El aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, se convirtió ayer en escenario de infinitos besos y abrazos de reencuentros. Numerosas familias esperaban con ansia el vuelo procedente de Málaga, que ayer aterrizó en la Isla con 74 niños refugiados saharauis a bordo. Son los pequeños que participan este año en el programa Vacaciones en paz, que organiza la Asociación Canaria de Solidaridad con el Pueblo Saharaui (ACSPS) hasta el próximo 26 de agosto.

Una iniciativa que consiste en ofrecer a estos niños procedentes de los campos de refugiados de Tinduf (Sáhara Occidental) unas vacaciones diferentes y ajenas al conflicto político que les envuelve desde hace más de 30 años. "De los 74 niños refugiados, 4 se hospedarán en el municipio de Arucas, 18 en la capital, 8 entre Gáldar y Santa Brígida, 6 en Santa Lucía, 18 en Telde y otros 16 en Teror. Además de Fuerteventura y Lanzarote, donde se quedarán 4 más", explicó María del Carmen Cabrera, miembro de la ACSPS.

Este año el programa ha tenido dificultades de financiación, ya que muchas de las instituciones que han respaldado esta actividad en sus anteriores ediciones, han disminuido drásticamente su ayuda económica. Cuestión que se ha contrarrestado con el apoyo económico de las familias, quienes han pagado en su totalidad los billetes de avión de los niños. "Por eso el vuelo llega desde Málaga y no directamente desde Tinduf, como en otros años; a fin de que saliera más barato", añadió Cabrera.

La mayoría de las familias y los niños que participan en este proyecto son repetidores. El vínculo emocional creado entre sus protagonistas es apreciable a simple vista. Ejemplo de ello es el de Mercedes Macías, residente en Gáldar, que junto a su marido esperaba al que por sexto año consecutivo va a ser el anfitrión de su casa este verano. Sin quitarle ojo a la puerta de salida de pasajeros, Macías afirmó: "Tengo preparado un potaje de berros, que le va a encantar a Mohamed.

Y de postre, chocolate con plátano que seguro que no lo come desde el año pasado". A su lado, una adolescente ataviada con velo en la cabeza comentaba con una señora que el vuelo ha llegado sin retraso. Son Jalida y Ana Pérez, madre e hija adoptivas. "Llevo desde el año 1997 alojando en mi casa a niños saharauis y aún tengo la misma ilusión que el primer día", aseguró Pérez. Esta vecina de Santa Brígida recordó con nostalgia la vez que viajó a Tinduf y la madre biológica de Jalida le pidió que se trajera a la niña a vivir con ella a Gran Canaria. De esta historia han pasado más de diez años y ayer fue Jalida la que esperaba acoger a dos niños compatriotas en su hogar. "Ya que mi experiencia fue tan buena en el pasado, me siento con la obligación y las ganas de otorgarle el mismo privilegio a otros niños", señaló Jalida.

Con lágrimas de emoción en los ojos, Conchi besaba a Luali y Bachir, de 12 y 10 años de edad. "Recuerdo que el primer año que se quedaron en casa, no pararon de encender las luces y abrir el grifo de agua; ya que son comodidades que no existen en su mundo de allí", apostilló Conchi. Con varios libros de lectura en español, mapas y juegos didácticos, esta vecina de la capital grancanaria ha acondicionado las habitaciones de sus nuevos huéspedes. "Además me gusta que se sientan como en su propio hogar, por eso les permito comer con las manos, ya que es como ellos disfrutan la comida realmente", añadió Conchi. Luali y Bachir son amigos de Salek y Abba, niños acogidos desde hace cuatro años por Ramón.

Este profesor del municipio de Guía tendrá que lidiar con riñas entre un aficionado del Real Madrid y otro del Barcelona. "Aunque quien me gusta realmente es el número siete de la Unión Deportiva las Palmas: Vitolo", dijo convencido Abbad. Este año ambos niños van a asistir a un campamento de verano con otros pequeños del municipio de Guía y "así podrás ver a la chica que te gustaba del año pasado", bromeó Ramón.