La enfermera Laura A.G. tuvo una muerte violenta y homicida porque le suministraron de forma reiterada y crónica "múltiples sustancias" no pautadas, entre ellas talio, morfina y tiopental, han afirmado este martes al tribunal Jurado de Las Palmas los dos médicos que le practicaron la autopsia.

Los médicos forenses Eva Bajo y Javier Tapias han rechazado que la enfermera sufriera alguna enfermedad rara, como sostiene la defensa del acusado, su marido y enfermero Iván R.A., para quien el Ministerio Público y las acusaciones, tanto particular como popular, solicitan una condena de 25 años de prisión por un supuesto delito de asesinato.

Los forenses han explicado que a esa conclusión de muerte violenta y homicida han llegado tanto por la autopsia practicada como por la historia clínica de la fallecida el 11 de julio de 2010 en el Hospital Insular de Gran Canaria, tras sufrir repetidos ingresos hospitalarios desde el 15 de mayo de ese año, y que ha sido fundamental para dar un sentido al "aparente galimatías de síntomas inexplicables".

Eva Bajo ha detallado que el cadáver de Laura A.G. presentaba una intoxicación por barbitúricos crónica, un fracaso multiorgánico, signos de contacto con talio que generaron intoxicación, así como de administración criminal ante la punción que se le detectó en el costado izquierdo y que no fue realizada por los médicos y enfermeros que la trataron.

Tapias ha recordado que precisamente se le practicó la autopsia porque había un parte judicial ante la sospecha que se tenía en el Hospital Insular de que se trataba de un crimen por intoxicación.

Así mismo, los forenses han señalado que Laura A.G. era una persona sana y que la acción de esas múltiples sustancias que le fueron administradas durante meses fueron deteriorando su organismo, que sufrió varios "comas y paradas" hasta que falleció.

Bajo ha recalcado la "perversión" empleada, pues la persona que los suministró sabía que se trataba de sustancias que tenían una vida corta en el organismo, y que, por lo tanto, eran de difícil detección.

Para ilustrar al tribunal, Tapias admitió la comparación de la acusación particular de que el cuerpo de la enfermera era como un "cristal" al que le fueron tirando chinitas hasta que se rompió, si bien el forense hizo hincapié en que "no tenía daños ni defectos de fábrica".

Bajo ha afirmado que Laura A.G. no padecía glucogénesis, como sostiene la defensa, y que para descartar esta patología el Instituto Nacional de Toxicología analizó hasta en dos ocasiones su corazón, músculos e hígado.

Además, ha dicho que tampoco sufría ninguna otra patología e instó a los peritos propuestos por la defensa a que describan una enfermedad rara que produzca los resultados de las analíticas efectuadas a la víctima, y puedan explicar a su vez la presencia de insulina exógena, talio y barbitúricos en su cuerpo.

La forense ha manifestado además que el perfil de la persona que suministró esas sustancias a la fallecida responde a alguien que conocía estos medicamentos, sabía que eran de uso solo hospitalario, cuál era su duración en el organismo y, además, tenía un acceso directo y prolongado a la víctima.

Esta persona buscó, según Bajo, "vías raras" para administrar esos medicamentos con el fin de "despistar".

La médico forense, sin embargo, ha señalado que se desconoce cómo se consiguió el talio hallado en la orina y el bello púbico de la víctima, porque se trata de una sustancia prohibida debido a su toxicidad, aunque se comercializa en países como China.

Ha indicado que los insecticidas antes contenían este metal, que se emplea para la fabricación de lentes, al tiempo que ha aclarado que su misión no es averiguar de dónde salió.

El juicio continuará mañana con el interrogatorio a los forenses por parte del abogado de la defensa, José Álvarez.