"El camino desde Agüimes hasta la ermita de San Miguel, pago de Temisas, es muy agrio, por la gran profundidad de tres barrancos; pero es todavía peor el que sigue, especialmente la bajada del valle de Santa Lucía, larga, pendiente y con rodeos". Si para llegar a Temisas en 2013, aún hoy la ruta es ardua, habría que ponerse en el lugar de Viera y Clavijo en pleno siglo XVIII para entender el quebradero que describe, pero más agria sería aún para los antiguos canarios para concluir que el valle de Temisas, el de los 1.500 olivos, tenía todos los visos, por lejanía y autosuficiencia, de constituirse en república independiente.

Porque son en esos altos de Agüimes donde la isla es prácticamente pura degollada, que tiene allí, en Temisas, un oasis en forma de cañada donde aún asoman los prehispánicos bancales que surtían de grano a estas poblaciones algo remotas.

Desde el mismo pueblo y oteando hacia la costa se aprecia el valle, festoneado, a la izquierda, con un macizo de toba que forma el yacimiento de La Audiencia o Risco Pintado, que a su vez guarda lo que se denominan como cuevas de El Pósito. Y a la izquierda, justo por detrás de donde hoy se emplaza el pequeño observatorio astronómico de Temisas, la Cueva del Gigante, una genuina filigrana volcánica más propia del diseño de un arquitecto esotérico de que de una carambola geológica.

Ambos lugares están a tiro de cañón. La bola sobrevolaría el barranquillo que los separa con sus palmeras, con su pequeño cauce al fondo, y unas pocas casas de techos a dos aguas. Enfrente, en las faldas de La Audiencia, que desde El Gigante parece la aleta dorsal de un bicho antiguo, se asoma a ese tinglado el arqueólogo Julio Cuenca: "El paisaje debe ser prácticamente el mismo", y apunta a unas hileras de piedras ya casi mimetizadas con las lomas. Se hace un silencio y ahora sí que es verdad que solo falta aquella gente, imaginándola en un trasiego de zafra entre esas cadenas de cultivos.

Una vez segado el centeno y el trigo los subirían en hatos a los pies de La Audiencia. En las primeras cuevas, lo que se clasifica en la actual excavación que está ejecutando el equipo de Cuenca por encargo del Cabildo de Gran Canaria, como sector 1, los procesarían cortando sus espigas con cuchillas de obsidiana. Y puestos a recrear, subirían a las cuevas superiores, más inaccesibles, el grano resultante, escalando por pasillos, escalones aún hoy a la vista, senderillos excavados y cuevas comunicantes.

Los indicios arqueológicos, tanto de los antiguos datos recogidos por el que fuera Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas, Sebastián Jiménez Sánchez, en dos campañas de mitad del siglo pasado, en 1943 y en 1951, y los nuevos descubrimientos de este año, a cuenta de la mejora de la carretera de Temisas, trazan este recorrido agrícola. El sector 1 es la novedad, abiertos este pasado verano tras permanecer ocultos posiblemente desde antes de la Conquista por un desprendimiento del endeble risco de toba volcánica.

Jiménez Sánchez describía así la parte superior, la de la caja fuerte de La Audiencia: "El cuerpo central de las Cuevas del Pósito o Agadir de Temisas lo constituye una amplia caverna de unos seis metros de ancho (desde el ventanal que da desde el abismo a la puerta del túnel) por doce metros de largo". "Dentro de su rusticidad presenta al visitante cierto encanto (...) De la columna salen toscas arcadas que nos recuerdan algo de templo". Para añadir que existe "hacia la izquierda de la cueva central, y contigua a ésta, otra cavidad de regulares dimensiones, con 19 silos y una excavación en la roca en forma de sarcófago antropoide..."

Esta última "cueva de los 19 silos" es toda una joya, un bargueño en piedra concienzudamente excavado que recuerda a los vericuetos del Cenobio de Valerón aunque en menor formato. El tagoror que aprecia Jiménez en aquellas primeras exploraciones, formado por un círculo de unos cinco metros de ancho por casi cuatro de largo con varias gradas, le da el nombre de La Audiencia.

En cualquier caso cuando el antiguo comisario de excavaciones llegó al sitio, el complejo ya estaba algo tocado. La carretera de Temisas se abrió allí en 1933 a golpe de dinamita, dividiendo en dos el conjunto al quedar varias oquedades por debajo del trazado.

Este jueves llegaban los primeros resultados de los granos encontrados en el hasta ahora secreto sector 1, que es el que queda a apenas unos pocos metros por encima del asfalto: son granos de cebada, principalmente, y en menor medida de trigo, a los que se añade las tiras de juncos, entrelazadas con distintos métodos, los morteros de toba, los alisadores de basalto, los raspadores, un percutor del mismo material e incluso un fragmento de hueso de un feto o bebé. Las pruebas del Carbono 14 fijarán en los próximos días la antigüedad de semillas y maderas.

Salvando las debidas distancias y aprovechando el cómo lo ilustra Cuenca a modo de ejemplo, lo ocurrido en La Audiencia fue una Pompeya isleña, en la que la nube piroplástica retrató a fuego un instante de la vida antigua para reaparecer sin una posterior intervención humana siglos después. Aunque la mecánica aquí fue diferente, con un derrumbe parcial que enlosó las cuevas. Los arqueólogos no descartan encontrar, si no hubo aviso previo que augurara el derribo, más huesos humanos. ¿Y de la Cueva del Gigante? Más misterio porque no se han realizado allí excavaciones, pero una vez se accede a ella por su techo, entrando al interior por un hueco practicado en la superficie se encuentra una sala gaudisiana con unas de sus bandas abiertas a un risco descomunal y, justo enfrente, La Audiencia, como si ese gigante fuera su vigilante perpetuo.