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Mogán

Gofio con millo puro de Mogán

La familia Rodríguez Méndez adquiere un molino con el que produce 1.200 kilos al mes de grano molido

Muchos de los extranjeros que residen en Arguineguín se acercaron por primera vez al negocio de la familia Rodríguez Méndez en busca de un paquete de roscas. Para su sorpresa, ese aroma a millo recién tostado que impregna una de las calles principales del barrio pesquero es expulsado por el único molino de gofio que existe a día de hoy a pleno rendimiento en Mogán. La estirpe cultiva desde hace año y medio sus propias semillas sobre 200.000 metros cuadrados de terrenos repartidos entre Cortadores, Camellitas y Pasito Blanco, y produce al mes cerca de 1.200 kilos de gofio con granos de pura raza moganera.

Hace apenas unos años, cuando el "molino de Vecindario se estaba quedando sin millo", Israel Rodríguez decidió "probar suerte" en el cultivo de piñas del país en los cercados que posee a caballo entre la zona de costa y medianías de Mogán. Llevaba una década dedicado a la cosecha de papas y calabazas, pero la escasez de millo en la Isla en detrimento por el grano argentino, le impulsó a sumergirse en una aventura que comienza cada día a las 05.30 horas con una escudilla de gofio y leche caliente.

"¿Pero cómo vamos a plantar millo y hacer gofio, si no tenemos ni idea de cómo tostar el grano?", le planteó su mujer Delia Méndez, cuando el agricultor comenzó a cosechar las primeras piñas. "Tú tranquila que todo sale", le contestó Rodríguez.

Los primeros surcos en la finca de Cortadores incubaron semillas de Tasarte. Éstas fueron luego sustituidas por el millo "enano" de Lanzarote hasta que, finalmente, aparecieron los granos con denominación de origen sureño.

Con la materia prima en mano, el matrimonio comenzó a tostar el millo en el garaje de su casa de Las Filipinas. "Esto tiene que coger más color", decía Israel, mientras alentaba el fogón a gas. "Yo vi que se hacía así en el molino", añadía.

En los primeros intentos, el grano salió "negro". Pero como "de todo se aprende" la pareja comenzó a coger "carrerilla" en eso de "descamisar piñas", tostar los granos y triturarlos a golpe de las dos piedras que integran el mecanismo interno del molino eléctrico que han adquirido.

El olor a panadería recién horneada despertó enseguida el apetito de sus vecinos. "Usted pruébelo y luego me dice qué tal le ha parecido". Es lo que comenzó a decirle Delia a sus allegados.

Los mayores de los Servios Sociales del Ayuntamiento fueron algunos de los primeros adeptos que ganó el negocio familiar. "Como tengo una amiga que trabaja en este sector decidí regalarle a sus usuarios alguna bolsita para que la probaran", explica Delia en el almacén de su tienda.

Las bolsitas se convirtieron en sacos de 1.200 kilos de gofio al mes, dependiendo de la temporada del año, y la familia decidió abrir un comercio de venta "al detalle" en el barrio de Arguineguín.

"Al principio nos planteamos abrir la tienda por un período de tres meses, para ver si lográbamos suficiente clientela. Pero ya vamos casi año y medio y la verdad es que mi teléfono no para de recibir pedidos", confiesa entusiasmada Delia, quien comparte cernedor en molino de gofio RM, iniciales de los apellidos de la pareja, con uno de sus tres hijos.

Las reacciones de los vecinos en cuanto a la venta de un producto de la tierra y elaborado de manera artesanal no se hicieron esperar.

"¿Qué su millo es del país? No sabía yo que en Mogán se cultivaran piñas", exclaman los moganeros cuando descubren la tienda. "Yo siempre les invito a que visiten las fincas conmigo y que, por supuesto, prueben el producto", agrega la emprendedora, quien ha incluido en el folleto publicitario de su negocio hasta cuatro recetas de gofio para que la gente se anime a consumir un alimento tan "autóctono". A su recetario de gofio escaldado, mousse de gofio, pella y escaldón hay que sumarles las otras combinaciones gastronómicas que algunos de sus clientes han inventado. Y es que algunos de los extranjeros que residen en Arguineguín ya han incorporado al yogur de media tarde una ralita de gofio que sabe, según ellos, a pura "galleta".

Así los clientes del pueblo ya muestran sus preferencias ante el arte que supone cernir el gofio. "Fino, por favor, que la otra vez que no estaba la niña el grano se quedó grueso", recuerda Delia, en referencia a la "buena mano" que deja entrever su hija para el negocio.

Quién le iba a decir a Delia que a sus 42 años de edad iba a comenzar desde cero con la pala para cosechar un producto con sello propio, que al "haber quitado tanta hambre en épocas pasadas" siempre gozará de gran estima en la sociedad canaria.

Tras una inversión inicial de 4.000 euros, el molino produce 1.200 kilos de gofio al mes, que proceden tanto de las tierras de Cortadores como de Camellitas y Pasito Blanco. La inagotable luz solar de la que goza el municipio y el agua de la presa de Las Niñas hacen que el gofio de los Rodríguez Méndez pueda cosecharse durante todo el año.

En plena crisis, la empresa familiar puede presumir de contar con clientela fija de Tasarte, Gáldar, Vecindario y la zona sur de la Isla. Incluso algunos de sus paquetes llegan a Alemania o Noruega en la maleta de los visitantes.

Su molino eléctrico es el único que funciona a pleno rendimiento en la actualidad en Mogán. Atrás quedó aquel rico patrimonio histórico municipal, como la casa de El Tostador, la casa de la Tahona, la Máquina, el molino de viento o el motor de los Lucas. Este último funcionó con el impulso de un motor diésel en El Cercado hasta 1960.

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