El botánico inglés David Bramwell relata en 130 páginas sus vivencias y recuerdos experimentados durante sus primeras excursiones por los parajes naturales del Archipiélago hace casi medio siglo. Una recopilación de crónicas introducidas por el Premio Canarias de Investigación, Wolfredo Wildpret, y editada por la revista Pellagofio, que celebra sus primeras jornadas abiertas al público hasta el próximo viernes en el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias de Las Palmas de Gran Canaria.

"Para los vecinos del barrio tinerfeño San Juan de la Rambla tuvo que ser bastante extraño ver a un inglés de 1,95 metros de alto analizando plantas en sus bosques durante la década de los 60", confesó con tono jocoso Wolfredo Wildpret, al inicio de la presentación del libro de Bramwell, Mis primeras exploraciones por las Islas Canarias. En su prólogo, Wildpret destacó no sólo la labor científica realizada por Bramwell en las Islas, sino también "la sensibilidad humana con la que ese estudiante de Liverpool penetró en la idiosincrasia canaria y se jugó la vida por llegar a rincones insólitos de la orografía insular".

El libro, coeditado por la editorial Mercurio y la revista Pellagofio, dedicada a la promoción de las bondades del mundo rural canario, recoge los personajes y las anécdotas de los viajes de Bramwell. Exploraciones, "en las que había que caminar mucha distancia por eso de que no existían por la época muchas carreteras en las Islas y en las que siempre aparecía alguna persona que me hacía mi labor científica más amena", resaltó Bramwell algo emocionado al nombrar algunos compañeros de viaje, como Fernando Navarro o Antonio González, con los que compartió su pasión por la botánica y algunos que otros vinos autóctonos durante las expediciones.

De su primera visita a la isla de La Gomera en 1964, Bramwell recuerda con nostalgia sus excursiones a los riscos del Lomo del Carretón y al pico La Mérica, referencia para marineros canarios y españoles cuando viajaban en las Islas. "Años después discutiendo con Jaime Vega Hernández, sobre los viajes de Cristóbal Colón en las Islas, me contó una hipótesis que parece más creíble que la de muchos historiadores italianos: el nuevo mundo recibió el nombre de América, porque quizás quien vio por primera vez al continente fue un gomero quien gritó un Mira, La Mérica", relató entre risas el botánico a la treintena de asistentes que se congregaron anoche en el Cicca.

Entre las crónicas de sus aventuras, Bramwell resaltó la vez que se hospedó en 1969 en el antiguo Hotel Los Frailes, en Tafira, custodiado por "un inglés raro, que cerraba las puertas del edificio de manera categórica a la medianoche y no había manera de entrar más tarde al recinto". En una de sus excursiones al interior de la Isla, Bramwell y sus compañeros pararon en un bar de Santa Lucía de Tirajana para preguntar el camino de vuelta al norte de la Isla. "Cuando nos dijeron que se trataba de más de dos horas a pie, decidimos dormir en el coche porque el Hotel Los Frailes ya habría echado el fechillo para cuando llegáramos", contó Bramwell con entusiasmo, quien añadió: "Sin embargo, un señor sentado en la barra del bar nos ofreció sin conocernos hospedarnos en su casa. Aquel señor se llamaba Vicente Sánchez Araña, antiguo alcalde santaluceño, y aún hoy no puedo olvidar su amabilidad espontánea".

Con esa hospitalidad del pueblo canario, aún hoy Bramwell se siente en deuda, "ya que mimaron a una pareja de jóvenes extranjeros a base de plátanos y papas en una época donde los foráneos, por su escasa presencia en las Islas, eran percibidos como extraterrestres".

Tras el acto los asistentes deleitaron su paladar con una cuidada selección de vinos y quesos de la tierra, acompañados de tentempiés elaborados por el pastelero Aitor Neketan. Entre los manjares que degustaron los comensales, destacaron los quesos del norte de Gran Canaria y una variedad vinícola que incluía desde los caldos de la bodega Los Bermejos, Señorío de Agüimes, Los Berrazales hasta Mondalón y Tajinaste.