El Patrimonio industrial es el menos reconocido. ¿Por qué?
Ha empezado afortunadamente a reconocerse ahora, porque se modificó hace unos meses en Canarias la ley de Patrimonio Histórico, y va incluido el patrimonio industrial dentro de los bienes de protección, con la misma importancia al etnográfico, arqueológico y documental. Es un gran paso, ya que significa, por lo menos, que tiene que ser rescatado y protegido. Hasta hora se desconocía su valor. Porque cuando se habla de industria, se entiende que tienen que ser megalíticas, hornos y grandes fábricas; y estamos en Canarias, donde se llevó un proceso industrializador muy peculiar, con sus condicionantes, porque somos islas. No se ha reconocido el valor que tienen en realidad. Pero, por lo que aprecio, a raíz de los inventarios que estamos haciendo, empieza a reconocerse.
¿En Canarias está más ligado a la agricultura?
Sí. Se ha inventariado ya toda Gran Canaria, Fuerteventura, y de 13 municipios de Tenerife, hasta ahora. Evidentemente, la industria agroalimentaria es la principal, no sólo molinos, sino panaderías, turrones, los almacenes de empaquetados, la maquinaria agrícola, que es súper importante. Hablo de trilladoras, empaquetadoras, picadoras de hierba, tractores... Es el que más predomina. Pero hay industrias importantes, como Destilerías Arehucas, con producción nacional e internacional. Pero predomina la industria agroalimentaria y escasamente tecnificada, por decirlo de alguna manera, aunque luego se moderniza.
¿Cómo distingue la simple chatarra de un bien de interés?
Me fío mucho de la información oral. Cuando encuentro una máquina, el propietarios me dice si ha trabajado con ella, por ejemplo, su abuelo, o un antiguo trabajador. Hay unos criterios para seleccionar si una pieza tiene interés histórico, técnico o científico. O si consigo una placa. Es verla, su estado de conservación, y la información que aporta la persona.
Ahora hay muchos programas en televisión de cazatesoros. ¿Se siente así?
Yo alucino un poco, porque hacen un máster de la máquina, del año de fabricación... Parece un poco película, aunque será más que estudiado. Bueno, el coleccionismo es importante. Yo me he encontrado auténticos arqueólogos industriales, porque no sólo conservan, sino que las recuperan y hasta la restauran. Aunque yo prefiero que la dejen como están. Porque me gusta ver la máquina usada y oxidada, que se vea que han pasado los años.
¿Que no alteren su esencia?
Exacto. Después hay, por ejemplo, un señor en Valleseco que las restaura idénticas, hasta el color de la pintura. Pero me gusta verlas como son, porque a veces le quitas hasta el valor histórico. Que se vea las huella del paso del tiempo.
¿Cuál es la maquinaria más curiosa que se ha encontrado?
En 2008 se hizo una exposición de arqueología industrial, que organizó el Colegio de Ingenieros, y de la que fui comisaria, y localizamos una incubadora de pollitos propiedad del Ayuntamiento de Santa Lucía. Muy bonita, con una mesa enorme de madera con compartimentos para poner los pollitos. Era inglesa, y calculo que de finales del siglo XIX.
¿La recuperación de la grúa portuaria Titán, en Las Palmas de Gran Canaria, es el ejemplo a seguir?
Fue un gran acierto de la Autoridad Portuaria. Cuando fui a verla la primera vez estaba desmontada y llena de oxidaciones. Es uno de los grandes logros.
¿En qué centrará la charla de hoy en Teror?
Este es el Año Europeo del Patrimonio industrial y técnico, y la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias decidió hacer una campaña divulgativa en los municipios que se han inventariado, y que conservan un patrimonio de mayor relevancia, como es el caso de Teror. Explicaré por qué es importante conservar el patrimonio industrial, y citaré ejemplos. Luego hablo de Teror. No pretendo hablar de la historia de la industria de Teror, en absoluto, sino dar a conocer las huellas o restos materiales que se conservan de la antigua actividad que existió y existe.
