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Entrevista. Profesor

Carlos Bethencourt: "La poesía constituye un antídoto ideal para la reinserción social de los presos"

"Los reos comparten con el poeta, artista o el ermitaño una fuerte sensación de soledad en el mundo", señala el docente que imparte talleres de poesía en la cárcel

El poeta Carbegún en pleno recital de versos escritos por presos del centro penitenciario Salto del Negro. SABRINA CEBALLOS

Lleva tres años impartiendo clases de poesía a unos 15 presos de Salto del Negro. ¿Se siente recompensado por su labor?

No sabe cuánto. En este tiempo que he compartido una hora semanal con los reos, no solo hemos hablado de poesía, sino de muchos aspectos de la vida. La soledad, la nostalgia, el amor de madre, la represión de sentimientos,.... En fin, hemos aprendido muchas cosas juntos y, sobre todo, a desahogar las penas con la tinta.

¿Sobre qué tipo de temas versan los textos de sus alumnos?

Sobre la frustración que produce la privación de libertad. Se sienten muy solos entre los barrotes, igual que yo a lo largo de mi vida.

¿Considera la poesía como una herramienta eficaz de inclusión social?

La poesía constituye un antídoto ideal para la reinserción social de los presos. Y no solo para ellos, sino para cualquier persona que quiera encontrarse a sí mismo. Los versos aportan reconstrucción personal que transciende más allá del papel. A través de la escritura, de la invención, las personas reflexionan sobre lo bueno y lo malo que les sucede en la vida.

¿Qué perfil presentan los participantes del taller en la cárcel?

Son presos de segundo grado en terapia de rehabilitación por drogas, en su mayoría. Forman parte de uno de los módulos de respeto en Salto del Negro.

El 21 de noviembre se conoció el nombre del ganador del certamen de poesía de este año.

Sí, el mérito cayó en Pedro T. V., que con su poema Luces y Sombras logró emocionarme e inspirar al resto de sus compañeros.

¿El galardonado acumulaba experiencia en la escritura?

En general son personas que pocas veces habían coqueteado con la pluma. De ahí su mérito. Es sorprendente la capacidad de transmisión que pueden desarrollar estas personas desde su celda. En la obra del ganador se aprecia su afán por identificar la luz de su nacimiento con la neblina que le produjo la adicción a las drogas, con sus sombras, y su afán por salir de la oscuridad del túnel.

¿Llegan los familiares de los reos a disfrutar de sus obras?

El 13 de diciembre las familias podrán acudir a un recital de poesía a la cárcel. Ese día se entonarán siete textos de este último certamen. De todas maneras, el poemario de los concursos se edita en un pequeño libro que forma parte del fondo bibliotecario que existe en Salto del Negro. Los versos no se pierden, sino que pasan a engrosar el fondo literario de las instalaciones penitenciarias.

En esa confesión de intimidades y sentimientos con los usuarios de Salto del Negro, ¿con qué episodio se queda?

Con la tragedia y la soledad que compartimos los poetas, los artistas y los ermitaños con las personas que cumplen condena. Compartimos una alternativa de vida: la escritura, en mayor o menor grado.

¿Qué relación tiene con sus alumnos una vez acaba el taller?

Me escribo cartas con ellos. La mayoría me agradecen con algunas líneas o dibujos el tiempo compartido en el aula. Yo les respondo con gratitud, ya que ni todos los tesoros del mundo podrían pagar los agradables momentos que hemos gozado con el fruto de la inspiración. Y les animo a seguir cultivando la poesía.

¿Cuándo volverá a recitarles?

La verdad es que no tengo mucho ánimo. Hace un año arrastro una poliomielitis que me consume la energía. Mis 75 años, me están pasado factura. Así que no sé si volveré a impartir el taller.

Usted ha publicado 10 obras tanto en prosa como en verso, ¿en qué se ha inspirado el poeta Carbegún?

Suelo escribir por la noche, cuando la ciudad duerme y la soledad recobra esplendor. A veces me endulzo con algo de chocolate mientras le doy rienda suelta a mis sentimientos. Podríamos decir que soy un poeta trágico fruto de una niñez atormentada. Mi sueño siempre fue construir una familia, pero no pudo ser. Al menos puedo decir que he creado 10 hijos sobre el papel. La poetiza Chona Madera, me apodó como el poeta de la palabra estreñida.

¿Con qué otros literatos de la Isla ha compartido taza de café?

Como le digo, siempre he sido un alma solitaria. Pero Chona Madera, con su voz ronca y sus botas altas, se podría decir que fue mi confesora de intimidades. Con ella compartí mi amor a la región de Andalucía, cuyas calles son estrechas y acaban en el mar, como la copla de Jorge Manrique.

Las portadas de sus libros están ilustradas con dibujos suyos.

Sí, a veces, pinto. A mi manera y con contenido abstracto. Algunos de mis trabajos también se los enseñé a mis alumnos en el taller de poesía en la cárcel.

Una calle de Telde lleva el nombre de su abuelo, Doctor Gutiérrez Armario. ¿Qué recuerda de esta figura familiar?

Mi abuelo era muy severo, pero era un hombre muy inteligente. Le encantaba que me gustara leer y me decía que quería que yo llegara a ser un literato semejante a Charles Dickens. Su figura jugó un papel muy importante en mi niñez, igual que mi madre.

¿Y de su niñez en el barrio de San Gregorio que rescataría?

No tuve una infancia muy feliz, que digamos. Sobre todo, recuerdo a mi madre, ella muy temperamental, que subía a lo alto de las montañas aledañas a Los Llanos, cuando llovía para recitar monólogos. Y yo la observaba asustado. Era como una actriz, que nunca fue descubierta en escena, y que solo mostraba su energía alienígena con la descarga de los rayos. Cuando murió mi padre, a mis 14 años, nos mudamos a Cádiz. Luego hice la mili en Melilla y allí comencé a colaborar en la radio con recitales de poesía. En Barcelona ya escribía de forma asidua y aquí, en Gran Canaria, he pasado gran parte de mi vida.

En su último libro, 'Tatuajes', trata el tema de la muerte muy de cerca.

Quizás porque la veo venir. Sin embargo, son textos que me salen de manera espontánea, sin mayores planteamientos. Son etapas de la vida a las que no hay que tener miedo y, como tal, se deben reflejar en la misma escritura.

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