Hubo una época en las cumbres de medianías de la ciudad de Telde en la que sus pobladores se alimentaban a base de gofio. A 40 céntimos de peseta el kilo de grano molido, los vecinos del barranco de Los Arenales, aguardaban su vez en el molino de la familia Lozano para hacerse con su sustento diario. Más de medio siglo después, este molino sirve de museo para escolares y curiosos de la zona. Su matriarca, Lolita Suárez, recuerda la historia del que fue el último molino en funcionamiento en el pueblo de Lomo Magullo.

Corría el año 1890 cuando el abuelo del marido de Lolita, Sebastián Lozano, compró este molino hidráulico por el valor de 112 pesos de la época, o lo que es lo mismo, 420 pesetas. Un molino que se abasteció durante dos siglos de la Heredad de aguas del Valle de los Nueve que corría por las acequias de los alrededores y que con su grano molido alimentó a más de cinco generaciones de Telde.

"La gente venía desde Cazadores, Valsequillo o La Breña montados en burros, con su saco de grano a cuestas, a moler su millo aquí", aseguró Lolita, de 83 años. "Llegamos a tener tanta afluencia de clientes, que algunos se les echaba la noche encima esperando por su turno y tenían que volver a la luz de los farolillos a sus casas por los caminos reales", añadió.

Granos de millo, trigo y cebada se machacaban en la piedra de este molino, para que posteriormente sus compradores los tostaran en sus casas. "Mucha gente se quejaba del sabor del gofio, pero yo siempre les decía que eso no solo dependía del tamaño del grano, sino también del tueste", explicó la molinera. Y es por lo que esta matriarca se levantó durante más de medio siglo a mitad de la noche y bajaba al molino a vigilar que la piedra estuviera en su debido lugar y produjera un grano no muy grueso. Entre las anécdotas que esta vecina de medianías recuerda es la forma de pagar que tenían algunos clientes. "Me decían Lolita, cóbreselo a la maquila, que quería decir que me quedara con algo del gofio que ellos hacían con el grano ya que no tenían dinero tangible", aseguró Lolita. Otro de los episodios que esta molinera destaca de la época son las disputas que se ocasionaban en torno a las cantidades y tipos de grano entre los compradores. "En los años crudos de la posguerra, la gente pasó tanta hambre que a veces nos acusaban de cambiarle el tipo de grano que traían para moler o incluso culpaban a los demás clientes de robarles su parte", señala Lolita con una media sonrisa. "Hoy en día, la gente joven ni siquiera ha probado el gofio", añade.

Hace 14 años se pararon las aspas del que fuera el último molino en Lomo Magullo por escasez de agua. Este año las fiestas de este pueblo le rinde homenaje.