista' sino simplemente cordura; que no parezca que tenemos que pedir perdón por sobrevivir a los embates de la crisis ante quienes da la sensación que estarían prestos a decir, si nos tumba, -o nos aleja de Canarias por perder la poca fe que nos queda- "ya lo veía venir" y no les faltaría razón.

El cinismo del 'sistema' -que llena las cuentas de las administraciones con los impuestos que recaudan-, permite que en las ferias del sector se saque pecho por Meloneras, presumiendo de los logros del esfuerzo ajeno como si fuera propio mientras que, en los tramites cotidianos, unos haciendo y otros dejando que los demás hagan, no han parado de poner piedras en el camino que todavía estamos intentando retirar. Eso sí más cansados, muy agotados.

¡Qué le vamos a hacer !