Fray José de Sosa dejó por escrito en el año 1678 que "la mexor población que hubo en esta afortunada isla de Gran Canaria fue la de la villa de Gáldar en donde avía mexores edificios por ser la cabeza entonces del partido de la isla y corte del rei guanarteme...", una capital pues, en toda regla y con monumento propio, La Montaña.

Reflejo del Teide o sombra de aquél, el singular volcán que parece trazado a cartabón y que se eleva a 434 metros de altitud sobre las aguas de la costa norte no es un cono cualquiera, sino el útero sobre el que se vertebró el reino de los dos primeros guanartemes: Gumidafe y Andamana.

En sus faldas se excavaron las cuevas, se decoraron y pintaron salas y se construyeron los míticos edificios de los que nunca más se supo, como el Palacio, que se cree ocupaba la plaza de la actual iglesia de Santiago, la casa Roma, o la de Las Doncellas, sepultadas y desmembradas por la posterior ocupación castellana, en un paisaje cambiante pero siempre bajo la tutela de un pico que, más de cinco siglos después, aún no ha relevado su auténtico significado.

Ni tan siquiera su nombre, que o se perdió, o es tan evidente que sigue bautizando al mismo pueblo que prosperó en sus entrañas.

Jorge Onrubia Pintado, profesor de Prehistoria y Arqueología, y doctor en Geografía e Historia, afirma que en "la documentación de la época colonial temprana se le citaba así, como ´la montaña´, a secas". Onrubia abunda en que el término ´dar´, en lengua bereber, tiene ese significado de tal forma que la toponimia de aquella villa, "cabeza de partido" o "la mexor población que hubo en esta afortunada isla", como la retrata fray José, no es otro que el de su propio emblema: Gáldar, el lugar de la montaña.

No obstante, Onrubia no quiere sentar cátedra y cita al también doctor en Filología y Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna, Ignacio Reyes García, cuya teoría es otra, con un prefijo ´gal´ que tendría un significado que alude a la gran extensión de algo, y ´dar´, pero no como montaña tal como sugiere Ondurria, sino como su pie o vaguada. Luego, según Reyes, Gáldar recibiría el nombre por su extraordinaria vega.

También es conocida como Ajódar, pero el profesor descarta el término ya que éste alude al lugar -aún por situar-, donde se produjo la última batalla de la Conquista de Gran Canaria, algo que sucedió en 1483, un año después de la ocupación castellana de Gáldar.

En cualquier caso para Onrubia su presencia trasciende más allá de la nomenclatura y considera que "no es casual que la población más importante de Gran Canaria se sitúe justo allí", emplazada en la base de este triángulo isósceles, "que evoca los triángulos de las pintaderas, con exactamente la misma forma".

Es un hito "lleno de metáforas", afirma, desde el que se ve el Teide, tótem prehispánico, otro triángulo y van tres, y "que además aparece y desaparece" de la visión desde la banda grancanaria.

La intensiva ocupación de la Montaña de Gáldar no ha permitido a los arqueólogos encontrar indicios significativos de la cultura prehispánica, salvo los restos de cerámicas hallados a mitad del siglo pasado por Sebastián Jiménez Sánchez. Y su uso posterior se reduce a la extracción de picón que ha dejado un espectacular agujero en su vertiente norte.

En su cima existen una serie de cazoletas realizadas en el suelo que, al igual que en las demás alturas emblemáticas, subrayan el sentido espiritual del icono, además de unas pequeñas cuevas excavadas en la endeble toba volcánica y que hoy permanecen llenas de basuras. La actual explotación de su punto más alto -cuyas lindes comparte con Santa María de Guía-, como solar de antenas remata un desastroso tinglado de cables, torretas y bloques que no merece a su importancia.

Pero es justo allí, observando hacia el oeste donde se encuentra el mejor mapa, el que superpone la cartografía de la Gáldar actual con la antigua Agáldar de la gran vega a la que alude Ignacio Reyes, flanqueada por Cueva Pintada, la vecina montaña de Amagro y hacia la banda de costa con los no menos importantes yacimientos de La Guancha y El Agujero.

Desde allí se puede distinguir enfocando los ojos 500 años atrás a la villa indígena animada, con su trasiego de cumbre a playa, los ganados, el cereal, los olores, sus ruidos distintos.

Es un momento único para recurrir al pensamiento de Ondurria: "El paisaje es un gran yacimiento en sí mismo..., porque el tiempo también se fosiliza en el espacio".

El paisaje como yacimiento. En la imagen superior vista de la ciudad de Gáldar, con la iglesia de Santiago arriba a la derecha, posible solar del llamado como Palacio de los Guanartemes y, a su izquierda, la cubierta verde del Museo Cueva Pintada. En la foto inferior, vista de los altos de Gáldar desde una de las cuevas artificiales excavadas en la cima.