"Llevo veintiún años participando en la organización de 'la vará' y jalando por la barca. Por eso recibir este trofeo me llena de orgullo y regocijo", comentó Miguel Díaz, vecino de 62 años del barrio de Arinaga tras ser homenajeado por el ayuntamiento agüimense. Sus trabajados brazos tiraron una vez más de una embarcación que se ha convertido en un emblema de la tradición canaria pesquera. Junto a él, otros ocho hombres unieron fuerzas para llegar hasta la orilla y comenzar la fiesta. Emocionado, este popular personaje de la playa no paró de recibir felicitaciones por su incansable labor, pero sobre todo porque su memoria se inundaba del recuerdo de sus antepasados. "Se me viene a la mente mi familia y a lugareños de esta zona que vivieron del mar", relata, por lo que asegura que siempre que pueda seguirá honrando a esta tradición que le evoca sentimientos de añoranza y nostalgia.

Pero antes de que sucediera este sentido homenaje, el sonido de las caracolas volvió a sonar de nuevo en la Playa de Arinaga para avisar a sus vecinos de la llegada del pescado fresco, listo para cocinar como sucedía antaño en la costa grancanaria. Esta estampa costumbrista se volvió a repetir con la XXI edición de 'la vará del pescao', que se incorporó en el programa de los festejos en honor a Nuestra Señora del Pino para rememorar el modo en el que los habitantes de la zona recibía este alimento.

José Benítez, vecino del barrio, se afanaba en soplar con fuerza por su caracola para que todos estuvieran atentos a la llegada de una barca que venía "cargadita". "Me gusta mucho y vivo al máximo estas fiestas", señala al tiempo que Josefa Almeida, con su inseparable barreño en la cabeza, divertía a todos con su grito: "¡Sardinas frescas de Arinaga!". Incondicional de este evento por los recuerdos que de su infancia le vienen a la memoria, contribuye a avivar esta tradición.

Éxito de público

Este pueblo, abierto al mar, al viento y a un intenso calor, repartió ayer cerca de 1.200 kilos de sardinas entre los 30.000 asistentes al acto, según datos ofrecidos por la concejalía de Festejos. Pero una vez que la embarcación de 'la vará' tocó tierra, todo el foco de atención se centró en Risco Verde, lugar desde el que a las 19.00 horas partió la romería marinera para desfilar por la avenida Los Pescadores al son de la música canaria de seis grupos folclóricos, encabezados por Guacimara del Mar. Una comitiva de veinte barcas inundó el paseo marítimo mientras los braceros no cesaban de humear. Y aunque lo que prima es lo tradicional, entre ellas era visible un gran número de carros que rompían con la armonía del paisaje pesquero que sí se podía encontrar en el pasado.

Por eso Pepe Juan Espino, "retirado gracias a Dios", insiste en que este festejo debe "respetar las tradiciones con todos los utensilios de pesca" para honrar "a los hombres de la mar". De hecho, centraba buena parte de la atención con su morena y su pulpo que sirvió de señuelo para poder pescarla. Igual de animado se mostraba Carmelo Peñado junto a su nieta . Ataviado para la ocasión y con un balanza repleta de sardinas al hombro, defendía que hay que trabajar para que no se pierda una tradición que "dibuja una sonrisa a la gente".

Los jóvenes y nuevos participantes se mezclaban con los veteranos de esta cita que se ha convertido en un referente de las fiestas veraniegas. Prueba de ello es que desde todos los puntos de Canarias, de la Península y el extranjero se arriban a este punto para empaparse del espíritu marinero. Es el caso de Ylona Broich y parte de su familia, procedentes de la ciudad alemana de Bonn. Carmen Rodríguez, por su parte, dio el salto desde Madrid para reunirse con un grupo de amigos de Tenerife, Telde y Gran Canaria. Es la primera vez que saborea una sardina asada y desde el primer instante ya tuvo claro que no sería la última.

Esencia viva

La masificación de esta fiesta ha provocado que ésta pierda su sentido local, un aspecto muy criticado por los fieles a esta celebración marinera. Así, Manuel Ojeda, mientras custodia la barca Rafael expone que "las fiestas hay que tomarlas como lo que son", pero los más jóvenes "con dos pizcos en seguida pierden el norte". No obstante, expone que "afortunadamente siempre nos quedará el pescado".

En este sentido, Samuel Molina, concejal de Festejos del Ayuntamiento de Agüimes, señala que "la esencia de 'la vará del pescao' no se ha perdido", un hecho que le empuja a afirmar que desde la concejalía se seguirá impulsando esta tradición para que no se pierda. Y para que ningún incidente enturbiase la noche, se desplegó un amplio dispositivo de seguridad. Así, entre los miembros de la Policía Nacional, la Policía Autonómica, la Guardia Civil y Protección Civil se podía contabilizar hasta 200 efectivos.

El feroz calor marcó también esta intensa jornada. Por eso los bares, carros y viviendas no paraban de ofrecer bebidas refrescantes para "ayudar a bajar la temperatura", como aseguraban entre risas un grupo de amigos venidos desde Tejeda y Artenara. "Un buchito de agua" también fue necesario para el niño Mario Herrera, que prácticamente puede afirmar que nació en 'la vará'. A sus ojos reconoce con asombroso desparpajo que llega acudiendo a la playa "toda la vida" por una contundente y apabullante razón: "Me encanta". Y quienes tampoco pueden resistirse al embrujo de esta celebración es el matrimonio que forman, desde hace 63 años, José Medina y Margarita Tejera. Vestidos de canarios, estos jubilados aseguran que "las personas son muy guays" con ellos, por lo que desde hace dieciocho años asisten a este festejo. La edad, 87 y 83 años, respectivamente, "no es un impedimento para disfrutar", por lo que animan a quienes tienen "juventud acumulada" a saborear el pescado de 'la vará'.

Pero por si fuera poco, la Banda Isleña salió desde las nueve de la noche de Risco Verde para seguir animando a la masa a comer, beber, bailar y disfrutar. Pocos se resistieron a mover sus pies al compás de la música y esperar a que la plaza de Arinaga acogiese la gran verbena popular, en esta ocasión a cargo de Furia Joven y Güira Latina. Como guinda final, la Pirotecnia San Miguel iluminó el cielo con un inolvidable espectáculo de fuegos artificiales que fueron lanzados desde tierra y mar, dos elementos que constituyen la simbiosis perfecta de Arinaga.