En el año 60, cuando empezaba la expansión turística en el sur de Gran Canaria, Juan Franco dejó la labranza en Maspalomas y pasó a dedicarse profesionalmente a la fotografía. Ahora, después de más de 50 años de trabajo en el sur de la isla, decide donar su archivo al ayuntamiento de San Bartolome de Tirajana. Entre las miles de imágenes que ha legado se encuentran las del mítico edificio Las Rotondas de San Agustín, el primero que se hizo en la zona turística. O las fotos que realiza de la visita, al municipio sureño, del príncipe Juan Carlos, hoy rey de España, con su familia en el año 73. Es a partir de ese mismo evento cuando le contratan en el ayuntamiento de San Bartolome y se convierte en referencia para los periódicos de las Islas, como el desaparecido Eco de Canarias o La Provincia.

¿Por qué decide donar su archivo fotográfico?

Mi idea, mi ilusión, es que Maspalomas tenga un museo de fotografía, porque en 50 años ha tenido una enorme transformación, que quedó recogida en mis trabajos. Quiero que la gente pueda consultarlas para conocer parte de la historia. Y dono gran parte, no todo, porque el archivo es muy voluminoso y está dividido en dos partes: una que ya cedí y otra que tiene mi hermano, que yo se la facilité y que sigue teniendo él. Ahora, además, sigo intentando que más personas hagan donaciones, porque hay más gente que tiene trabajos míos.

¿Cómo era la realidad socioeconómica cuando se disparó el turismo en el sur de la Isla?

Al principio se vivía muy mal. La gente se dedicaba a la pesca, agricultura y en la parte alta tenían el carbón, que consistía en ir al pinar a coger leña y pinocha para hacerlo. A finales de los 50 la situación cambia por dos motivos: la construcción de la fábrica de cemento y la presa de Soria. Antiguamente el agua que había en Maspalomas era desalada y contar con agua dulce evolucionó el panorama. Entonces los exportadores ingleses y canarios plantan la totalidad de las tierras del municipio de tomates. Ahí se produce el primer cambió económico de la zona. En el 61 en adelante, con el turismo, fue un cambio en el que pasamos del latifundio desértico, al emporio turístico.

El cambio entre los años 60, con los inicios del boom turístico, y los 80, con la llegada de l turismo de masas, ¿fue drástico?

Sí, porque mucha gente de todos los lugares de la isla fueron a trabajar al sur. La industria se desarrolló de San Agustín hacia abajo, construyéndose primero Las Rotondas y los Caracoles, Nueva Suecia, el hotel Folía y después siguieron edificándose bungalows por Playa del Inglés. Cuando comienza la zona turística en San Agustín nadie en las Isla conocía el turismo y se vendían los solares más baratos en el sur que en Vecindario. Luego llego la Ley Strauss en Alemania, que daba beneficios fiscales a los alemanes que construían en países en vías de desarrollo, es a partir de ahí cuando se hacen más apartamentos. Aquí quiero nombrar a la mujer más conocida por Lilo, la señora Neckermann, que edificó lo que se llamó en su época 'Lilolandia', hoy Bahía Feliz.

¿Qué tipo de turismo llegaba en los años 60?

Sobre todo suecos. La gente se sorprendía porque las suecas se bañaban en bikini. Fueron las primeras en Canarias, algo que levantó mucha expectación. Pensemos como eran las costumbres del pueblo canario en aquella época y de buenas a primera llegaron las mujeres con esa prenda. Hay una cosa curiosa, cuya única fotografía es la que tengo pena no haber hecho. En aquella momentos había muchas construcciones en Maspalomas y Playa del Inglés, en las que trabajaban muchas personas. Pues toda esa gente a la hora del medio día, todos hombres con el casco de las obras, se desplazaban a las dunas y a la playa a ver a las suecas. Había cerca de 400 obreros mirando a unas pocas mujeres, catorce a lo mejor. Las suecas mostraban todo aquello que las canarias ocultaban.

¿Cuál es la foto más memorable que ha realizado?

La que yo recuerdo con más cariño es la que hice cuando se inaugura el Astrofísico de la Palma en el año 85, que vino la familia real de Suecia. Como era un viaje privado no había prensa informada, pero el director del hotel donde se hospedaban me dijo que yo fuera, pero que lo mantuviera en secreto. Entonces varios días después de que se marcharan publicaron una página en el periódico La Provincia con la visita. Es el reportaje que más me ha emocionado. Independientemente del primero que hice, la visita de los príncipes de España.

¿Qué diferencias ve ahora con el turismo que llegaba antes?

Es muy diferente. La cuestión del buen turismo se pierde cuando llega el turismo de masas, en los 80, con los vuelos charter. Ahí empezó a cambiar todo, de mayor poder adquisitivo, pasamos a menor. Ya no se dejaban tantas propinas a los taxistas o camareros. Lo que comienzan a venir son trabajadores de Alemania o Suecia. En los 60 se gastaba más, pero en los 80, y ahora, lo que hay es el todo incluido.

Hablamos de la transformación del turismo, pero ¿cuál ha sido la de los canarios?

Los canarios han sabido adaptarse. La gente pasó de la agricultura a ser taxistas, camareros... La transformación fue enorme y afloró la riqueza dentro de la gente de la zona. También llegó gente de la Costa del Sol, y ellos tenían una ventaja sobre los canarios: que conocían lo que era el turismo allá. Luego venían, se hacían camareros y cuando se cansaban iban al banco, planteaban sus ideas empresariales y se los avalaban. Montaban un bar, una discoteca, y el banco les facilitaba el dinero solo por su palabra. Al poco tiempo se pasó a comprar bungalows por poco dinero y a venderlos por más. Ahí comenzó la burbuja inmobiliaria del sur. No es que se beneficiara a la gente de fuera, sino que estos eran más arriesgados.

¿Cómo ve al canario frente al turismo de los últimos años?

El pueblo canario ha matado el turismo. Han cambiado las formas de tratar al turista, tendríamos que respetarlo. No hablo de servilismo, solo de un buen trato. Tener mejores hoteles, la ciudad limpia y pulcra. Nosotros no teníamos nada más que sol y playa, y empezaron a exigir otras cosas los turistas que llegaban, como centros culturales. Y, sobre todo, un casco histórico. En los 60 se arrasó con un pueblo completo. Había casas de dos aguas en Maspalomas y las derribaron unos tractores. Ahora lo más antiguo es Nueva Suecia. El convenio del 61 decía que había que tirar todo, solamente se dejaba en pie el faro, la casa del Amo, la casa donde hoy está la casa condal, y el cementerio. Ese año se proyectaron edificaciones como Vegueta, casas bajas con hoteles y muchas zonas con espacio para el ocio, no como después ocurrió.

Tiene imágenes de Maspalomas totalmente virgen, ¿le hubiera gustado mantenerlo así?

No, porque el progreso es el progreso. No es lo mismo andar en burro a las seis de la mañana que tener ahora un Mercedes. La gente ha progresado, lo que no se ha hecho es mimar al turismo, y el peligro grave es la poca atención que se ha dado a la limpieza.

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