Carmelo Vega Santana, el alcalde de Santa Brígida que más años ha durado en el cargo, nació en el barrio satauteño de Las Goteras, limítrofe con Telde, el 6 de octubre de 1944, por lo que el pasado sábado cumplió 68 años. Actualmente no pasa por su mejor momento. Este mismo martes tuvo que ser atendido de una crisis de ansiedad mientras era interrogado en uno de los múltiples juicios que jalonan su carrera política.

Una sentencia de 2005 le hizo abandonar la política activa después de que el Tribunal Supremo confirmara la condena a nueve años de inhabilitación por prevaricación administrativa. Este fallo, conocido como el juicio del parterre, supuso en la práctica su fin político. Una vecina lo denunció por derribar el parterre de su casa. El concejal de Urbanismo de entonces, Luis Troya, también fue condenado por el mismo delito y a la misma pena.

El nuevo percance de Vega une sus asuntos judiciales pendientes con su precario estado de salud desde que hace unos años le transplantaran el hígado en un hospital de Tenerife de la Seguridad Social especializado en este tipo de operaciones. Diabético crónico, no solo los pleitos en los tribunales han minado su salud. Paralelamente ha ido perdiendo su protagonismo político y empresarial.

En su época de mayor éxito empresarial y político, especialmente en las dos últimas décadas del siglo pasado y el primer lustro del actual, se lo disputaban los principales partidos y él siempre se ha dejado querer (y a veces odiar) por todos también.

Hijo de Pedro Vega y de Felisa Santana, dos modestos trabajadores del campo que fundaron una familia muy humilde, Carmelo llegó a crear un emporio empresarial partiendo de la nada. Es lo que se dice un empresario (aunque ahora en horas bajas) hecho a sí mismo.

Carmelo nació en una humildísima familia de agricultores de La Culata, en el barrio satauteño de La Atalaya. Debido a la precaria condición familiar, comenzó a trabajar desde niño y apenas tuvo posibilidades de ir a la escuela. Casi no pudo aprender a leer y escribir. Malamente sabía expresarse bien. Siempre recuerda la anécdota de cuando era freganchín y llamaba tronpical a la cerveza Tropical.

Porque Carmelo, hombre carismático y personaje singular donde los haya, nunca se ha avergonzado de su pasado y de sus orígenes. Cuenta esas anécdotas con presumido regocijo, sin ningún tipo de complejo. Tiene un hijo sordomudo y una hija casada con un empresario turco.

A pesar de sus dolencias con el hígado, es abstemio y muy frugal en las comidas. Cuando llegó por primera vez a la alcaldía él mismo puso dinero de su bolsillo para pagar las facturas del agua. Sus detractores lo han llamado cacique, ignorante y dictador, aunque sus partidarios lo defienden con epítetos como generosos, desprendido y cariñoso. Ciertamente Carmelo gana mucho en las distancias cortas.

Aunque hay quien lo considera vengativo, siempre ha sabido diferenciar su vida política con la personal. Después de un fuerte altercado con concejales de la oposición, luego no tenía ningún reparo en sentarse con ellos en la misma mesa a liberar tensiones en un almuerzo. A la ex concejal nacionalista Victoria Casas, con la que tuvo fuertes desencuentros, le regalaba en verano cajas de ciruelas de su finca particular.

Es amable, atento y no guarda rencor, posiblemente debido a su carácter religioso que le hacía rezar por sus adversarios antes que por sus amigos. "Siempre te tengo en mis oraciones" era una de sus frases preferidas. Otra era: "Interpreta mi silencio". Muy católico, se le recuerda con crucifijos y otros símbolos de la religiosidad. "Si Dios quiere" o "como Dios manda" también eran frecuentes frases suyas.

Debido a sus creencias seguramente, nunca humilló a sus adversarios ni cuando dispuso de mayoría absoluta. Nunca faltó al respeto ni desairó a nadie, a pesar de que algunos lo tenían por un ignorante y hacían chanzas de sus orígenes y de su escasa formación académica.

