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Por si hace calor Gáldar

Bailando con meros

Sardina se convierte en el aula perfecta para bautizos de mar y las primeras titulaciones de buceo

Nicolás del Pino Medina, el monitor Pío David Vargas, el grancanario Avián García y el madrileño Álvaro Retortillo, volviendo a tierra por Sardina.

"A la pregunta formulada hace seis mil años por el Eclesiastés: ¿quién ha podido sondear jamás las profundidades del abismo?, solo dos entre todos los hombres tienen derecho a responder ahora. El capitán Nemo y yo".

Al biólogo francés Pierre Aronnax, hecho prisionero en el submarino Nautilus en la novela 20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne, se le olvidó citar a otros expedicionarios de los mares, como Nicolás del Pino Medina, de 14 años de edad, y que ayer lograba en la playa de Sardina de Gáldar su diplomatura en buceo, el Open Water Diver, una titulación que le autoriza a bajar a 18 metros para girar una visita a los meros.

Del Pino, ayer, era un hombre feliz, después de estudiar desde hace cinco meses los principios básicos del buceo autónomo a través de un curso on line, practicar inmersiones en aguas confinadas para hacerse con la técnica de respirar bajo el agua, y pasar con éxito estos tres días de inmersiones en las aguas del litoral de Gáldar.

Con las dos 'expediciones' al fondo del océano que realizó desde las diez de la mañana hasta la una del mediodía, Nicolás salía graduado "y encantado", según acertaba a hablar todavía goteando.

Con él también acababan el curso el canario Avián García y el madrileño y residente en Londres Álvaro Retortillo, dos alumnos guiados por el monitor Pío David Vargas, también vicepresidente del club Buceo Norte, el único que ahora mismo existe en la comarca, según afirma, con todos los permisos en regla para ofrecer cursos, excursiones y bautizos de mar.

Un mundo aparte

Desde luego que la diferencia entre lo que ofrecía ayer al mediodía la atmósfera del norte grancanario y lo que guardaba bajo el agua no tenía color. Un mundo aparte resguardo de calimas, nubarrones y bochornos en el que Nicolás se dedicó, con afán de buen alumno, a recopilar la fauna que transitaba en uno de los fondos más atractivos del archipiélago.

En la segunda excursión del día, y durante 47 minutos incursionando alrededor del faro derruido, un tubo hueco que rezuma peces, pasó lista a meros, fulas blancas, pejeverdes, pez araña, rascacios, cangrejos arañas, bicudas, tamboriles, gallinitas y de remate, unas marcas en la arena del posado de unas mantelinas.

En definitiva, que mejor vivir entre sargos un día de panza de burro que entre perenquenes terrestres. Pero no todo lo que reluce es azul. Ana Ortiz también es de Madrid y viene desde hace doce años a practicar el buceo. Ortiz apunta en unas fichas muy completitas de datos y gráficas todo lo que ve a su encuentro. Sardina es uno de sus destinos favoritos -"una maravillla"-, por su biodiversidad.

Y donde otros ven fideos ella observa especies de algas que clasifica en latín. Aquí una codium de la familia de las codiaceae y allá unas flabelinas, o ya puestos en moluscos gasterópodos, unos nudibranquios, que es la vaca chingona de toda la vida para el indígena del marisco grancanario.

Todo eso lo ve Ana con puntería biológica, pero también las "latas de cerveza, botellas, plásticos, una sandía entera", papel Albal, bolsas de basura, y sin basura, porque, como afirma Ortiz, se debe decir "lo que gusta y lo que no gusta también".

Hoy probablemente vuelva Nicolás al agua, al menos ayer ya estaba pidiendo pista para endilgarse la botella, el regulador y los más de 20 kilos de equipo que lleva para rumbiar por el fondo del mar.

Y cuando coja más maña saldrá para los otros puntos claves de ese Norte en el que veranea buena parte de la fauna marina del Archipiélago, como en la cercana Caleta de Abajo, donde, como expone Buceo Norte, el paisaje incluye mantas diablo, jureles y roncadores; o en Caleta de Arriba, con sus cuevas, pasillos y grietas "llenas de vida", o realizar una inmersión nocturna en la misma Sardina, que es cuando salen de cena los tiburones angelote, las mantelinas, "las grandes cigalas" o los esquivos peces esponjas. Algo mucho más entretenido que quedarse bobiando con un caboso en un charco.

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