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Por si hace calor Telde

Salinetas, una cala con mucha química

La playa pasó de producir cloruro sódico en sus maretas a abonos para la agricultura isleña

Salinetas, una cala con mucha química

Sentencia un guardia municipal que está de ronda mañanera a ras del agua que en Telde "la playa de Salinetas ha desbancado a todas las demás". Y si se le pregunta a Rosa Benítez por el qué tal el lugar, viene a responder lo mismo, y así sucesivamente hasta que se llega hasta el puesto de vigilancia, donde Ayose Viera y Alejandro Almeida otean la ribera con ojos de cernícalo para rescatar una pieza en apuros. Al parecer Salinetas, entre las lindes de Melenara y Hoyo Mondongo, no tiene igual.

Salinetas playa y pueblo siempre ha tenido una querencia por la química y sus elementos. El nombre le viene de la obviedad de unas salinas que monta un señor bautizado como Hernando Díaz de Morón, quien en la resaca de la Conquista, en el temprano año de 1541, solicita la construcción de un tinglado para elevar agua, estancarlas en su maretas y obtener el cloruro sódico, más conocido como sal y punto.

Díaz de Morón no pudo imaginar que cuatro siglos después se despachara probablemente sobre sus propias y hoy desaparecidas salinas otro tinglado, si bien de mayor complejidad química para producir sulfato amónico en los años 60 para abonar los campos y que se vino abajo cuando el isleño cambió el sacho por la hamaca.

Aquello devino luego a grandes depósitos de gas. Ayer sin ir más lejos estaban alicatando uno de sus gigantescos depósitos, un caldero Godzila descomunal que en el supuesto de arrugar papas abastecería de un solo viaje una verbena por todo el hemisferio sur.

Pero desde lo que se conoce como La Charca, que está situada en la banda meridional de la cala, se está totalmente ajeno al gas y sus circunstancias. Para empezar la mañana se tuvo que invitar a una manta de considerables dimensiones a desalojar un lugar que es la golosina de la chiquillería. Alejandro y Ayose, paradojas de la semántica, recurrieron a una sábana para desplazar la manta, que, según explican, comienzan por estas fechas a dejarse ver por Salinetas para desovar y hacer sus cosas. También lubinas, que se escapan de las granjas que flotan en primer plano del horizonte, terminan en este colador natural de especies en cuanto baja la marea, formando un acuario marisqueño que abre el apetito investigador a unos científicos que no levantan dos palmos del suelo y que estudian la fauna dotados de manguitos, burbujas y flotadores. Algunos de ellos no dudan en meter el dedo en el ojo a un mero si lo requiere su ánimo de conocimiento. Desde ese punto Salinetas se abre al mar a lo largo de unos 250 metros, atravesando La Barranquera, que es donde se forma la carajera en días de llover.

Eloy Toledo tiene 23 años y un sobrino pequeño de nombre Gustavo Gómez. A Gustavo le asoman de las orejillas dos pitorros amarillos que terminan en tapones para los oídos. Además está algo lila. Se ve que es del formato una vez entro no salgo, formándosele una arrugadera en las yemas de los dedos, diez garbancillos remojados en agua. "Me encanta esta playa", suelta Gustavo, para rematar que por "sus muchas olas y sus muchos espacios".

A una media de entre 300 y 1.000 personas diarias también les encanta, según la estadística veraniega de la autoridad policial, un número que se acrecienta sustancialmente durante los fines de semana, al punto de producirse un problema demográfico cuando la pleamar estrangula el espacio que queda entre lo que es océano y lo que viene siendo isla, "que es cuando no cabe un alfiler", apunta Eloy.

De vuelta al mirador donde Ayose y Alejandro estudian el panorama y auscultan que el mundo flote adecuadamente está la placa que recuerda a una imprescindible del lugar, Dolores Álvarez Jiménez, alcaldesa por derecho propio de Salinetas, y la primera mujer con carné de camión y en calzar pantalones. Lo curioso de Dolores, por si fuera poco, es que desde aquel otero podría dispararle con su escopeta a una uva posada sobre un huevo sin reventar la cáscara. Una mujer de puntería, para una playa de campeonato.

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