Cuando no hay recursos, toca tirar de imaginación. Eso fue lo que hicieron los miembros de Tara Climb, un club de escalada afincado en la ciudad de Telde al que un buen día -y de eso hace ya más de un año- se le ocurrió darle una utilidad distinta al gigantesco túnel sobre el que se asienta la rotonda más grande de la Circunvalación al casco del centro urbano.

Sus 40 miembros federados estaban ávidos de contar con un rocódromo en el que poder satisfacer sus apetencias deportivas [el del parque de San Juan está cerrado], y así fue cómo a Samuel Garabote y a los suyos se les pasó por la cabeza sembrar de chapas, cintas, descuelgues, presas y parabolts la bóveda de la infraestructura que salva el cauce del Barranco Real.

El cariño y el esmero que le pusieron al asunto han terminado por convertir este elemento en el rocódromo urbano gratuito más grande de Canarias, "y puede que esté también entre los primeros de España", apostilla. Los datos que ofrece mientras sus compañeros se preparan para darse un paseo por las alturas dan vértigo. "Hemos puesto unos 3.000 enganches en total en las 78 vías habilitadas. Las vías son una especie de 'caminos' creados de un lado al otro del arco, y cada una tiene un nombre propio, el que le han puesto los encargados de ir perforando con un taladro el hormigón para incrustar los salientes. Así, tenemos una que se llama Tijuana, otra que es La Tetilla de Arija, Los Tres Reyes, Pellizquito...", detalla mientras un rebaño de ovejas cruza entre los pernos formando una estampa típicamente rural.

El túnel, cuyo propietario es el Cabildo de Gran Canaria, parece un gigantesco queso gruyere por dentro. Tiene unos 13 metros de alto y 50 de largo y luce una customización propia de otras épocas en las que su parapeto servía de cobijo para la celebración de botellones. Pero esa práctica forma ya parte del pasado. Los chicos de Tara Climb se han afanado en los últimos meses en limpiar y adecentar el cauce con la colaboración de otros colectivos -como es el caso de Yrichen y un centro de discapacitados- y ahora lo único que piden es un poco de ayuda institucional, "básicamente que nos instalen algún punto de luz dentro del túnel para poder hacer escalada de noche y que nos coloquen una red de riego por goteo para los dragos y el jardín que hemos hecho".

El caso es que el complejo, de acceso libre y que hasta cuenta con un rótulo en el que se indican las normas de utilización, es frecuentado por escaladores de la Península y otros países por sus características. "Últimamente nos vienen niños del proyecto comunitario El Patio, a los que les damos nociones básicas en las vías de iniciación que tenemos en el exterior del túnel", reseña Samuel.

Ahora confía en que con la difusión del trabajo hecho llegue un pequeño apoyo por parte de las instituciones "a este proyecto que forma parte de la iniciativa urbana y entretiene a los jóvenes en una actividad lúdica".