A fines de 1968, don Federico Díaz Bertrana, presidente por entonces del Cabildo Insular de Gran Canaria, daba cuenta a la prensa y a la población de la isla del cierre de actividades de aquel año y las principales propuestas de actuación para el que comenzaba. Entre ellas destacaba la proyectada construcción de dos miradores-paradores en los parajes de El Helechal, del municipio de Valsequillo, y el de Teror, que se edificaría en el lugar conocido como San Matías. El Cabildo Insular pretendía dentro de su política de promoción turística de la isla y conjuntamente con el Ministerio de Información y Turismo, "realizar obras del máximo interés para promocionar el turismo en lugares magníficos de nuestra isla que necesitan de centros adecuados para que allí también se logre esa fijeza y brillante realidad que tiene en playas y lugares cumbreros de Gran Canaria".

Venía la denominación de este lugar por la existencia en sus cercanías de una ermita dedicada a este santo y cuyos cimientos derruidos permanecieron visibles hasta la construcción del Convento de las Dominicas en la década de los años 20 del pasado siglo. El historiador Marín de Cubas la menciona en su obra de 1687 -Historia de las Siete Islas de Canarias. Origen, descubrimiento y conquista- en los siguientes términos: "Puesta a la obediencia de Reyes Católicos la Isla de Gran Canaria por el Capitán Pedro de Vera? puso quien doctrinase i enseñase la fe en varios lugares y sitios? y en uno llamado Terror? se fabricó Iglesia de la advocación de San Matías?" Según parecer de algunos, cuando el Cabildo catedralicio mandó edificar ermita al lado del Pino de la Virgen, se trasladó al nuevo templo la parroquia de San Matías.

Fue siempre lugar de reunión y caminata y desde el obispo Marquina a Monseñor Socorro, desde González Díaz a Ignacio Quintana Marrero; sus alrededores, su era, sus pinos (en los que destacaba, y sigue destacando el que llamaban "Pino Lira" por la forma de sus ramas), su granero (conocido desde siempre como la "Casa de Juanito Antonio", denominación que varió sobre los años sesenta) serían lugar de tertulias y fiestas y desde 1952 el punto de partida de las romerías de septiembre. Del pino escribiría don Ervigio Díaz Bertrana: "A su fresca sombra solía Monseñor Socorro leer el Breviario. Muchas veces preparaba las homilías junto al pino centenario, que generalmente solían tener un elevado tono espiritual, puro, lírico; sin duda inspiradas por el "Pino Lira". Allí iba Monseñor Socorro con sus amigos de siempre: don Santiago Rivero, don Manuel Melián, don José Hernández y otros, que acompañaban al párroco en las caliginosas tardes de estío. Todas estas personas eran muy habladoras, humanamente comunicativas, que parlamentaban sobre los temas más variados"

Poco meses después del anuncio de los miradores, el presidente, en pleno de 25 de junio de 1969, informaba la redacción de los proyectos por parte del arquitecto Andrés Boyer y Ruiz-Beneyán. Boyer (tío del que años más tarde sería ministro con Felipe González, Miguel Boyer) era natural de Zaragoza y había llegado a la isla como jefe de la Sección de Arquitectura de la Delegación Provincial del Ministerio de la Vivienda. Fueron obras suyas la celebérrima sala de fiestas de Altavista; algunos trabajos realizados en la inconclusa Iglesia del Sagrario de la Catedral de Santa Ana; y en 1969 se encargaba de la dirección técnica de la restauración de la Basílica de Nuestra Señora del Pino, en el mismo Teror. Contó en el diseño del mirador con la ayuda inestimable y claramente perceptible en determinados elementos, del pintor Santiago Santana, empleado asimismo del Cabildo Insular como asesor artístico.

El presupuesto inicial del Mirador de San Matías era de 2.725.414 pesetas, con 595 metros cuadrados, y fue aprobado por unanimidad de la corporación cabildicia. En aquel verano se adquirieron todos los terrenos necesarios y cercanas las fiestas del Pino, se convocó la subasta de las obras, pero ya por entonces el presupuesto se elevaba a 2.849.045 pesetas y se establecía un plazo para su construcción no superior a doce meses, a partir de la formalización del contrato.

