José Juan Jiménez, Pepe el Perola, está eufórico estos días porque se cumplen los veinte años de la reapertura de la tienda-bar más emblemática de Agaete y probablemente de toda la Isla, un prestigio ganado a pulso por este antiguo vendedor de lotería que mantiene el local tal como estaba hace más de medio siglo. "Yo no sabía nada de bares, pero un día me vino a buscar la sobrina de la dueña y me dijo que si quería llevar el negocio", comenta desde el mostrador mientras sirve botellines a la parroquia habitual del mediodía.

Una de las condiciones del arrendamiento fue que el local debía permanecer tal como lo tenían Antoniño, Fifí, y Nicolás, Lasito, los antiguos propietarios de la tienda. Y allí siguen las estanterías originales, cientos de botellas recubiertas de polvo, la pesa, las vitrinas y los bancos de madera para sentarse. Es como un museo viviente, donde resaltan las colecciones de rones añejos, coñac y vinos, que apenas dejan entrever la marca bajo el polvo y las telarañas. También se exhibe en el local una muestra de los tabacos canarios que se consumían en el siglo pasado.

Salvo por la televisión para ver el fútbol, las neveras y algún cachivache moderno, uno se puede transportar hasta principios del siglo XX o incluso a finales del XIX, porque la casa original es de esa época. Los turistas que pasan por su puerta no pueden reprimir la tentación de sacar la cámara de fotos y retratar el interior del bar o al propio Perola, que ya debe andar inmortalizado en imágenes por medio mundo.

Él, modesto, sólo tiene buenas palabras para sus clientes habituales, que son también sus amigos, aunque no es fácil lidiar con ellos cuando el bar está repleto de gente y todos piden a la vez. El lema del Perola es la paciencia, pero a veces la pierde y sale a relucir su mala uva, que también la tiene.

Su popularidad de lotero se ha multiplicado en estos veinte años y no hay vecino del pueblo que no le conozca. Sin embargo, sigue viviendo en El Valle, donde nació hace 45 años.

Nombrete

En Agaete es habitual tener un nombrete y Pepe no se iba a librar. Su hermano le puso ese apodo desde muy joven y procede del nombre que le daban en el pueblo al recipiente donde hacían la mezcla de hierros y cemento para la construcción. Trabajando de peón, un día le mandaron a buscar ese aparejo y no supo encontrarlo. "Y Perola me quedé para siempre", recuerda resignado.

"El negocio va bien, pizco a pizco vamos saliendo, pero la crisis también ha llegado hasta aquí", asegura. En estas dos décadas tampoco han cambiado mucho las especialidades que se despachan. La especialidad entre las bebidas es el botellín de cerveza, la forma más barata de coger el punto de alegría y combatir el calor de estos días. Para la comida no hay que ir con prisas, pero si se tiene paciencia se pueden degustar unas excelentes tapas de ropa vieja, carne de conejo, cochino, queso, tomates del país o tortilla de papas. Desde el miércoles están de cumpleaños y este fin de semana se espera algún tenderete improvisado. "Vamos al Perola que a alguien encontraremos allí", dicen los agaetenses al salir de casa.