Con la certeza de que la producción del carmín tiene un gran futuro en todo el Archipiélago, una nueva generación de agricultores se ha unido para solicitar la Denominación de Origen Protegida (DOP) de la Cochinilla de Canarias. Estos jóvenes consideran que ese sello de calidad devolverá el prestigio a los cultivos isleños, incluso para competir con Perú o México en el creciente mercado internacional de los colorantes naturales.

Lorenzo Pérez, un emprendedor de Gran Canaria, inició esa batalla en el año 2010 y ya ha logrado que se establezca una norma de calidad para la elaboración de la cochinilla con la marca de las Regiones Ultraperiféricas europeas. El siguiente paso es lograr la Denominación de Origen y para ello ha reactivado la Asociación de Criadores y Exportadores de la Cochinilla de las Islas Canarias, que ya está tramitando la petición ante el Gobierno autonómico. El próximo 4 de diciembre se celebra una primera reunión de los cultivadores con los responsables del Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria para decidir los pasos a seguir de ahora en adelante.

Lorenzo Pérez no tiene dudas de que la cochinilla es rentable y puede ser una salida económica para "miles de familias canarias, como ocurría en los siglos XVIII y XIX". En su propuesta, señala que este insecto de la tunera "es y ha sido un producto histórico de las Islas", pero ahora también "es susceptible de ser amparado por la Unión Europea". De hecho, la cochinilla canaria no tiene competencia porque no existen cultivos en ningún otro territorio comunitario.

La Asociación está básicamente de acuerdo con la recomendación del comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, en su reciente visita al Archipiélago. "Los cultivos canarios no deben competir en cantidad, sino en calidad", advirtió. En eso, la cochinilla de las Islas ya tiene un prestigio reconocido, pero un cúmulo de circunstancias provocó una caída de la producción a partir del año 1996 hasta la casi desaparición del sector. En la última década se ha seguido cultivando, pero no de forma permanente. Los productores guardan sus cosechas, a veces durante una veintena de años, en espera de que suban los precios o haya desabastecimiento por parte de Perú, que actualmente acapara el 85% del mercado mundial.

La solicitud para la concesión de la Denominación de Origen está acompañada por un exhaustivo estudio sobre las características y virtudes de la cochinilla canaria, en el que se recalca que la calidad no solo radica en el hecho de poseer un elevado contenido de ácido carmínico (más del 18%), sino debido a que en el Archipiélago puede hallarse una especie única de este insecto del carmín, el Dactylopius coccus. De esa forma se asegura que la tunera de Canarias no pueda ser parasitada o invadida por otras especies de cochinilla, como sí ocurre en países como Perú o México, donde hay bastantes más variedades colonizando las plantaciones.

Estudios científicos realizados a raíz de unos rumores que señalaban que el carmín natural podía tener efectos cancerígenos revelaron que la cochinilla autóctona no solo no causa cáncer, sino que posee una probable acción antitumoral, antiviral y antibiótica. El ácido carmónico, por tanto, cuenta con el certificado de la Unión Europea (E-120) para ser utilizado en alimentos, bebidas y productos farmacéuticos, entre otros.

"Cuando usted entra en un supermercado y mira a su alrededor, casi todo lo que ve de color rojo contiene ácido carmínico", comenta el impulsor de la Denominación de Origen para resaltar la importancia de este producto. Si es así, ¿por qué no se ha aprobado antes ese sello de calidad? Lorenzo Pérez confiesa que ha encontrado "cierta incomprensión" entre las administraciones públicas y también entre algunas entidades que se dedican a este cultivo.

Una cooperativa de Lanzarote inició hace más de una década los trámites para la Denominación de Origen, pero solo para la producida en esa Isla. Sin embargo, no siguió adelante y ahora se muestra remisa a incorporarse a la certificación para toda Canarias. Frente a esa organización lanzaroteña, que alegaba que su cochinilla era de mayor calidad que la del resto de las Islas, Pérez apunta que el insecto es el mismo en todo el Archipiélago, por lo que la calidad también es igual. Las diferencias, si las hubiera, pueden deberse al tratamiento en la recolección y almacenaje, de ahí la importancia de que haya una regulación.

De hecho, Tenerife y Gran Canaria fueron las principales exportadoras en los momentos de esplendor de este cultivo, con más de mil toneladas al año. A principios de este siglo XXI la venta había caído a unas 20 toneladas anuales. El declive se inició en la década de 1980, cuando el kilo de cochinilla se pagaba a 15.000 pesetas, unos 90 euros actuales. Actualmente se cotiza a unos 30 euros, por lo que los productores isleños prefieren seguir almacenando la que cultivan y solo venden pequeñas cantidades.

Para elaborar un kilo de cochinilla seca de buena calidad se requieren unos cuatro baldes de insectos de la tunera, lo que da idea de la complejidad del proceso y explica el progresivo abandono de los cultivos al no haber continuidad en las exportaciones. Sin embargo, en 2010 llegó un rayo de esperanza para el sector, pues los precios internacionales del carmín se desorbitaron en Perú y los grandes importadores alemanes y daneses vinieron a comprar a Canarias, llevándose prácticamente toda la cochinilla que encontraron almacenada.

Lorenzo Pérez, ingeniero técnico informático de 34 años, confiesa que ha tenido que buscarse "las castañas" en otra actividad ante la falta de expectativas en su profesión y ha optado por lo que ya tenía en casa. Sus padres son cosecheros de cochinilla desde 1980, con tuneras en las localidades de La Aldea y El Hormiguero. Tras asociarse con José Sanahuja Armengol, el mayor productor de Tenerife y principal exportador a los países europeos, su familia se encargó de la recolección en Gran Canaria.