"Aguatona, agua que suena, su nombre quiere decir./ El agua se fue y no ha vuelto. Su nombre ha quedado aquí./ Los domingos por la tarde venían a contemplar,/ la belleza de este barrio, gente de otro lugar./ Por el barranco corría agua cristalina y fresca,/ los juncos y las ñameras se crecían junto a ella./ En las noches de verano que la calma era completa/, ramas y grillos cantaban. ¡Qué delicia más perfecta!/ Maravilla de Aguatona, de eso no me acuerdo yo,/ se pasaban los duraznos en la cueva del culatón".

Así empieza el poema Aguatona y su pasado de Clotilde Cruz, que recitó para este periódico. Y sigue con "los morales con sus moras y granados en su esplendor./ Y el capirote cantaba sobre el naranjo en flor./ Hoy se mira este barranco y dan penas de llorar. Sus naranjos están secos, sus paredes derrumbadas/ y a orillita de esa acequia se han secado las terrazas".

"Esto lo llegaron a ver mis abuelos María Jesús Peña Caballero y Miguel Peña Santana, que tuvieron nueve hijos", expresa la poeta de Aguatona con añoranza de los restos de la Vega de Aguatona, que dio nombre a la zona desde el barranco de Guayadeque hasta el barranco de Aguatona y Gando, y dependía de Agüimes hasta 1819.

Clotilde Cruz, que tiene 86 años, empezó a escribir a los 56 años "poesías reales". Parte de su producción poética se encuentra el libro colectivo Raíces, editado en 1995, y en Antología poética, 125 poemas para el recuerdo, publicado por la Fundación Blas Sánchez.

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