Un invierno sin lluvias y un verano asfixiante ha echado a perder las cosechas y están vaciando las presas a pasos agigantados. En marzo de 2011 había 44 millones de metros cúbicos de agua en los grandes embalses de Gran Canaria y en agosto de este año quedaban 21 millones. El último dato ofrecido por el Cabildo, el pasado miércoles, rebajaba ese volumen hasta los 12,7 millones. A ese ritmo, la mayoría de las presas quedarán vacías a mediados del próximo año.

Ese escenario no solo preocupa a los agricultores. "No podemos negar la evidencia; si este invierno es igual de seco nos empezaremos a ver en problemas, porque aunque haya agua en la presas para cubrir los riegos hasta el próximo verano, habría que empezar las restricciones en previsión de que la sequía fuera a más en los siguientes años", reconoce Gerardo Henríquez, gerente del Consejo Insular de Aguas, el órgano del Cabildo que controla la red hidráulica y fija los precios públicos.

"En el caso de que no lleguen pronto las lluvias tendremos que ser muy cuidadosos con el agua almacenada, aplicar medidas de regulación y hacer más esfuerzos en agua desalada y regenerada", explica Henríquez, quien recuerda que la situación de los siete embalses que son propiedad del Cabildo permite "un cierto desahogo". Todos se llenaron en el invierno de 2010-2011. "Afortunadamente veníamos de un año fantástico, con rebosos y un récord histórico de agua almacenada en Soria".

Ahora, las presas más grandes del Cabildo, Chira y Ayagaures, registran la mitad de su capacidad, mientras que Candelaria y Fataga están prácticamente vacías. Peor le va a las privadas, la mayoría por debajo del 30 % del volumen. El gran embalse de Soria, de titularidad mixta, está al 25 % de su capacidad total, pero aun así almacena casi la mitad del agua de lluvia que existe en la Isla.

"Estamos combinando el agua de presas con la regenerada y desalada, pero no hay que minimizar el problema porque estamos jugando en el límite, en el sentido de que andamos con producciones máximas de agua desaladas, produciendo las 24 horas y bombeando en horarios no habituales, lo que incrementa los costes eléctricos", apunta Henríquez.

Evaporación

A su juicio, este es un año para olvidar en el aspecto hídrico. Tras uno de los inviernos más secos de los últimos años ha seguido un verano con seis olas de calor y temperaturas medias por encima de los 30 grados, condiciones mortales para la agricultura. "Por un lado, las altas temperaturas hacen que el campo demande más agua, y por otro, los niveles de evaporación son mayores", comenta el gerente del Consejo. A más superficie, más agua se pierde.

El agua de riego pública ha mantenido los precios, pero no así la de las presas, pozos y galerías privadas. En algunas zonas de las medianías y del norte de la isla se han pagado hasta 40 euros por una hora de agua. "Si no llueve este invierno tendremos que tirar la toalla", afirma Ricardo Domínguez, presidente de la Cooperativa de Agricultores del Centro, que predice un negro futuro al campo si no llegan pronto las precipitaciones.

"Esta sequía es muy seria y nos está complicando la existencia; estos últimos meses han sido críticos", recalca Domínguez. No hay agua a precios que permitan sacar rentabilidad a las cosechas. "Ahora estamos escapando porque solo hay hortalizas, pero en el verano se perdió el 40 % de la cosecha de papas por la falta de agua", comenta el dirigente agrícola.

Si persiste la sequía, la solución para la agricultura está en el agua desalada, como ya lo es para el consumo urbano en la práctica totalidad de la isla. Esa es la política que pretende seguir el Consejo Insular de Aguas, asegura Henríquez. "Los precios del año 2012 han sido más altos, por eso estamos ampliando nuestras redes de distribución e incluso pedimos la colaboración de las redes privadas para desactivar esa subida", añade.

