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Agaete Fiesta de Las Nieves (y II)

Agaete y Las Palmas, unidos por La Rama

Las poblaciones de los dos municipios compartieron sus celebraciones de la fiesta a caballo entre dos siglos - El barrio de Arenales fue el centro neurálgico de los actos programados en la capital

La población de la época, engalanada para la ocasión, siguiendo la procesión religiosa por las calles. LP / DLP

Agaete y Las Palmas de Gran Canaria vivieron sus respectivas fiestas de las Nieves con sus correspondientes Ramas a caballo entre dos siglos, incorporando a las mismas los adelantos de la época, como la luz eléctrica, imprescindible en la decoración de unas fiestas que se preciaban por aquello que suponía un mayor nivel para las mismas y, sobre todo, para los sus organizadores que, como dijimos en nuestro primer artículo de ayer, en el caso de la capital corrían a cargo de la colonia agaetense afincada en el barrio de los Arenales, mientras que en la villa marinera de Agaete las organizaba la municipalidad.

En los primeros años del siglo XX el modelo de fiestas de las Nieves en Agaete continuaba casi igual que en la anterior centuria, si bien experimentaron un salto cualitativo que en nada se correspondía con el Agaete de entonces y que las crónicas de 1902 atribuyeron al entusiasmo y conocimientos artísticos del alcalde de aquel tiempo, don Juan de Armas Merino, alma y vida de los festejos.

Y el factor sorpresa reinó en aquellas fiestas con las calles enramadas y adornadas con banderolas y gallardetes, mientras la concurrencia esperaba con impaciencia a que anocheciera para disfrutar de la espléndida iluminación a la veneciana -con farolillos-, que se extendía desde la plaza de la Constitución hasta el final de la calle Guayarmina (imagínense).

Fue también objeto de aquel año potenciar la Retreta la noche del tres de agosto, añadiendo a las farolas existentes una gran farola alegórica, sorprendiendo con ello nuevamente a propios y extraños después de la bajada de La Rama, que entonces se hacía muy temprano, con una carroza precedida de diez gigantones representando las diferentes razas, y cuyo motivo principal era un barco de vela -pailebot- con todos sus aparejos, llevando a bordo a niños y niñas ataviados para la ocasión, que iban soltando palomas en medio de una lluvia de serpentinas y flores que la gente arrojaba a su paso.

Por si fuera poco, la misma noche de aquel 4 de agosto el pueblo quedó nuevamente boquiabierto con otra carroza que simbolizaba la Marina, formada por cinco buques de vela de distintas armaduras, acompañada por marineros uniformados que portaban farolas, guiados a su vez por otra artística farola alegórica curiosamente iluminada. Para rematar la tarde del día 5, después de la procesión de la Virgen de las Nieves, salieron dos nuevas carrozas que simbolizaban la Agricultura y la Caridad. Cómo para habérnoslas perdido, que diríamos hoy.

El entusiasmo y la vena artística del alcalde consiguió que también las fiestas de 1903 fueran otra delicia para el disfrute de la gente, con carrozas cuyas alegorías representaban a España, la Agricultura, las Ciencias Náuticas, la Astronómica y la Marina Mercante, dando cabida a las regatas tanto a vela como a remo y a las veladas teatrales a cargo de los aficionados del pueblo. Sin embargo, la brillantez de los actos cívicos no se correspondieron con la pobreza de los actos religiosos, a pesar de ser una de las Vírgenes que más devoción despertaba ya en aquella época en toda la Isla, asombrándose el propio cronista de que ni siquiera la ermita de las Nieves estuviese blanqueada como de costumbre.

Y si en el año 1892 apareció por primera vez en el programa de fiestas la Retreta durante la noche del día tres, en el año 1902, también por primera vez, apareció la Diana el día 5 y a las seis de la mañana. Así es que desbrozando la historia de nuestras Fiestas, ya larga, caemos en la cuenta de que este año celebramos el 123º aniversario de la Retreta y el 113º de la Diana, razones por las que desde aquí animo a la nueva Corporación Municipal a que le ganen en entusiasmo a don Juan de Armas Merino -que no es fácil-, agilizando la creación del Patronato de las Fiestas de las Nieves de Agaete por el bien de la recuperación de las mismas. Las serpentinas y la entrada de palco como son de papel y, difícilmente caducan, ya las tengo compradas.

Mientras tanto la colonia agaetense de Las Palmas de Gran Canaria, erigida en Asociación Nuestra Señora de las Nieves, desarrolló en 1904, según nos cuenta el Diario de Las Palmas, lo que actualmente sería un plan de marketing en toda regla: comienza anunciando las fechas de las fiestas para el 14 y 15 de agosto; en un segundo comunicado informa que se estaba confeccionando el programa y en un tercero, la noticia de que el trayecto de la calle de León y Castillo, que va desde el Parque de San Telmo hasta la Plaza de la Feria, quedaría engalanado para celebrar una gran verbena para acabar, pasado el jolgorio, con una última nota de felicitación "a la Junta encargada de estos festejos que ha visto coronados sus esfuerzos por el éxito más lisonjero". Así lo publicaron y así textualmente lo cuento.

