El robo de cinco monos, cuatro loros y 15 lagartos el pasado mes de septiembre descubre detrás la historia de uno de los zoológicos con más solera de Gran Canaria y que ha vivido un ocaso invisible para los grancanarios. Reptilandia Park ya no existe. Y no lo hace desde hace ya ocho años. Allí, en una de las laderas del Roque Amagro, con el Teide vigilando al fondo, continúa residiendo Jim Pether, un inglés que llegó hace más de tres décadas a Gáldar y que aún mantiene un parque privado gracias a su pasión por los animales. Ahora dice que le encantaría que alguien se hiciera con el recinto para que vuelva a ser disfrutado por los grancanarios.

El parque empezó a funcionar en 1986 cuando Jim Pether, junto a otros dos socios, crearon Reptilandia Park. Serpientes, cocodrilos, loros, tortugas, iguanas, monos... animales de todo tipo animaban la actividad turística en el noroeste de Gran Canaria, ocultada siempre bajo el manto del galopante Sur. Y lo hacía con la visión de ofrecer también a los grancanarios una atracción que al otro lado de la Isla ofertaba Palmitos Park, con, según Pether, precios populares que hacían que un mayor número de visitantes pudieran acceder a apreciar a sus especies.

Desde toda la Isla llegaban guaguas con colegios para que los más pequeños disfrutaran de aquellos animales que rara vez volverían a ver. Y extraño es que cualquier adulto que hoy tiene entre 20 y 35 años no haya estado en esta finca galdense. "Por aquí pasaban hasta cinco mil niños cada año", afirma Pether sentado frente a las jaulas vacías donde hasta hace menos de un mes cantaban y hablaban los loros cubanos y amazonas de frente azul.

Al lado, también enjaulado, un dragón de Komodo de más de un metro de longitud pasea con lentos movimiento. Su nacimiento y el de otros 16 ejemplares de su especie fue todo un acontecimiento en Gran Canaria. "Esos días venían miles de personas a verlo", comenta. Se convirtió en el primer dragón en cautividad que nació fuera de Asia y Estados Unidos y también en el principal atractivo del parque. Corría el año 2004. Reptilandia Park estaba en auge. Canarias, España y Europa conocían este pequeño zoológico que casi dos décadas antes había sido construido en una zona a la que se llegaba desde la capital grancanaria por una carretera sinuosa tras más de una hora de viaje en coche.

A pesar de los nuevos nacimientos y de situar Gáldar en un referente mundial, el 1 de enero de 2005 Reptilandia Park cerraba sus puertas. El motivo sólo lo sabe Jim. "Me cansé", dice. "Un día puse un cartel de cerrado por reforma y ahí siguió cinco años". Nunca más volvió a abrir. "Terminé cansado de que mucha gente que venía e intentaba robar los animales. Cuando salías los cogías con algunos de ellos en su mochilas", apunta. También se hartó de ver cómo los visitantes daban de comer a los monos productos como chicles, que reconoce que puede resultar divertido ver como los mastican, pero también advierte de que eso les puede llevar a la muerte.

Con ese hartazgo, y sin hacer ruido, Reptilandia Park se apagó. Pero no lo que había dentro. El cartel de bienvenido todavía cuelga sobre la puerta de entrada. La escultura de un dragón de Komodo recibe a toda aquella persona que visita a Jim a su casa. Alrededor conserva animales de todo tipo que antes se exponían a los visitantes. Incluso cocodrilos que deambulan por la parte baja de la finca.

El robo sufrido el pasado 30 de septiembre le minó la moral. "Todas las mañanas me levantaba y escuchaba el escándalo de los loros, que no paraban de hablar. Ahora esto parece un cementerio", relataba con pena el pasado jueves al ver como esas aves, que le acompañaban desde hacía 20 años, habían desaparecido aquella noche cuando cinco personas, quizás seis, vestidas con cholas, pantalones cortos y alguno sin camiseta, pero con el rostro tapado, accedían para robarle lo que más aprecia. Se llevaron cinco monos titís de pincel negro, cuatro monos titís pigmeos, tres loros amazonas de frente azul, dos loros cubanos y 15 lagartos dragón barbudos.

Aquella noche Jim sólo escuchó a los perros ladrar sobre las tres de la madrugada. Las cámaras de seguridad grabaron como los amigos de lo ajeno habían accedido sobre las doce de la noche y permanecieron en el interior casi cuatro horas. El principal temor de este inglés era la salud de alguno de sus monos pigmeos ya que una de ellas estaba embarazada y llevaba consigo una cría de sólo seis meses. "Son simios, animales más inteligentes que necesitan cuidado especial", señalaba.

El robo supuso un fuerte golpe emocional para este apasionado de los animales. "Ahora por las noches nos despertamos y salimos con linternas para vigilar", aseguraba sin saber que justo el día siguiente se practicaría la detención de una persona y se recuperaría parte de los ejemplares. El viernes la voz le cambió. "Estoy muy contento por una parte. Han llegado los monos y no paraban de gritar de contento y los loros cubanos nada más entrar en las jaulas empezaban: ´hola hola hola´. Nunca había visto esa alegría en los animales", describía. Pero la alegría no era absoluta. Jim espera que lo sea con el regreso del resto de animales. A pesar de que aún llegan visitantes que le piden ver los animales que aún conserva, el propietario de Reptilandia Park no tiene en su mente reabrirlo, aunque no descarta traspasarlo o venderlo. "Si viene alguien que quiera seguir con el zoológico pues me lo pensaría", apunta, porque añade que es "una pena" que turistas e isleños no puedan disfrutar de este zoológico que hace unos años fue una referencia.