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Tejeda/Artenara Las consecuencias del temporal

Separados por un tenique

Artenara y Tejeda se encuentran tres cuartos de hora más lejos tras el temporal - Los residentes cambian sus rutinas de vida y trabajo

.Alicia Quintana.

Los dos pueblos más altos de la isla de Gran Canaria se encuentran desde el pasado domingo media hora más lejos, separados por un tenique de 40.000 kilos posado enmedio de la carretera que une Artenara con Tejeda, y que obliga a los que trasiegan entre ambos municipios a 'sobrevolar' la isla por la no menos peliaguda vía de la Piconera, que triplica el tiempo para llegar de un punto a otro.

Ayer, sobre el asfalto de la GC-210, una retroexcavadora le daba pico neumático a la fenomenal tosca, que tardará otros dos días en desmigajarse para luego transportar sus ciscos a un solar cerca del casco de Artenara que se está convirtiendo, desde el lunes, en un montañón con las tierras y piedras retiradas del derrumbe.

Desde hacía tres años no se producía un corte de este formato, tras el complicado enmallado de los riscos de esta parte de la Trasierra sureña de la cumbre realizado por el Cabildo. De momento y tras limpiar la zona, queda evaluar el estado de la pared por especialistas en trabajos verticales, y reponer el firme y la valla en un trabajo en el quizá pueda quedar resuelto en una semana, según el consejero de Obras Públicas, Carlos Sánchez.

Pero, mientras, una decena larga de cumbreros, aquellos que residen en uno de los pueblos y trabajan en el otro, o bien comparten familia en ambos municipios, tienen que adelantar despertadores y atrasar llegadas a casa, cuando no doblar personal para hacer frente a la nueva rutina. Hasta el cura párroco de los municipios, o arranca antes o llega tarde.

Al que peor le iba ayer este cuadro era a Miqueas Sánchez, que abre mañana viernes una sucursal en Tejeda de la afamada panadería de Artenara, fundada por Abraham Romero y famosa "en el mundo entero" por su pan artesanal, el de toda la vida, de papa y también de millo. Mientras terminaba de acicalar su local afirmaba que el estropicio viario, "es otra piedra más, nunca mejor dicho, para ampliar el negocio" y que estaba "sobrepreparando" existencias para hacer frente a la imprevista coyuntura. "Hasta al cura, que dentro de dos horas viene a bendecirlo, es uno los más damnificados".

Vuelta a Artenara, 25 kilómetros de curvas y peraltes sin vallas por La Piconera, por la que se entra por detrás del Parador de Cruz de Tejeda. Allí está Gabriel Espino, Juan José Díaz y Antonio Martínez, arreglando cosas del mirador de la localidad. "Mi señora mismo", anuncia Antonio, "trabaja en el Spar de Tejeda, y ahora sale una hora antes, pero lo peor es cuando por el camino de La Piconera hay bruma, lluvia, cuando no nieve, que es cuando lo pasa realmente mal".

Vuelta a Tejeda. Y sí, detrás del mostrador de embutidos está Alicia Quintana, la señora de Antonio Martínez. Lo que hacía en diez minutos a través de siete kilómetros hoy taponados, ahora le supone más de media hora de paso por "zona brumosa, solitaria y que da algo de miedo", especialmente cuando le toca el turno de tarde y noche y tiene que regresar a las nueve menos cuarto.

Alicia siempre vio con cierto tiento el lugar que llaman Los Lomitos del Monte, un paredón de toscas sueltas donde siempre "llueven piedras" y que por su altura y volumen no tiene malla. Como ella cuenta otra decena larga más de personas con la rutina trastocada, como José Antonio Díaz, de Tejeda que trabaja en el bar Díaz de Artenara, o Gabriel Espino, de Artenara con familia en Tejeda, que le va a echar un ojo a la madre cuando no a llevar un quesillo, "o un baifillo", como bromea un compadre.

"Pero lo peor", sentencia Alicia, "es lo del médico en Artenara".

Rianga de vuelta a Artenara. A pie del cañón está el doctor Marcos González, con ocho años plaza y "encantado" de trabajar allí. González marca contundente la diferencia de encontrarse a diez minutos o a más de media hora del centro de salud, en Tejeda. "En una situación de infarto la diferencia es fundamental y el paciente en más de media hora puede fallecer en el camino", una situación, la de llevar en ambulancia a un enfermo al centro de salud del municipio vecino que se produce en una media de uno cada 15 días". Además, a partir de las siete el pueblo se queda sin médico, y otro tanto ocurre los fines de semana. González, no obstante, afirma que se ha hecho "un gran trabajo poniendo dinero y enmallando buena parte de la carretera, pero contra la naturaleza no se puede".

Fuera llegan cinco furgones de Viajes Tara cargados con una treintena de belgas y holandeses, según informa el chófer Juan Megías, que ha llegado por rutas alternativas. Son de los pocos turistas vistos después del 'cataclismo', como se queja Eduardo Díaz, del bar del mismo apellido. Las guaguas XL que vienen del Sur aparcan de momento su visita a aquella parte de la tormenta petrificada de Unamuno reduciendo notablemente la facturación. Una china más para una localidad que, como asegura el médico, ojalá no termine un día como un pueblo fantasma.

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