Aquel 14 de agosto de 1904 desde las ocho de la mañana y de la misma manera que en Agaete, se organizaba en la Plaza de la Feria la comitiva que iría al encuentro de La Rama con bandas de música, cohetes voladores, gigantes y cabezudos. Y si en Agaete la comitiva bajaba calle Guayarmina, abajo, en la capital, lo hacía desde el barrio de San Roque hasta llegar a la parroquia de San Bernardo en el Parque de San Telmo, que es donde estaba la Virgen de las Nieves.

Al mediodía el cielo del barrio de los Arenales se llenaba de globos aerostáticos, mientras los gigantes y cabezudos recorrían los riscos de San Bernardo y San Nicolás y por la tarde, con la calle de Venegas convertida en hipódromo, se celebraban carreras de cintas a caballo, siendo obligatorio que los jinetes lucieran el traje propio para montar. Llegada la noche -todo esto el día 14-, se celebraba la tan esperada verbena en la calle de León y Castillo, iluminada a la veneciana para la ocasión, quemándose en los descansos fuegos artificiales y bengalas que eran animados por una banda de música.

La mañana del día 15 se destinaba al reparto de pan a los pobres -que los había- en la Plaza de la Feria y a los actos religiosos en honor de la Virgen de las Nieves en la parroquia de San Bernardo, finalizando con un desfile de gigantes y cabezudos en el Puerto de la Luz, donde también vivía gente de Agaete, quedando las primeras horas de la tarde para los juegos de sortija en bicicleta, cucañas y espectáculos diversos, todo ello en la Plaza de la Feria.

Posteriormente tocaba el turno a los actos religiosos, con la salida de la procesión de la Virgen de las Nieves palmense recorriendo las calles de León y Castillo, Muelle y Venegas, siendo la imagen saludada por las salvas de artillería a su paso por la Plaza de la Feria. Y como la gente de Agaete -hasta las afincadas en Las Palmas capital- era incombustible, programaron un baile como colofón de las fiestas en los jardines del Parque de San Telmo, anunciándose en el mismo programa una velada teatral en la sede de la Sociedad Nuevo Fomento, domiciliada en los Arenales y que mucho tendría que ver con el futuro de aquellas fiestas.

En 1905 los actos religiosos de las fiestas de las Nieves de Agaete experimentaron un nuevo cambio, siendo la primera vez que la Virgen pernoctaba en el pueblo hasta la bajada de nuevo al Puerto de las Nieves el día 15, donde se celebraba la fiesta de Las Madrinas el día 17.

Fueron muchas las veces que las averías del viejo tranvía palmense, conocido popularmente como La Cafetera, dejó a la gente compuesta y sin fiesta, cuando no transportadas pero 'ajumás' -por ahumadas- debido al humo y la carbonilla que soltaba y peor aun cuando atropellaba a algún peatón despistado, razones por las que la empresa explotadora anunciaba mejoras y hasta bajada de los precios. Por su parte en 1906, la compañía Miller anunciaba la salida desde el Muelle de Santa Catalina del vapor Velox con destino a las fiestas de las Nieves, partiendo el día 3 y regresando el día 5 por la tarde, también con precios moderados, experiencia que se repetiría al siguiente año 1907 con el remolcador 'España', propiedad de la compañía, pero sólo para sus empleados. De haber existido los vuelos comerciales en aquella época, estoy convencido que con el poderío de ambas fiestas de las Nieves -las de la Capital y las de la Villa-, se hubiera fletado un chárter.

Aquel intercambio festivo en torno a la Virgen de las Nieves entre Agaete y Las Palmas de Gran Canaria fructificó con el tiempo. Y mientras que en Agaete se recibía con entusiasmo el reloj para la iglesia de la Concepción, donado en 1907 por don Francisco Bethencourt Armas, nacido en Agaete y afincado en Las Palmas capital, de la que llegó a ser alcalde en 1909, en la ciudad, la comisión de fiestas de las Nieves de 1908, llamaba la atención en la prensa sobre la paralización de las obras en la Plaza de la Feria, cuyos escombros impedían engalanar el espacio para las fiestas que se avecinaban.

Con un primer edil agaetense, se podrán imaginar el esplendor de aquellas fiestas capitalinas de las Nieves de 1909, celebradas entre los días 13 y 15 de agosto, con las calles engalanadas con estandartes alegóricos, pintados por los más reputados artistas locales, y una Bajada de la Rama -siempre desde el barrio de San Roque- acompañada de comparsas, gigantes y cabezudos y banda de música, rematada con una gran verbena en el entorno de la Plaza del Ingeniero León y Castillo (Plaza de la Feria), que lució entonces como novedad una fuente luminosa construida en el centro de la misma y un concurso de pirotecnia.

