El primer proyecto quedó relegado por el uso de la llamada corona mural, un elemento "que fue entendido como símbolo de la República". El segundo, que incluía dos bocetos, y el tercero, lo fueron porque adoptaban el escudo del Mayorazgo de Arucas, cuando éstos murieron sin descendencia y no dejaron obra alguna "que recordara su generosidad en el bienestar del pueblo", y porque ni el lema Ora et Labora ni los perros tenían que ver con Arucas. Y, el último, con dos opciones, por otros pulsos entre los grupos del poder de la dictadura.

La disputa por los signos de identidad del escudo fue relegando la decisión final durante ocho años, hasta que su diseño recayó en el entonces concejal Florencio Santana (1910-1996).

Los técnicos municipales Antonio Jiménez y Alicia Hernández han podido rescatar la historia más profunda de este largo proceso, gracias también al esmero de protección de la familia Santana para evitar la pérdida de un documento histórico para Arucas. Sobre todo, porque muy pocos ayuntamientos pueden decir que cuentan con los sucesivos dibujos originales, acuerdos plenarios, correspondencia, discusiones, dictámenes, correspondencias y todo el trámite que se alargó durante ocho años, debido en gran parte a las discrepancias sobre la simbología que se iba a escoger en la época más dura del régimen.

Es de destacar el enfrentamiento jerárquico y tal vez personal entre el secretario del Ayuntamiento, Jaime Pereira, representante del régimen, y el cronista oficial, Pedro Marcelino Quintana. Y, en medio, el alcalde del momento, José Henríquez.

Reza y trabaja

El expediente se inicia en el año 1946, y concluye con un escudo donde sobresale una colmena, símbolo de la laboriosidad, aunque sin vínculos propios de Arucas, y la expresión Ora et Labora (reza y trabaja).

El escudo, aprobado por el general Francisco Franco en 1954 tras este largo culebrón que se prolongó durante ocho años, y que incluyó el diseño de hasta siete bocetos, ahora vuelve a adquirir protagonismo por la aparición de la extensa documentación del expediente oficial, que fue entregada por la familia del autor y concejal de la época, Florencio Santana, que lo conservó con mucho celo en su propio domicilio.