"Donde comen dos, comen tres" y hasta 14 en el caso de la familia Amador del barrio de Caserones Bajos, en Telde. Este regimiento de hijos forman parte de una de las familias más numerosas del municipio, que sobrevivieron a épocas de crisis gracias a la despensa de alimentos agrícolas que constituyen las zonas de medianías teldenses.

En un período de tres décadas, Joaquina Amador tuvo 14 hijos y dos abortos, sin pisar un hospital en su vida. Con una diferencia de edad media de año y medio entre hermanos, "por eso de que antiguamente no existía la televisión", la casa de los Franciscos, en alusión al nombre de su patriarca y dos de sus descendientes, representa el legado de una de las familias más numerosas del municipio.

En el caldero de Joaquina cabían judías, papas, batatas, piñas y algún que otro trozo de carne cochino para alimentar diariamente a 14 bocas hambrientas, que venían de arar una tierra de medianías que abastecía en época de hambruna a todo Telde. "A mi madre la llamaban la matriarca de los pobres, porque daba de comer a los niños que pasaban por mi casa pidiendo alimentos", relató con añoranza Carmelo, el benjamín de la familia, quien confesó que pese a haberse criado en una crisis económica peor que la de ahora, nunca se fue a la cama con el estómago vacío.

Con un único baño para 16 personas, las mañanas en casa de los Franciscos parecían un atasco de circulación de coches en hora punta. "El baño es para las mujeres y las laderas para los hombres", agregó Carmelo, quien aseguró no haber pisado mucho el cuarto de baño hasta que fue al cuartel.

Manolo, que ocupa el séptimo puesto en el orden de nacimientos de su familia, recordó emocionado las noches en las que todos sus hermanos esperaban que llegara su padre de la labranza para apilarse todos en la cama de matrimonio y contarse unos a otros cómo había transcurrido el día. "Aún no me explico cómo cabíamos 16 en una misma cama", afirmó entre risas Manolo y exclamó con mirada traviesa: "Eso sí que era divertido".

Entre fotografías en blanco y negro, que resumían en un abrir y cerrar de ojos toda una vida de recuerdos, Angelita recordó entusiasmada la muñeca de trapo que le habían hecho a mano sus hermanas como regalo de Reyes. En cambio, Carmelo y Manolo solían tener camiones de verguilla o un calcetín relleno de papeles que simulaba una pelota. "Aquella pelota, con cinco chiquillos dándole patadas, no duraba ni un asalto".

Con tratamiento de cortesía, "ya que cuesta lo mismo decir tú que usted", los 14 retoños se criaron en el seno de un matrimonio compuesto por primos, de ahí Amador Amador, donde las enfermedades contagiosas corrían como la pólvora entre los miembros. "Recuerdo que ninguno nos salvamos de las paperas y cuando ya te habías librado de la gripe, volvías a tenerla como si fuera una rueda que nunca acaba de girar", añadió Carmelo.

Como todo queda en familia, Angelita, Manolo y otra de los hermanas llamada Paquita decidieron casarse el mismo día en una boda conjunta, "ya que así matábamos tres pájaros de un tiro y seguíamos con la costumbre de hacer las cosas siempre en compañía", bromeó Angelita.

A día de hoy solo Carmelo, con seis hijos, es titular del carné de familia numerosa, "ya que los demás prefirieron por una vez ajustarse a la tasa de natalidad generalizada". Con o sin mucha descendencia, lo cierto es que estos hermanos no conciben la vida sin un núcleo familiar, ya que como en todas las épocas, las miserias, si son compartidas, son menos.