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Por si hace calor Telde

El charcón que se ahogó en la duna

La piscina natural del hotel Bahía Mar de Telde ha quedado sepultada por la arena y el olvido

El charcón que se ahogó en la duna

"Esta playa es la mejor medicina para un ataque de nervios". Lourdes León está asombrillada sobre la arena negra con Alicia Santana, la primera de Las Remudas y la segunda de El Batán, separadas apenas por un paquete de papas Liasal, "papas lisas al punto de sal" y en el que es uno de los paisajes litorales más extraños de la isla.

Situada en la punta norte de la playa de San Borondón, también conocida como la de Los Palos y a la que hoy llaman algunos de sus bañistas como playa del hotel Bahía Mar, fue reconvertida por la propiedad del establecimiento del mismo nombre a pie de agua y que en su enrale innovador acotó el mar con un muro gigante para hacerse con un lago propio.

La primitiva cala de pura piedra no era suficiente para el criterio de confort de los promotores y levantaron un gigantesco muro de concreto donde, en su interior, quedó un charcón de campeonato.

El teldense Sergio Mendoza se encuentra guindado a unas de las enormes rocas que dan paso a la bocana sur de este puerto fantasma. Está tentando con su caña a los enormes cangrejos domiciliados en el lugar con el ánimo de incorporarlos involuntariamente en una paella para después del mediodía.

El hotel fue inaugurado en 1991 y por allí echaron noches grupos como La Unión y Duncan Dhu, así como famosos de la talla de Lola Flores, Sergio Dalma, Carlos Sainz, Juan Perro o Cristina Almeida. En la enorme semipiscina proyectada para el uso y disfrute de los inquilinos, explica Isidro, que es hermano de Sergio, "pusieron hasta piragüas y bicicletas de agua" porque la idea es hacer algo parecido a lo que "hoy hay en Mogán".

"Pero amigo, aquello se fue llenando de gente de fuera", rememora un Sergio que vivió todo el proceso desde el principio, desde que se tiraba al mar desde la mismísima grúa que levantó el tarajullo de muro que aparta allí al Atlántico.

La novelería era muy importante, porque de repente se había domado una parte del océano para construir no exactamente una piscina, sino casi un pequeño mar interior con sus propias particularidades 'geológicas', como La Tartana, una suerte de queque semisumergido enmedio del agua donde no se hacía pie y que era el centro de las cabriolas, virguerías, saltos de bomba y de cabeza y en definitiva, de inmersión profunda.

Aquella antigua mar fea por sus olas gordas y salvajes fue revivida a golpe de cemento en la niña preferida del faycanato cuando la idea original era ligeramente otra, la de un reducto algo más exclusivo para relajo y solajero de los huéspedes, en realidad un lujo que, sin embargo, no llegó a buen puerto.

Solo diez años después las 52 habitaciones del escondido Bahía Mar se convirtieron en 62 apartamentos, pasando a uso residencial. Y como "el mar cría la arena", los vendavales y galernas fueron sepultando año tras año el enorme charcón asocado por el muelle, justo lo contrario a la subida del nivel de mar y probablemente el único lugar de esta parte del planeta donde el océano pierde terreno.

El aspecto es el de una duna plana atrapada por un puerto.

La proporción entre arena y agua es de 90 a 1, si no más. Pero eso sí, el minúsculo lugar de margullo restante no solo es una auténtica golosina para el baño de asiento, con una ola pertinaz que entra a renovar el agua sino un remanso de tranquilidad quizá por poco conocido.

De ahí que Lourdes León y Alicia Santana, que se han hecho fuertes en la banda de estribor de la salida al mar, no estén por la labor de darle "mucha publicidad" al sitio, al que por cierto hay que entrar bajo "su propia responsabilidad" por los desprendimientos de unos teniques como camiones.

Si la cosa es no jugarse el físico, siempre se puede acceder por el antiguo muro, cuyas escaleras también están para un derribo, o si no tirar más para el sur, para la enorme San Borondón siempre cuando las corrientes marinas, que allí dan para encender una central térmica, permitan un día de playa sin un susto sobrevenido.

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