Hace 200 años Micaela Coto y Matías Sarmiento, un matrimonio de La Culata de Tejeda que marchó a La Habana, prometió construir una iglesia en Gran Canaria, "y debieron tirar una piedra", explica el vecino de Mogán Paco Rodríguez, uno de los ´padres fundadores´ de la actual romería, y allí donde cayó, "que debió ser justo aquí en Mogán", la levantaron.

Es la ermita de San Antonio El Chico, que quedó en eso, en ermita chica y no en iglesia grande, y sin sus cruceros originales previstos por Coto y Sarmiento, porque "el sobrino mangó" del presupuesto de sus tíos. A San Antonio en su altar floreado le daba plin, sin mover una ceja mientras Rodríguez explicaba la imputación. Y eso que hubo que vender hasta unos terrenos para terminar la edificación.

Aquel Mogán de hace 200 años -que ayer era una pura fiesta, en una de las romería más exquisitas de Canarias, en realidad una romería de alta copete y etiqueta-, lucía no más que un diminuto pago, de quizá 20 o 30 habitantes, que alcanzaba su pico demográfico cuando los pastores de Tejeda llegaban en trashumancia.

Y así mismo, con una recreación de trashumancia, empezaba ayer la fiesta del bicentenario, con un ganado llegado de lejos, cuando después de misa el cura José Francisco Pérez de Quintana invitaba o a los fieles a echarle un vistazo y hacerle unos mimos a una reliquia de San Antonio, un trozo de hueso prestado por los Franciscanos de la capital para dar lustre a este cumplesiglos, y desplazaba bajo su cuidado la imagen del patrono al parque Nicolás Quesada.

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