Las obras, adjudicadas a don Manuel González Rodríguez, comenzaron a fines de enero del siguiente año, con las quejas del vecindario terorense por la posibilidad de que pudiera desaparecer la "Casa de las Pulgas", algo que rápidamente se solventó; y la edificación nació, ya de antemano, con el beneplácito de los habitantes de la Villa que veían en ella "un atractivo más para la nutrida concurrencia de visitantes", la solución a la escasez de restaurantes de calidad y espacio en el casco y sus cercanías (solo existía el Merendero Royal) y a que contribuiría al embellecimiento del Paseo González Díaz con sus variadas instalaciones. Santiago Santana, entusiasta defensor del mirador desde un primer momento, destacaba el valor de la antigua construcción anexa (que él había utilizado años antes en la portada de la partitura de Caminito de Teror de Néstor Álamo) de la que exponía "?y por fin, el tipismo intrínseco del sitio. El sabor histórico que tiene. La casita queremos conservarla. Según su estilo antiguo, claro. No vamos a ponerle un piso de mosaicos. Será un rincón típico y curioso, donde puedan comprarse postales del paisaje"

El gobernador civil , don Alberto Fernández Galar, visitó las obras el 25 de febrero de 1971 (el mismo día que inauguraba el abasto domiciliario de agua en San Isidro) con el alcalde don Manuel Ortega y otras autoridades y volvería nuevamente el 21 de julio (el mismo día que inauguraba el Hogar de la Juventud-la OJE), pero sin poder abrir en ninguna de las dos ocasiones las puertas del Mirador, que iba más lento de lo que se esperaba, aunque ello no impidió servir al final de la visita un vino español, en lo que fue el primer acto celebrado en sus instalaciones aún por concluir.

Ya a comienzos del verano del año siguiente, el consejero cabildicio don Adolfo de Castro Matos proponía al pleno del mismo la adquisición del material de cocina y restaurante;? y en la tarde del jueves, 10 de agosto de 1972, se inauguraba el Mirador de San Matías con la asistencia de agentes de viajes, autoridades, y bajo de dirección de la empresa Organización Artiles, presidida por don Agustín Artiles Padrón, que se iba a encargar de la explotación del Parador ( como también de Las Grutas de Artiles, La Luna, Galaxia, Hotel Estrellamar, La Feria, El Lasso, el Jardín Canario, Mesón La Cilla, o el restaurante del Aeropuerto de Los Rodeos,?) Fueron días importantes, de orgullo para los terorenses, en los que el grupo folclórico por entonces de reciente creación -Los Roneros- se encargaban de recibir a los visitantes. El primero de muchos importantes eventos que durante dos décadas reunieron en sus salones a empresarios, políticos, artistas,? fue la comida de celebración de un almuerzo con la que los directivos y jugadores de la U. D. Las Palmas culminaron su tradicional visita a la Patrona, tan sólo dos semanas después de su inauguración.

Una larga historia que queda ya para otros papeles y que culminó con su cierre a fines de 1994. Desde entonces, el Ayuntamiento de la Villa ha intentado (algunas veces el mismo que esto escribe) su cesión al consistorio, a lo que el Cabildo se ha negado constantemente, argumentando que el edificio debía seguir siendo utilizado para el fin que fue creado. En la espera, el abandono y el deterioro van acabando progresivamente con un edificio que fue señero para su época, y todo un motivo de orgullo para los habitantes de la Villa Mariana.

Para concluir, y como efeméride propia de la época, decir que aquel mismo año (se cumplen cuatro décadas) el Mirador de San Matías fue el escenario donde terorenses y foráneos pudieron celebrar una Nochevieja de lujo con "barra libre", "menú selecto", "delicias de Navidad", "Uvas de la Suerte", y todo lo propio para que el 73 comenzara con buen pie.