Los actos religiosos no fueron menos vistosos, pasando la procesión de la tarde a por la mañana -igual que en Agaete-, con un recorrido que partía de la Iglesia de San Bernardo en el Parque de San Telmo hasta la calle Carvajal esquina con León y Castillo, para descansar al regreso en la iglesia del Corazón de María. Durante el trayecto se cantaban saetes además del acompañamiento de la banda de música y al finalizar los actos religiosos, se realizaba el consabido reparto de pan a los pobres, que en esta ocasión se hizo en el atrio del Palacio en construcción de la Comandancia de Marina, lugar en el que también se pusieron a la venta los confetis y serpentinas para la 'Gran Batalla de Flores y Serpentinas' alrededor de la Plaza de la Feria, montándose para la ocasión tribunas con entrada libre. Acabado el corso continuaba la verbena y la exhibición de fuegos artificiales traídos del extranjero.

Dada la vocación marinera de la ciudad y de los agaetenses afincados en ella, no podían faltar las regatas de botes que partían desde el Barranco de Jinámar hasta la altura de la Plaza del Ingeniero León y Castillo, y si unas veces regatearon los botes 'El Inocente' y 'Mañana', en otras lo hicieron el 'Doctor Chil' y 'La Amistad'.

Las fiestas de las Nieves capitalinas no pasaron desapercibidas ante la sociedad palmense ni ante alguna publicación que con ironía y sarcasmo, comparaba lo que dieron en llamar 'el fulanismo' practicado por los fulanitos, para referirse a los medradores que abundaban tanto o más, que fieles acudían a la procesión de las Nieves y que entablaban verdaderas porfías para averiguar quien tuvo más presencia social y había sacado la mejor parte de la tajada en las fiestas que nos ocupa. Mientras, la presa resaltaba la personalidad de don José Carvajal -descendiente de aquel agaetense Jerónimo Carvajal Palmés- , considerado en el barrio de los Arenales como el alma de las fiestas, que preparaba para esta edición una exposición en el edificio de la Comandancia de Marina, un certamen de cultura en el que el arte y la industria -que así reza textualmente- estarían debidamente representados.

Este descendiente de familia de Agaete, miembro destacado de la Sociedad Nuevo Fomento -que tanto había apoyado a las fiestas de las Nieves de la capital desde su fundación- , formó parte de la comisión que presidiría Salvador Rueda en su vista a Las Palmas de Gran Canaria en 1910, para apoyar un proyecto de escuelas graduadas para la ciudad. Posteriormente en 1912, Carvajal sería concejal de la ciudad.

Pero llegó un momento en el que aquellas fiestas palmenses de la Virgen de las Nieves se solaparon primero con las de San Roque, que contaban con el apoyo de la sociedad La Fraternidad y, posteriormente, con las del Corazón de María, también en el barrio de los Arenales, que terminaron por fagocitarlas al contar con el apoyo explícito de la iglesia, llegando a copiar el modelo de fiesta de los agaetenses afincados en el mismo barrio, sólo que la Rama de 1913, en lugar de bajar desde el barrio de San Roque lo hizo desde el Paseo de Lugo. Aun así, la bandera blanca con la que se anunciaban las fiestas palmenses de la Virgen de las Nieves en los Arenales, ondeó desde la azotea de la Sociedad Nuevo Fomento para la celebración en 1914, año en que desaparece el componente lúdico de estas fiestas, porque el religioso aún continuó.

A partir de entonces, la gente de Agaete afincada en Las Palmas de Gran Canaria, regresaba a la Villa a celebrar las fiestas, cuyos programas comenzaron a incluir a partir 1909, los bailes que se celebraban en la Sociedad Casino La Luz y el reparto de pan a los pobres por parte de la "Sociedad Católica de Obreros de San José".

Atrás queda lo que fueron las fiestas de las Nieves con su Rama en el barrio de los Arenales, esperando que alguna persona descendiente de aquella colonia agaetense, dé señales de aquella Virgen de las Nieves, supuestamente de propiedad particular. Mientras, en Agaete, se intenta recuperar parte del componente cultural perdido de sus fiestas, reinando una gran satisfacción por ver culminada la restauración y ubicación del Tríptico Flamenco de las Nieves -a pesar de componerlo cinco piezas-, en una sala a la izquierda del presbiterio de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, ganando con ello el patrimonio artístico y el religioso.

El Agaete plural, diverso e inclusivo nos convoca a todas y a todos. Ven y diviértete segura y seguro, pues la Rama, como todo sentimiento, no es más que un baile por la vida.

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