"Entre nosotros nos encargamos de mantenerlos, arreglarlos e incluso les hemos hecho los trajes; estamos salvando una tradición", sostiene Jorge Silvela, vecino de Guía de 24 años, uno de los encargados de restaurar y también cargar uno de los conocidos papagüevos del municipio que estarán expuestos en un pequeño museo en la calle Lomo Guillén hasta el próximo jueves, día 15.

"Si no fuera por nosotros", continúa Jorge, "probablemente no tendríamos papagüevos aquí". Adrián Sánchez, otro guiense de la misma edad que se suma a las palabras de su compañero, siempre ha sido un apasionado de estos cabezones y desde hace mucho tiempo se ha desvivido por conservarlos. "Nos gusta tanto que en alguna que otra ocasión hasta hemos puesto dinero de nuestros propios bolsillos; la verdad es que lo hacemos por amor al arte. Pero merece la pena solamente por ver las caras de ilusión de los niños y de todos en general, porque incluso muchas personas mayores salen cuando hay pasacalles únicamente para ver a los papagüevos, ya que les revocan a su infancia; vamos repartiendo sonrisas, por así decirlo", señala Adrián.

"Aunque sufrimos", le interrumpe Jorge, "por lo que pesan y todo el rato que pasamos bailando sin parar, es una satisfacción y nos motiva ver a la gente disfrutando; también es cierto que hay gente a la que no le gustan mucho, yo creo que esto es una afición que la odias o la amas. Adrián y yo, por ejemplo, empezamos desde los 8 años llevando botellas de agua a los que antes los cargaban, y nos pagaban unas 100 pesetas, pero estábamos tan entusiasmados que incluso nos peleábamos por llevarlas. Aún recuerdo la primera vez que me llamaron para que llevara uno, me puse privado".

Junto a ellos dos, Santiago Armas, de 22 años, es el otro principal restaurador de los 18 gigantones y las dos cabezas sin cuerpo con los que cuenta Guía para las Fiestas de la Virgen. "Yo llevo desde 2001 pintándolos y ayudando a arreglarlos, y cogiendo a mi papagüevo, La andaluza, desde hace unos cuatro años; me chiflan porque son parte de la cultura de mi pueblo y de mi niñez, y de hecho están reconocidos como bien de interés cultural", afirma.

Otro que también colabora de vez en cuando en las reparaciones es Carlos Guillén, de 21 años, quien además lleva sacando a los papagüevos en las fiestas desde que tenía 14 y comenta de qué están hechos los machangos: "Las cabezas son de cartón piedra y para arreglarlas utilizamos cola y papel; y las manos están rellenas de serrín fino unas partes y de serrín grueso otras".

Sin embargo, Daniel Moreno, que suele cargar uno de los cabezones, destaca que, "a pesar de todo, se nota cómo se han ido haciendo viejos, como quien dice, se nota que han ido deteriorándose con el paso del tiempo, porque hay que ver cómo eran originalmente y verlos ahora".

Por su parte, Luis Jiménez, que se ha encargado del diseño del museo, recuerda el reconocimiento que tienen los mascarones. "Los chiquillos en Guía les tienen más cariño y afecto a los papagüevos que a Hello Kitty; es una tradición muy bonita y sobre todo a la gente del pueblo le encanta; además, tenemos la intención de crear un museo permanente y en el que podamos llevarlos a los colegios y hacer talleres para los niños", asevera Luis, después de mencionar que la exposición lleva abierta al público desde el pasado jueves y permanecerá abierta hasta el día 15.