Algunos opositores lo acusan de no respetar las ordenanzas municipales cuando ejerció de alcalde. Sin embargo, muchos vecinos le agradecen su laxitud con la disciplina urbanística para poder reformar y ampliar sus viviendas. A pesar de su origen humilde, siempre fue vestido pulcra y elegantemente, incluso cuando dejaba de lado el traje y la corbata, siempre conjuntado y con gusto.

Se inició en la hostelería de manos de Agustín Artiles, dueño de Las Grutas de Artiles, entre otros negocios. Tras trabajar varios años como freganchín, pinche y camarero logra la gestión de su primer local: el emblemático restaurante Bentayga, en el Monte Lentiscal. Estuvo con él más de veinte años hasta que desavenencias con los propietarios lo llevaron a dejar la gestión en otras manos.

También se hizo en su momento con el restaurante de la Institución Ferial de Canarias, que se convirtió en un referente para bodas, bautizos y comidas de empresas. Más adelante montó un catering de comidas a domicilio y se atrevió con el hotel Monte Verde, que terminó funcionando sólo como restaurante y que ahora está cerrado y embargado. Todo su emporio hostelero lo ha conducido a la ruina.

Políticamente siempre se apoyó en Antonio Díaz, que le sucedió en la alcaldía cuando sus propios compañeros le presentaron una moción de censura, y en Javier Baeza, que abandonó con él el Partido Popular para posteriormente regresar a él. Vega, sin embargo, ha sido consecuente y no volvió al PP tras la ruptura con Soria.

En su momento el partido que fundó en la transición democrática, Independientes de Santa Brígida (ISA), se integró años después en un acuerdo con el PP, que en aquel entonces presidía José Miguel Bravo de Laguna, pero tras algunas traiciones internas que culminaron en su defenestración como alcalde, lo abandonó de un portazo.

En una entrevista concedida a este periódico hace un par de años confesó que "el único favor que me pidió Bravo de Laguna cuando llegamos al acuerdo político fue que metiera a su hijo Lucas en puestos de salida de la lista". Así fue. Lo que nunca se imaginó Carmelo es que el hijo de José Miguel fuera a traicionarle con el tiempo al ser el principal muñidor de la moción de censura que le costaría el cargo en 2005. Lucas es hoy alcalde de Santa Brígida y consejero de Deportes del Cabildo, donde su padre es presidente.

Con Antonio Díaz entró en política hace más de treinta años a través de ISA, formación con la que concurrieron varias veces a las elecciones locales hasta que a mitad de los noventa decidieron integrarse en el Partido Popular. Fue muy recordada su aparición en un mitin en helicóptero, como el anuncio de la margarina. Su generosidad empresarial hacía convidar a miles de satauteños a celebrados asaderos y paellas populares. Carmelo Vega se presentó por primera vez a unas elecciones locales en los primeros comicios de la democracia, en 1979, con su pequeño partido. En 1983 alcanzó la alcaldía. En los siguientes comicios, en 1987, logró la mayoría absoluta de diez concejales con ISA.

En 1991 volvió a ser el más votado, con ocho concejales, pero le faltó uno para la mayoría absoluta y otros cuatro partidos hicieron un pacto que lo llevó entonces a la oposición. En 1995, 1999 y 2003 volvió a ganar consecutivamente, aunque sin mayoría absoluta, lo que hizo que el municipio sufriera etapas de ingobernabilidad debido a traiciones y transfuguismos.

El ex alcalde siempre ganó en todas las elecciones en las que encabezó la candidatura. Luego lo echaron sus propios concejales. Tras abandonar el Partido Popular, volvió a recuperar su viejo partido independiente, pero ya nada volvió a ser igual. Salió él solo como edil y apenas participaba de los plenos debido al agravamiento de su enfermedad, que le obligó a pasar temporadas en el hospital.

En octubre de 2007, en el marco de la operación Brisan fue detenido junto al ex alcalde Antonio Díaz Hernández y Luis Troya, ex concejal de Vías y Obras, así como tres técnicos municipales. A los seis se les acusaba de delitos relacionados con actuaciones urbanísticas, fraude, negociación prohibida a funcionarios públicos, falsificación documental, exacción ilegal, tráfico de influencias, prevaricación y malversación de caudales. Ahora no sólo ha sido noqueado por fallos judiciales, sino por achaques de salud y sinsabores empresariales.