"Hace más de 30 años a los practicantes la gente nos confiaban decisiones sobre operaciones propuestas por especialistas para que nosotros les aconsejáramos qué hacer". Así lo recordó ayer Antonio Vicente Bolaños Domínguez, quien nació en 1950 y se jubiló el pasado 23 de junio tras más de 40 años de profesión. "Ya a los 14 años yo ponía inyecciones y ayudaba al entonces practicante de Sardina Antonio del Moral que me empezó a enseñar el oficio", señala.

Al ser su padre mutilado de guerra, Antonio Bolaños fue a estudiar bachillerato a los 15 años a un colegio de huérfanos de Valladolid. Aunque en 1972 intentó hacer la carrera de Medicina, al final retomó lo de practicante como Ayudante Técnico Sanitario (ATS) y después enfermero. "Cuando un hombre entró por primera vez en la planta de pediatría de Tenerife como enfermero, todos fuimos a ver si era marica porque hasta entonces los enfermeros eran solo mujeres. Eso fue un cambio", apuntó.

Tuvo suerte y trabajó en el hospital San Martín, Insular, clínica Doramas y seguridad social en Vecindario hasta que se fue a hacer el servicio militar a Santa Cruz de Tenerife donde trabajó en el hospital militar y la Seguridad Social. En Tenerife estuvo ocho años, se casó con la palmera Ana Pérez y tuvo tres hijos: José Agustín y los gemelos Javier y Luis, con los que se vino a Sardina recién nacidos.

Posteriormente trabajó en Castillo Romeral y abrió un despacho propio en Sardina del Sur, donde ejerció como practicante -inyecciones, curas, quitar quistes y hacer cirugía menor- hasta el año pasado, combinándolo con su servicio en el centro de salud de Vecindario, donde estuvo 28 años.

"El practicante era todo en el pueblo. La gente iba a un superespecialista y después venía a mí a ver si el tratamiento me parecía bien. Y a veces las operaciones de garganta no se las aconsejaba que se las hicieran", señaló. "En mi trabajo he aprendido mucho a tratar con los pacientes, a aguantar de todo y, fundamentalmente, a aprender que todos somos necesarios: el periodista, el señor de la limpieza, el médico y el practicante entre otros ", expresó Bolaños.

"Estoy satisfecho del trabajo realizado, en el que estuve hasta media hora antes de lo que debía, porque las múltiples y afectivas despedidas me hicieron llorar mucho. Volvería a ser practicante e ir a los pueblos. Iba de Sardina a Telde y al Tablero de Maspalomas a poner un suero o una inyección", comentó. "Me costó casi tres meses a asumir que estaba jubilado, pero ahora no me arrepiento porque soy consciente de que hay un tiempo de preparación, otro de profesión y otro de descanso", manifestó.

Las cosas han cambiado mucho en 42 años en la profesión. Además del nombre, ahora apenas se ponen inyecciones. "En un año no se ponen tantas como las que ponía en un día. Hasta 110 llegué a poner, porque de 10 personas que iban al médico, nueve tenían que pincharse", apuntó. "Tuve hasta 34 casos que casi se mueren por las inyecciones tratadas. Aquellos minutos no se los deseo a nadie", dijo.

Bolaños destacó que "antes nosotros también hacíamos certificados de nacimiento posteriores porque los médicos, por su mentalidad, no se los querían hacer a madres solteras. Incluso dábamos pastillas para que las mujeres no se quedaran embarazadas, ya que la mayoría tenía más de 10 chiquillos. Para los médicos el acto sexual era para procrear, no para satisfacerte".

Además de practicante en el centro de salud de Vecindario y en su consultorio, Antonio Bolaños fue presidente de la Cruz Roja desde 1990 a 2000. "Viví una etapa muy buena y estoy también muy satisfecho, porque llegamos a tener hasta cinco ambulancias cuando entonces apenas había transporte para trasladar a las parturientas", comentó.

Desde junio de 2013, este practicante dedica su tiempo a tocar el timple, a cantar en una coral de Ingenio, a pescar y formar parte del club de pesca, y a colaborar con la asociación de vecinos de Pozo Izquierdo. Está encantado de la vida.