El trabajo comienza pronto para Olivia Rodríguez, encargada de organizar a la tropa de chiquillos y adultos que confecciona una alegoría de la multiplicación de los panes y los peces en el pórtico de la basílica del Pino, la primera alfombra que pisará la procesión. Son las once de la mañana y aún quedan muchas flores por colocar, pero para eso están los voluntarios de la Asociación de Vecinos El Recinto y la Agrupación de Mujeres Rurales Nisamar. Sobre un fondo de césped recién cortado y hojas de brezo, van colocando los pétalos de rosas hasta que empiezan a aparecer los panes y "los pescados".

El diseño es de José Luis Guevara, que tiene su propia alfombra entre la basílica y el Ayuntamiento, frente a su tienda de instrumentos musicales. Todos los materiales son vegetales, salvo unas hojas de periódico que asemejan un centro floral de color blanco. Este año no ha podido utilizar las hojas de la araucaria cercana, por lo que ha recurrido al incienso morisco y al ciprés, frescos y secados a la sombra.

"Durante meses busco vegetales para este día, y así durante los últimos treinta años", señala el comerciante. En ese tiempo "no ha cambiado mucho" la fiesta de las alfombras, salvo que antes las elaboraban familias o particulares, habitualmente frente a sus viviendas, y ahora las realizan las distintas asociaciones del municipio.

A pocos metros de la alfombra de Guevara amaneció la del Club de Tercera Edad de Teror, hecha con sal, flores, retama verde y pinocha. Hasta altas horas de la madrugada trabajaron diez personas, comenta su presidente Ángel Vega López, que por tercer año consecutivo se encarga de supervisar que todo esté en orden al paso de la procesión.

Otros que trabajaron durante la noche fueron la Escuela de Música, el colectivo Enrala2, la asociación de padres de alumnos del colegio Acorán de Miraflor, los amigos del Sahara, el grupo Juventud y Deporte, las asociaciones de vecinos de El Álamo y El Palmar, la Banda de Música, el Ayuntamiento, el popular Pepucho y la Asociación San Cayetano del barrio de El Pino.

Los demás alfombristas, hasta una treintena, hicieron el dibujo por la noche y colocaron los materiales durante las primeras horas de la mañana, antes de que calentara el sol. El inicio de la calle Nueva es territorio de la familia Álvarez, que ha transmitido la tradición de padres a hijos. "Tengo 69 años y hago alfombras del Sagrado Corazón de Jesús desde que tengo uso de razón", comenta María del Carmen Álvarez. En un par de horas, con la ayuda de una decena de primas y amigas, habrán terminado su parte, realizada con sal de varios colores, picón y garepas de madera teñidas. Debajo han colocado un plástico para proteger el empedrado cuando pase la procesión.

También en la calle Nueva se esfuerzan los padres y alumnos del colegio Monseñor Socorro Lantigua y los empleados de la basílica, que manejan grandes bolsas de sal marina de Torrevieja compradas por el Ayuntamiento.

Doblando la esquina, en la calle Diputación, empieza la alfombra del Club de Fútbol Sala Álamos El Pino, con más de treinta personas repartiendo la sal y las flores de buganvilla y jacaranda. Rubén Domínguez y Pepe Juan Moreno, junto al pintor local Eloy Acosta, se encargan de mantener la tradición entre los jóvenes. Su "arte efímero", bromea Domínguez, ha decorado la villa mariana los últimos ocho años.

A esa hora también está muy animada la alfombra del piso tutelado para discapacitados, que dibujan con flores una paloma de la paz. La monitora Lidia Montesdeoca ayuda con mimo a los once usuarios del centro. Mapi de la Nuez es otra afamada diseñadora y este año utiliza la sal. Recuerda que esta tradición la instituyó el párroco Juan González en 1911, por lo que lo que cumple la 101 edición. "Y no nos cansamos", apunta.