No hay referencia a la villa de Teror que no tenga por medio un pino y que no de nombre a productos, esquinas, lugares y personas.

Maderas El Pino, Muebles El Pino, Juan del Pino, María del Pino y hasta Refrescos El Pino, que también hubo, para luego sustituir la marca por la de la famosa y muy añorada Nik, son el reflejo de la leyenda barroca que sitúa la 'aparición' de la virgen del mismo nombre en un soberbio ejemplar que prospera en el centro del pueblo, tan soberbio, que aún tenía espacio de sobra para hacer de maceta para tres no menos enjundiosos dragos entre sus ramas.

El historiador Gustavo A. Trujillo Yánez ha rebuscado en los archivos la génesis y circunstancia de este ejemplar al que se le atribuyen, como él mismo afirma, "fascinantes" historias que forman parte del patrimonio eclesiástico de la Diócesis de Canarias, y que en realidad, según afirma, constituyó el primer 'templo' -en este caso vivo- que acogió la devoción por una imagen que ha perdurado durante siglos.

El investigador terorense publicará este mismo mes de septiembre, el mes de la fiesta grande de la patrona, Los milagros de la Virgen del Pino de Teror. Imagen y religiosidad barroca en Canarias de Anroart Ediciones, un volumen de más de 300 páginas que incluyen documentos históricos transcritos, incluida la denominada Información de la caída del Pino, que data del año 1684.

De esa época es la 'foto' en dibujo del llamado Pino Santo de Terore, que se cree realizado por el historiador Tomás Marín y Cubas, y que se encuentra en la Biblioteca Pública Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife.

Trujillo escribe que "así lo señaló el propio autor en su obra manuscrita Historia de las Siete Yslas de Canaria, fechada en 1687: dos años antes copié este árbol por dos partes, a la entrada de el lugar i desde el pie del barranco. A pesar de todo, de ambos dibujos no se volvió a tener noticia hasta el año 1990, momento en que fueron hallados en la citada biblioteca por el investigador José Barrios García".

Fue pues una captura 'in extremis' porque una tormenta el lunes 3 de abril de 1684 desbarata el individuo, de más de 40 metros de altura, según el cálculo a ojo de las crónicas, montándose la consiguiente alarma y desgracia.

200 años atrás. Aún no ha acabado el proceso de Conquista de la isla de Gran Canaria y el entorno de las medianías es el propio de la Selva de Doramas, una tupida laurisilva cuyos resquicios aún quedan en los Tilos de Moya, en Barranco Oscuro o en la vecina finca insular de Osorio. Algunos fijan el 8 de septiembre de 1481 la fecha en la que se obraba el milagro.

En lo alto del más fantástico pinus canariensis de aquella abigarrada foresta se situaba la imagen de la Virgen, de pie sobre una lápida en la que dejó las huellas de sus pies. El prebendado de la catedral de Las Palmas, Fernando Hernández Zumbado, recoge en 1782 los retales de la tradición oral que describe el prodigio:

"Nuestros padres nos han dicho que dirigidos por un resplandor maravilloso la encontraron en la eminencia de un Pino, rodeada de tres hermosos dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de nicho; que una lápida muy tersa le servía de peana y que del tronco de aquel árbol nacía una fuente perenne de aguas medicinales".

Se supone que jaleados por el obispo Juan de Frías, una presencia hoy algo dudosa, se inicia la veneración de la imagen y el lugar. La fama se expande por una isla aún a medio camino entre lo prehispánico y lo castellano. Suben a Terore cientos de personas, si no miles, a beber de sus aguas medicinales o a asombrarse por el nuevo misterio. Ahora es ya el 'pino de las maravillas'', cuyo poder de convocatoria obliga al obispo De la Cámara y Murga, a perimetrar el sitio y a construir un lugar de culto. En 1503 se crea la parroquia de Nuestra Señora del Pino, y con su nombre se bautizan los primeros esclavos, incluido un primer Juan del Pino.

La imagen se 'comercializa' desde primera hora. Siempre según Trujillo, ya en 1558 "se menciona la camisa labrada de pinos de seda verde que lucía la Patrona".

Y junto con la primera piedra de la actual fábrica de la basílica también se esconde desde 5 de agosto de 1760 una medalla en plata sobre la que se esculpió 'un pino abierto a buril', según se puede apreciar en un dibujo obra del notario Sebastián González de Ortega, y que se encuentra en el archivo parroquial de Teror.

También la campana de cuartos, en la torre amarilla del templo, elaborada en el año 1764, "es posible distinguir el perfil de un pino, en clara alusión al árbol santo". En 1767, cuando se termina de construir el templo, se celebra la apertura entre otros, con fuegos artificiales: Y en la quema, recoge el historiador, "cabe destacar la quema de un pino a cuyo pie estaba atado un caimán horroroso con la boca abierta y encima una Ave María».

También del siglo XVIII data el manto de los Pinos, donado por fray Joaquín de Herrera, cuya elaboración se atribulle a la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

Pero el pino salta en el siglo XX al ámbito civil, y también al comercial. En 1914 por iniciativa popular se pide al Ayuntamiento que el primer escudo de la villa contuviera el símbolo del árbol, algo que curiosamente desaprueba la Real Academia de la Historia en 1955, por lo que tuvo que ser retirado, para volver a lograrlo en 2001 tras ratificarlo la comisión heráldica del gobierno canario.

En cualquier caso el pino se encuentra presente en miles de hogares de las islas: concretamente en cada botella de Agua de Teror, en cuya etiqueta aparece estampada su figura, además de las ya citadas empresas radicadas en la villa que recurren a un nombre y que automáticamente las identifica con la sede de la patrona, por no hablar de la propia denominación de la fiesta de cada 8 de septiembre.

Otros movimientos, con menor fortuna, como el de hace unos años, el 'anti-pino', se publicitó estampando el ejemplar con un signo que lo tachaba, arruinando de paso las fachadas y piedras de inmuebles y mobiliario urbano.

En cualquier caso uno de los mejores ejemplos del mítico árbol figura en el parque Teresa de Bolívar, hecho a la piedra por el escultor aruquense Santiago Santana.