¿Por ejemplo?
Dentro de la industria agroalimentaria, tenemos Aguas de Teror, que es de 1916. Más local, Dulcería Benítez, en activo desde 1930. También de los años 30 tenemos la fábrica de chorizo sde Los Nueces; la pirotecnia Dávila; hablaré de los Cárdenes, aunque está cerrada; de los turrones Ramírez, que conserva algunos artilugios para su fabricación. Y el molino de San Isidro, de los año 40; el gofio La Piña que, aunque se trasladó, sigue activo. Y un zapatero de tradición familiar de finales del siglo XIX, la zapatería de Amado.
¿Se puede proteger toda esta riqueza?
En el caso de aguas de Teror, ya está muy modernizada, pero el resto de las señaladas, tienen el mérito de que son de tradición familiar, y se han mantenido gracias a que los descendientes han continuado. Se deberían dar incentivos para proteger esas industrias históricas, para que sigan conservando esta industria o empresa. Incluida la maquinaria. Por ejemplo, Dulcería Benítez está modernizada en hornos e instrumental, pero tiene en la entrada de la pastelería cinco máquinas como si fueran piezas de museo, que usaron sus padres. El mismo dueño es sensible a conservarlas y eso es digno de valor. Tiene una heladora, un molino de almendra... Y muestra orgulloso su historia y tradición.
En realidad es un valor añadido a su negocio...
Exacto. Y también está el valor sentimental.
¿El objetivo de la charla es sensibilizar a la población?
Sí. Es dar a conocer el valor que tienen. También hablo del molino del puente, que conserva la maquinaria en su interior, aunque está hecha polvo.
Y se pude restaurar...
Claro. Además de ponerlos en valor, se tratar de activar propuestas para su reutilización, acondicionamiento, y dar ideas. También para que el ayuntamiento promueva el turismo industrial. Buscar otros incentivos al religioso, con mucho respeto, porque no es sólo ir a ver a Pinito y la Basílica, y punto pelota. Yo suelo reivindicar que cada municipio tenga su museo de la industria, porque es una forma de asegurar la custodia y conservación de máquinas que me he encontrado, y que voy a exponer en Teror, como una desgranadora de millo, una centrifugadora de miel, una cosedora de sacos, una secadora manual inglesa. Es una forma de que esas cosas no queden desperdigadas. Porque, ahora se valora, pero las generaciones moderas tienen otra mentalidad.
¿Hay algún municipio que tenga un gran potencial y no la haya sabido valorar?
Todos tienen un elemento característico. En el Sureste están los almacenes de empaquetado, que están totalmente infravaloradas. En el Norte y Centro, los molinos de agua. Todos tiene su peculiaridad y es una pena que se llegue tarde a un montón de sitios. Se ha perdido mucho por no valorarlo. Hay algunas piezas de museo, auténticas joyas, para exponer en un lugar destacado, y no en almacenes llenos de polvo y abandonados. Y hay industrias como Destilerías Arehucas y La Isleña que han restaurado su maquinaria.
También está la complicación de encontrar las piezas o de alguien que sepa restaurarlas.
Claro. Por eso casi prefiero dejarlas como están. Con los grandes avances en la tecnología y en los sistemas de producción, en una panadería, por ejemplo, quedan arrinconadas. Mientras hay espacio, bien, pero a veces se te queda chico el espacio o por Sanidad, que obliga a quitarla, y ese el problema. También quisiera resaltar que los pozos tienen auténticas reliquias inglesas en Gran Canaria. Y aunque estén electrificados, quedan bien conservados motores de los años 40 y 50, de cuando fue su boom. Hay gente sensible, aunque otros... Pero poco a poco se ha ido reconociendo a nivel municipal. Como el Museo de la Zafra y muchos molinos de agua.