En lo que a la historia que rodea a estos simpáticos gigantes se refiere, esta es competencia de Sergio Aguiar, archivero municipal del Ayuntamiento de Santa María de Guía: "Los papagüevos aparecen en España a finales de la Edad Media, y siempre unidos a la festividad del Corpus Christi, fiesta creada en 1240 por el papa Urbano V, que se difunde con rapidez por el occidente católico gracias a las importantes indulgencias concedidas por él y sus sucesores. Todo indica que nacieron para el Corpus y no se concibe ni entiende su procesión sin ellos, de modo que todas las ciudades españolas con iglesia catedral o colegial los incorporan durante los siglos XVI y XVII, junto a dos representaciones asociadas a ellos como son las gigantillas y la tarasca".

"A pesar de su popularidad", prosigue Aguiar, "las élites gobernantes en el siglo XVIII comenzaron a verlas como figuras irreverentes e impropias del culto sacramental, de modo que los obispos ilustrados presionaron para hacerlas desaparecer, lo que llevó a Carlos III a firmar una real cédula mandando que cesara su uso en las procesiones. En cualquier caso, probablemente gracias a su popularidad, años más tarde volvieron a salir los gigantes en muchas ciudades, incorporándose como elementos festivos a todo tipo de celebraciones, tanto cívicas como religiosas".

Con respecto a la presencia de los papagüevos en Guía, el archivero municipal expone que "aparece referenciada por primera vez en los periódicos editados en Las Palmas de Gran Canaria en el inicio del siglo XX, lo que no quiere decir que con anterioridad no hubiesen estado en las fiestas del municipio; de hecho, en la prensa del siglo XX se habla de 'los antiquísimos gigantones' de Guía. En Canarias son muchas las referencias documentadas de la participación de gigantes y cabezudos en las fiestas locales desde el siglo XVIII".

"En 1902", sigue Aguiar, "se celebró una fiesta en Guía con motivo del juramento de Alfonso XIII como Rey de España, y uno de los actos fue una salida de gigantones, lo que nos indica que ya eran una característica de las fiestas guienses. Y la primera referencia que de momento hemos localizado de la participación de los papagüevos en la Rama de las Marías data de septiembre de 1905 y fue una publicación del Diario de Las Palmas".

Sobre las características y cómo llegaron al municipio "no se sabe nada de momento", avala. "En las escasas fotografías conservadas de las Marías de la primera mitad del siglo XX solamente se pueden distinguir cinco diferentes".

Documentación

Gracias a la documentación del archivo municipal se conocen, por ejemplo, los nombres de algunas de las personas que los cargaban allá por el año 1939. Es a partir de 1949 cuando, por iniciativa de algunos ciudadanos, el Ayuntamiento de Guía comienza a comprar nuevas cabezas, hasta hacerse con un buen número de ellas, en el comercio El Ingenio de Barcelona, que en la actualidad sigue vendiendo cabezas de gigantes.

Aunque en los años 70 y 80 hubo un declive, en los 90 el Ayuntamiento rescata algunos de los que se habían perdido y se traen otros nuevos, algo que coincidió con el hecho de que muchos niños querían tener también sus propios cabezudos para bailar junto a los grandes, y es cuando surgen los llamados papagüevitos.

En resumen, se puede constatar que los papagüevos de Guía son una importante tradición de decenas de años y se han convertido en parte inherente de sus fiestas.

"Y no solo de las fiestas de aquí, pues también hemos ido, entre otras celebraciones, a la Gala de la Reina del Carnaval de este año, al premio Roque Nublo del Pérez Galdós e incluso a otras fiestas municipales y privadas", atestigua Adrián Sánchez.

Asimismo, ante la pregunta de por qué los de Guía son considerados los mejores papagüevos de la isla, Adrián responde: "Son los más realistas, los más grandes, los que más tradición tienen en la isla y estéticamente son muy llamativos, y eso sin contar la manera tan divertida en que nosotros bailamos con ellos sobre los hombros", mientras aprovecha para recordar que esta noche nadie puede faltar a la tradicional cabalgata de las fiestas, que "es como nuestra Champions particular", apunta el joven haciendo uso de una ingeniosa metáfora deportiva. Habrá que hacerle caso; no se la pierdan.