"La Virgen del Pino ha sido durante siglos principal referencia espiritual de muchos canarios. Para mí también lo es. Su luz ha unido procedencias diversas, culturas diferentes, todo tipo de edades y géneros. La Virgen da luz, esperanza y fortaleza. Para muchos es el aliciente que necesitan para luchar por lo que creen, hasta las últimas consecuencias, en las situaciones más difíciles. La Virgen es refugio, amparo y protección. Su misericordia no conoce límites".

La pregonera Lidia Esther Quintana Déniz mostró así sus sentimientos hacía la Virgen del Pino en la apertura oficial, anoche, de las fiestas patronales de la villa de Teror y de toda Gran Canaria. Con un pregón titulado La Virgen del Pino: luz y camino, recordó su participación desde niña en los actos del Pino y repasó algunos acontecimientos históricos relacionados con la patrona, como el robo de sus joyas la noche el 18 de enero de 1975, la misma fecha en la que su madre dio a luz a su hermano Pedro.

"Para el creyente fue toda una profanación, aunque de todo aprendemos y el robo no logró dejar en penumbra la propia luz de nuestra Virgen, que siempre ha estado y estará por encima del valor de lo material. La fe no nos la robaron", apuntó Quintana, responsable en Canarias de la gestión de clientes y contratos de la compañía eléctrica Endesa.

Tras agradecer a la anterior corporación de Juan de Dios Ramos su designación como pregonera, quiso homenajear a dos de sus antecesores fallecidos en el último año, Antonio Castellano Auyanet, presidente de Unelco entre 1985 y 1996, y Manuel Caballero Herrera, médico e Hijo Predilecto de la villa.

La pregonera confesó que siempre le llamaron la atención los peregrinos: "Vienen a ver a la Virgen durante todo el mes de septiembre como una marea incesante. ¿Por qué son tantos?, me preguntaba de niña, ¿cuáles son sus motivos?" Aprendí la diversidad de senderos que los traían aquí. Todos los caminos llevan a Teror, dice la copla. El camino del mar, el del norte, el de la Cumbre, el sendero de Pino Santo, el de la Hoya Alta, el de La Laguna. Cuando llegan, suspiran, respiran. 'Ya estoy aquí', parecen decir.

También narró su primera romería a los siete años. "Me llevaron al barrio del Castañero Gordo y me subieron a lomos de un burro. Llevaba un ramo de lluvias en el regazo que debía presentar a la Virgen. En la comitiva, me encontraba sobre el burro entre el ganado de ovejas y los camellos. Todo iba bien, hasta que llegamos al puente. Noté al animal nervioso. En ese momento sentí que saldría disparada al barranco si perdía el control. Nadie se daba cuenta de mi angustia. Cerré los ojos y pensé: 'Si voy a llevar este ramo de flores a la Virgen, seguro que llego bien'. El burro aguantó y no caí al barranco".