Gran Canaria, de norte a sur, presentó ayer un contraste de temperaturas y estampas paisajísticas que los lugareños no recordaban desde hace un cuarto de siglo. En el municipio de San Bartolomé de Tirajana los turistas se bañaban en la playa, mientras que apenas a una hora de carretera la cota de nieve alcanzaba un espesor de hasta 70 centímetros en el Pozo de las Nieves, Tejeda.

A las 10.00 horas lucía el sol en Maspalomas. Las ráfagas de viento alcanzaban 20 kilómetros por hora y los termómetros 13 grados. Sin embargo, estas condiciones meteorológicas no ahuyentaron a un turismo nórdico que decidió disfrutar de una jornada de playa, mientras la población local se zambullía entre bolas de nieve en el norte de la Isla.

El cambio de temperatura se hace notar en los 35 kilómetros que separa la costa sureña de las cumbres del municipio de Tejeda. La barrera de nubes, que tiñe el cielo de un grisáceo amenazante de lluvia, hace su entrada de honor en la zona del Sureste, concretamente en el municipio de Ingenio, volviéndose aún más oscuro en la entrada de la ciudad capitalina.

Ya carretera arriba, a la altura de la Vega de San Mateo, los termómetros comienzan a indicar una bajada drástica de temperatura y los borde de la GC-15 acumulan arcilla y pequeñas piedras que se han desprendido por las lluvias acaecidas desde el pasado sábado. El agua corre por el barranco de La Mina en forma de cascada y provoca retenciones en el tráfico de curiosos, que ven en dicha estampa el escenario ideal para "una foto algo pasada por agua". "Esto es para más calor", bromea el vecino Francisco Ojeda, mientras intenta con cámara en mano no perderse ni un instante del espectáculo hidráulico que descendía por las paredes volcánicas.

La nieve comienza a divisarse tímidamente por las laderas del cruce de Aríñez, en Teror. A los lados del asfalto se forman riachuelos helados, que adelantan lo que muchos visitantes denominaron "la mayor nevada en la Isla desde hace 25 años".

Sobre las 12.00 horas, los coches se acumulan en La Cruz de Tejeda a golpe de un viento gélido. Ni siquiera la burra Morenita y su septuagenario dueño, Manuel Ortega, se atreven a pasear visitantes por los alrededores del enclave turístico, por lo resbaladiza que resulta la calzada. "Aunque la gente solo venga a revolcarse en la nieve y no consuma en los establecimientos o monte en Morenita, yo estoy contento porque un lunes cualquiera Tejeda está casi vacía y hoy está hasta los topes. La nieve trae frío, pero mucha vida y alegría al pueblo", anunció Ortega envuelto en entre varias capas de mantas.

En Tejeda pueblo, donde las flores de los almendros se encontraban en puro estado de congelación, sus vecinos no daban crédito de la nevada que había alcanzado hasta La Culata. "El agua de esta nieve es un tesoro para la agricultura, porque se filtra en la tierra y va a parar a los mismos nacientes", explica el conductor José Suárez a pie de carretera, quien coincide con un grupo de vecinos en que la última vez que recuerdan una nevada parecida en la Isla fue hace 25 años.

A unos 10 kilómetros de distancia, decenas de familias y parejas sortean por el camino bloques de hielo tiznados de negro por la suciedad del asfalto. A medida que los visitantes se aventuraban a pie por la carretera, que pasa por la degollada de Becerra, los niveles de nieve aumentaban considerablemente. En el Pozo de las Nieves, el tractor del Cabildo retiraba una capa de nieve hasta 70 centímetros de espesor. Numerosas ramas de árboles yacían sobre el manto blanco de nieve que cubría las laderas, a consecuencia de las rachas de viento que rozaron los 60 kilómetros por hora ayer tarde en el municipio de Tejeda.