Telde

Resulta que hoy es 5 de agosto de hace 600 o más años y que también viene por Telde un aire cálido procedente de África que eleva la temperatura de la atmósfera en torno a los 40 grados en las medianías del sureste. En la parte alta de los dominios del faycán los ganados prácticamente se asfixian de calor. Y los pastores se refugian en las umbrías que dejan las higueras, los mocanes y los recodos de los cauces. En horas del mediodía, no se mueve un alma. Los cereales plantados a destiempo se están aburriendo y si no es por los hilos de agua permanente que bajan de las cumbres de enero a enero hace ya días que hubieran acabado arruinados sobre el suelo.

Pero abajo en la costa la situación es algo distinta. En cada cala, en cada playa, en cada marisco hay trasiego y guineo. El personal más menudo margulla, juega y enreda. Y los mayores preparan un afinado conduto con los frutos del mar: lapas, burgaos, cangrejos, morenas, en superficie, y peces de roca, capturados en el medio fondo.

Es la playa en todo su sentido. Una playa prehispánica que tenía, en ese trozo de costa, su residencial por excelencia: Tufia, un topónimo que según Hernández Benítez proviene de un guayre de nombre Taufia, cuya defunción se ubica según los libros de registro hasta el año 1713 en el mismo lugar, según cita Hernández Benítez.

En naciente, un pequeño acantilado que da abrigo a la cala que esconde unas hileras en cuevas al soco de los vientos y el salitre y cuya promotora fue la propia geología. Y sobre este morro un conjunto de casas de piedra que es de prever sería el no va más de la urbanización indígena.

"Sus calles eran estrechas y las casas hechas con piedra seca (es decir sin argamasa u otra cosa parecida), pequeñas, limpias y bien labradas, pero bajas de techo [...] Dichas casas cubrían con troncos juntados de palmas, y encima de ellos, para defenderse de las aguas de lluvia, hacían una costra de tierra, que todavía se usa hoy en Canaria". (Leonardo Torriani, S. XVI).

El conjunto de la antigua Taufia ofrecía una vida algo más confortable que la de la tierra adentro. Ángel Rodríguez Fleitas es arqueólogo y licenciado en Geografía e Historia. "Tufia tendría que ser un lugar privilegiado", asegura, "y según las tradiciones y algo de leyenda, la pesca y el marisqueo eran un ejercicio deportivo de los nobles, quizá no de los grandes señores, pero que tenían su consideración".

Traduciéndolo a los estándares actuales no tendría muelle deportivo, "pero sí que podría tratarse de en una urbanización residencial costera bastante chic".

No obstante Tufia no es un hito aislado. El litoral teldense, está plagado de indicios de vida anterior a la Conquista. Porque paradójicamente se recurre más a la playa antes que en los siglos posteriores a la entrada de los castellanos, según sostiene el historiador Rodríguez Fleitas.

"Para ellos eran una despensa natural inagotable", en una época en la que los recursos pesqueros estaban intactos y que ofrecía vida marina en unos volúmenes nunca vistos en la actualidad. Lo que ocurre después de la pica castellana es que se produce un alejamiento del mar como lugar peligroso, y su menos 'inmoral' utilización como zona de baño.

De hecho, como apunta el historiador, "se puede decir que en el último siglo es cuando se produce un redescubrimiento y un acercamiento a una costa" que los canarios supieron disfrutar en toda su dimensión.

Paradójicamente y a pesar de su fácil accesibilidad Tufia está por descubrir. Su condición como yacimiento se debe al Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas Sebastián Jiménez Sánchez en 1944, gracias al cual se declaró Monumento Histórico Artístico en 1973, bajo el algo romántico nombre de Ruinas del Poblado Prehistórico de Tufia.

El recinto permanece vallado desde 1979, tras sufrir un profundo deterioro en la segunda mitad del siglo pasado y hoy es objeto de campañas impulsadas por la Universidad de Las Palmas de Gran canaria que han convertido el lugar en una suerte de gran aula para futuros arqueólogos, fundamentalmente en la pequeña península que acoge a las construcciones de casas de piedra. El otro 'barrio' sigue bien vivo hoy. Está emplazado en las mismas cuevas que hoy ocupan los residentes del lugar, unas viviendas, pues, desde las que ver exactamente el mismo panorama que disfrutaron hace siglos los primeros habitantes de Gran Canaria, y que podrán ver en los pequeños de cada casa casi idénticos trajines que los enanos de aquellos antiguos canarios, hasta que vieron cómo en la cercana bahía de Gando comenzaron en el siglo XIV, con la llegada de los primeros mallorquines, cómo se deshacía poco a poco su antigua sociedad.