Lejos de los despachos, la situación se ve igual de negra. En Fataga, en el bar de la gasolinera, un grupo de agricultores coincide en que la labranza tradicional "acabará desapareciendo". Y eso que ellos aún compran el agua a 18 euros el litro. La presa del pueblo es una de las más afectadas por la sequía y apenas queda un charco de ranas junto al muro. Está al 4 % de su capacidad. Pese a ello, Fataga no tiene problemas de suministro agrícola porque el agua les llega de El Espino y Chira, aparte de un naciente para el consumo humano.

Otra cosa es el calor. Las altas temperaturas de marzo acabaron con la cosecha de papas y naranjas, y las de julio y agosto quemaron las producciones de aguacates y mangos. "Yo tengo naranjeros y este año solo me dieron cinco kilos por mato", declara Domingo, un agricultor de la localidad. Peor le ha ido con los aguacates, pues habitualmente recogía 500 kilos y este verano apenas han llegado a 20 kilos. Y los albaricoques, la fruta típica de Fataga, "ya solo existen como nombre de las fiestas del pueblo", ironiza.

El pueblo de Santa Lucía de Tirajana "se ha librado de las olas de calor y ha tenido un verano normal, con días buenos y días malos ", aseguran Juan Gutiérrez y Antonio Betancor, agricultores cobijados a la sombra de unas palmeras en la orilla de la carretera. "Ya no vale la pena dedicarse a las tierras porque el agua se lleva todas las ganancias, lo mejor es plantar un huerto para el consumo propio y dedicarse a otra cosa", opina Juan Gutiérrez.

La cercana presa de La Sorrueda, símbolo turístico de Gran Canaria, está a menos de la mitad de su volumen, pero ha conocido épocas peores. Aún se refleja el palmeral en sus aguas, pero barranco arriba ya se perciben los efectos de la sequía.

En el muro y en las orillas de la presa de Chira es bien visible el descenso del agua. En febrero de 2011 almacenaba 5,6 millones de metros cúbicos, de los que le quedan 2,5 millones, el 46 % de su capacidad total. Su caudal alimenta la cuenca de Tirajana y, cuando es necesario, también se desvía hacia el embalse de Soria. Pese a tener el riego a dos pasos, los agricultores de Cercados de Araña empiezan a temer por las cosechas del próximo año. La producción de papas mermó este verano porque los precios del agua no animan a plantar.

"La gente ha dejado de cultivar porque la hora de agua está a 18 euros, muy cara para estar al lado de una presa", señala Santiago Cazorla, cuya finca linda con Chira cuando está llena. El agua está ahora a muchos metros de su casa, lo que le permite pasear por el interior del embalse para mostrar el descenso del nivel.

En la otra orilla, un grupo de turistas ingleses intenta pescar una de las grandes carpas introducidas en la presa para incentivar las actividades acuáticas. Hasta 20 kilos han dado en la báscula algunas capturas. Varias viviendas de Cercados de Araña se han transformado en casas rurales y apartamentos, en un giro de la agricultura al turismo.

"Aquí solo quedan unos 20 agricultores porque la gente joven se ha ido a trabajar al sur o a la capital; la tierra da mucho trabajo y pocas alegrías", relata Cazorla. Y eso que en Cercados de Araña han sufrido sequías mucho peores. "Digamos que esta situación es normal, porque hace 40 años se vació por completo la presa y hubo que traer agua en cubas para salvar los árboles; lo que ocurre ahora es que hace un año estaba rebosando y ahora no llega a la mitad", apunta.

La presa de Las Niñas, la más popular de la isla, está al 20 % de su capacidad. De 5,1 millones de metros cúbicos ha pasado a un millón. Su cascada sobre Soria fue la imagen de las lluvias de los meses de febrero de 2010 y 2011, pero hoy apenas queda agua para que los turistas se hagan una foto. El muro de Soria, que rozó los 90 metros, está ahora con 78. En La Aldea, la otra gran cuenca de la isla, solo Siberio tiene altas reservas para el riego, un 77 %. Parralillo y Caidero de las Niñas han descendido al 26 y el 14 % respectivamente. Todas rebosaron el año pasado.