Usted es bordadora, pero también ha escrito un libro sobre la historia este oficio

Sé bordar y hacer un poquito de calado. Cuando mis hijos crecieron y tuve más tiempo comencé a dar clases de esta labor en los barrios del municipio a petición del Ayuntamiento. Fue entonces cuando escribí Bordadoras y caladoras. Historia y tradición en Telde, recopilando información oral y también a través del cronista oficial y de la Fedac, que me dieron más datos.

Lo centró solo en Telde...

Sí, porque aunque el bordado estaba extendido por la Isla y el calado es más propio de Ingenio, Telde era el lugar principal del comercio donde ya mi bisabuela acudía, allá por 1840, desde Tentiniguada para vender las mantelerías.

¿Qué supuso el bordado para la mujer de antaño?

Antes las mujeres no podíamos disponer de nuestra libertad y siempre estábamos supeditadas a la figura del hombre para hacer cualquier cosa. Los bordados fueron como un respiro para las mujeres, que podían llevar un poquito de dinero a sus hogares, sin tener que salir de casa. Recuerdo el caso de una señora que se quedó viuda y que gracias a sus bordados sacó adelante a su familia. Era una labor de subsistencia, porque tampoco se cobraba tanto dinero como trabajo llevaba, aunque lucía mucho lo poco que se ganaba.

¿Le vienen recuerdos?

Sí. Recuerdo que por la última mantelería con todas su servilletas que vendí apenas me pagaron 55 pesetas. No era mucho, pero entonces me venía a la mente la figura de Rosita Pérez, que tuvo ocho hijas y un solo varón y cómo ella iba a visitarlas con el cesto del bordado, y golosinas en el mandil que podía comprar gracias a ese trabajo. Yo corría a su casa siempre.

¿Y qué me dice de usted?

Antes de cumplir los siete años, yo ya bordaba las servilletas de las mantelerías que hacía mi madre, que fue quien me enseñó y ella a a su vez aprendió de su abuela. De todas formas, vengo de una familia artesana, mi abuela paterna era hilandera. Y bueno, actualmente doy clases en varios barrios, de manera altruista, para que no se pierda esta tradición. Tengo hasta una alumna de Finlandia, que cada vez que está en la Isla viene a mis clases. Por supuesto yo he ido evolucionando poco a poco, aprendiendo de mis alumnas.

¿Hoy en día quedan muchas bordadoras?

Somos muy poquitas, porque los bordados canarios desaparecieron y nos invadieron los de fuera. Parece que nosotros no valoramos lo nuestro.